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                       Espacios del horror en las letras góticas

 Ana  Kerlegan

La novela gótica fue una propuesta entregada al mundo irracional, desafiando así la atmósfera científica en el pensamiento y la cultura del siglo XVIII hasta el XIX. Exploraba los caminos que el hecho fantástico o sobrenatural podía conducir en el terreno literario.

 

El gótico de la Inglaterra dieciochesca se asociaba con la época medieval y con lo oscuro del fundamentalismo o extremismo religioso. Un género literario inglés del que tomó ciertos aspectos de la novela caballeresca en castellano, con la que comparte ciertos personajes y tratamientos de temas maravillosos. 

 

En las letras góticas se cruzan los límites de la realidad y lo posible, así como de la moralidad, mostrando de este modo las pasiones más descarnadas y las conductas más depravadas, representadas la mayoría de las veces en la figura del villano. Sin embargo, el exceso gótico no es mucho menos fortuito, puesto que esta ausencia de límites en la novela gótica formaba parte de cierta reivindicación estilística contra la novela del período neoclásico de corte más realista, que continuaba insistiendo en las reglas estéticas de claridad, equilibrio y orden. Mientras que la estética gótica se basaba en los sentimientos y las emociones reflejadas en este exceso de ornamentación. Es implícitamente transgresora porque por el uso de esta sobre ornamentación y la ausencia de límites desafían lo que socialmente era (o es) entendido por “el buen gusto”.

 

La transgresión espacial en la narrativa gótica se mueve por terrenos que socialmente son temidos, lo oscuro. Habla del miedo, generalmente el más antiguo del mundo, a la muerte, habla de maldiciones y habla de tragedias. Paradójicamente, en la mayoría de ocasiones, esta transgresión sirve para restablecer  límites y reforzarlos, aun cuando el simple hecho de usarla conlleve al menos al cuestionamiento de los valores estéticos y sociales establecidos.

 

E aquí algunas formas de la transgresión espacial, representadas en castillos, mansiones y abadías en libros pertenecientes a los siguientes periodos: al gótico inglés o temprano (El Castillo de Otranto de Horace Walpole), al gótico romántico (Drácula de Bram Stocker) y al gótico estadounidense (La caída de la casa Usher de Edgar Allan Poe y La casa de los siete tejados de Nathaniel Hawthorne).

 

El Castillo de Otranto. Escrita en el siglo XVIII y publicada como manuscrito medieval verídico hallado por el autor, esta pequeña narración fue la primera novela gótica de la historia. Centrada en un drama medieval de tradición Shakespeareana. Walpole nos ilustra un siniestro castillo, plagado de fantasmas, apariciones, gigantes y sonidos de ultratumba donde se desencadenará una tragedia tras otra.

 

Drácula. Pocos castillos ficcionales han gozado de tanta fama y perdurabilidad como el castillo del Conde Drácula. La novela de Bram Stoker, que se ha transformado en un clásico de la literatura de horror, comienza con el viaje del joven Jonathan Harker hacia una abadía perdida en medio de los montes Cárpatos –en Transilvania- donde habita el misterioso conde Drácula. Esta historia de vampiros está plagada de sacrificios, sangre y muerte. Los muros de piedra del castillo, llenos de cuartos prohibidos y salones desiertos iluminados por la luna, proveen la atmósfera perfecta para una de las historias de terror más impactantes de su tiempo.

 

La caída de la casa Usher. La casa que le da título a este relato –“El hundimiento de la Casa de Usher”- es caracterizada por nuestro narrador de la siguiente manera: “No sé cómo sucedió; pero, a la primera ojeada sobre el edificio, una sensación de insufrible tristeza penetró en mi espíritu”. Desde la apertura del cuento, Edgar Allan Poe nos empapa del misterio, el poder y la infinita melancolía que rodean a esta mansión carcomida por los años y la naturaleza. Será el escenario final de un escalofriante relato de terror. Con el tiempo, esta historia ha llegado a transformarse en una de las más trascendentes del genio del terror norteamericano.

 

La casa de los siete tejados. La mansión central de este relato es la casa maldita por excelencia. Construida por un terrateniente norteamericano que trató de deshacerse de los pueblos indígenas para apropiarse del terreno donde se erigieron sus cimientos, fue víctima de una terrible maldición por parte de un hechicero que peleó a muerte contra su dueño. Tanto el coronel Pyncheon, como sus descendientes que habitaron la mansión, sufrieron innumerables infortunios y tragedias durante el siglo posterior, debido a dicha maldición. Descrita con una prosa exquisita –tanto en su etapa de esplendor como en su decadencia-, la casa de los siete tejados permanece hasta el día de hoy como una de las mansiones más icónicas de la historia de la literatura gótica estadounidense.

 

Es así que la literatura gótica  tapizó sus muros del horror con maldición, tragedia y muerte, hechos lúgubres cuya función no sólo se inserta en la descripción espacial, también en el tópico del periodo gótico al que pertenece cada título aquí expuesto.

 

En el gótico temprano, el tiempo es frecuentemente medieval. Los recintos cerrados y antiguos anuncian el hecho sobrenatural, la tragedia y la muerte. Suele manifestarse una postura abiertamente protestante que condena el catolicismo como fanatismo religioso y suele desautorizarlo como legitimador de las líneas monárquicas al abordarse temas sobre traición, ilegitimidad monárquica, suplantaciones, fantasmas y muertes. Que mejor ejemplo que El castillo de Otranto.

 

En el gótico romántico, a través de uno de sus antihéroes, el legendario y el emblemático conde Drácula, se experimenta esa transición y choque del espacio místico de un poblado remoto de Transilvania y el real de la ciudad de Londres del siglo XIX. Un tiempo de transición y de cambios en el que la ciencia reina sobre el pensamiento, en el que la razón no da cabida a la sinrazón. Ciudad de tinieblas en la que sus calles han sido invadidas por una oscura criatura decidida a apoderarse de un mundo que apenas puede comprenderla.

 

El gótico sureño o estadounidense, en el que se incluyen las obras de Poe y Hawthorne, utilizó este género como instrumento de exploración y crítica de la cultura del sur de Estados Unidos, basándose en aspectos como la raza, el género, la religión,  la política y la economía a partir del cuestionamiento lógico, moral y humanista. Aquí ya no se trata de una oposición entre el Bien y el Mal.

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