Tabasco, ¿Condenado a seguir pasando las de Caín?

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Fernando Morales Pérez

Este viernes 27 de octubre, se cumplieron 10 años de la tragedia más devastadora que haya enfrentado Tabasco, me refiero a la inundación que provocó la anegación en el 70 por ciento del territorio estatal y como consecuencia un 75 por ciento de su población damnificada. En aquellos días, fue común leer titulares en la prensa nacional encabezados como: “Tabasco, un edén devastado” y “Catástrofe en Tabasco”. Los medios de comunicación locales, en su totalidad todos, daban cuenta de este terrible hecho.

Los titulares calificaban la dolorosa noticia como “Devastada”, “Revienta el malecón”, “Éxodo masivo de zonas inundadas”, entre muchos otros.La cifra total de daños y pérdidas llegó a más de 3 billones de dólares americanos (33 mil 215.8 millones de pesos), con mayor impacto en el sector productivo (31.77%) en la agricultura (26.85%) y menor en el medio ambiente, con un 0.49%, según da cuenta en su informe de 2008, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

Citas documentales señalan que un 12 de octubre, pero de 1868, comenzó en todo Tabasco una de las inundaciones que fue calificada como la “más devastadora de su historia, causando gravísimas pérdidas a la agricultura, la ganadería y el comercio”.  Se anota, que en aquella época, “San Juan Bautista, hoy Villahermosa, se anegó casi por completo, al igual que la mayoría de las cabeceras municipales, villas y rancherías de La Sierra, La Chontalpa y el Centro”. Ahora bien, 139 años después, sin duda, que ahora en la memoria colectiva de este edén del sureste mexicano, la inundación ocurrida en 2007, superó ese dato, que bien se escribió en los libros del estado para el recuerdo.

De acuerdo a otros datos históricos, del periodo comprendido entre 1879 a 1955, 19 inundaciones severas afectaron a Tabasco. Si tomamos esto en consideración, la más dramática que nos ha tocado vivir, enfrentar y padecer, fue la de 2007, antes se remarca que es inolvidable la de 1999. Los daños de la inundación más recordada, se estimaron en poco más de 31 mil millones de pesos.También no hay que olvidar, que casi siempre, es en los meses de octubre a diciembre, cuando más llueve en esta parte del país. Entre las causas de esta devastadora inundación, se ha discutido acerca de los aspectos naturales y otros, influenciados por la actividad humana. Felipe Calderón, se atrevió a decirnos, que había sido culpa de la luna llena, que lloviera tanto en Tabasco.

Una demanda que Andrés Manuel López Obrador, presentó ante la PGR por estos hechos, ya que existía la presunción de que se había provocado por el mal manejo de las presas, no prosperó y años más tarde solo se emitió una recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Y es que aquí viene la palabra mágica que culturalmente está arraiga en el sistema mexicano, ese cáncer llamado corrupción, que se resiste a morir, pero del que no ha escapado, el Plan Integral Contra Inundaciones de Tabasco.

El economista, Julio Cesar Cabrales, al referirse a estos hechos, advertía que lamentablemente las autoridades y los representantes populares, solo en este mes de octubre, es cuando se acuerdan del tan cacareado Plan Integral Contra Inundaciones. Quien no recuerda al famoso ex Delegado de Conagua, Omar Celín Kamukay Puga, entre otros más que administraron recursos por más de 7 mil millones de pesos cada año para realizar los planes de protección contra inundaciones. “La Federación envío recursos suficientes pero por el desvío y la corrupción, poco se ha avanzado“, rememora el catedrático Julio Cabrales de la UJAT.

Desde 2010, ya se hablaba de la ineficiencia en el manejo de los recursos asignados a la CONAGUA, pues era imperante corrupción que revelaban las auditorias efectuadas por la Secretaría Función Pública, sin que se fincaran responsabilidades penales en su contra y sus funcionarios cómplices en el mal manejo del presupuesto federal. Esas obras buscaban proteger a los tabasqueños de nuevas inundaciones.

Tampoco el Consejo Ciudadano para la Reconstrucción de Tabasco, se salvó de los señalamientos de la poca transparencia en el manejo de los recursos y de la complicidad en los actos de corrupción en que se vieron involucrados el gabinete de Andrés Granier, aún tras las rejas allá en la capital del país. La lista de los 17 integrantes fue encabezada por la empresaria Marinela Servitje, hija de unos de los magnates mexicanos y con la trayectoria más laica quien fundó y dirigió el Museo Papalote del Niño, ha sido presidenta del patronato del Instituto Nacional de Pediatría, creó el fideicomiso de rescate del Bosque de Chapultepec, fue presidenta del consejo consultivo de la UNICEF en México y de las fundaciones Walmart y Televisa, entre otras actividades.

Además de la ex titular de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap) -ya desaparecida-, Julia Carabias Lillo y la investigadora titular A, de tiempo completo, del Instituto de Astronomía de la UNAM y profesora de la Facultad de Ciencias, Julieta Norma Fierro. Como observamos eran tres personajes de mucho peso y reconocimiento en México.

De acuerdo a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), se informó que la ayuda internacional recibida para las poblaciones afectadas por las inundaciones en los estados de Tabasco y Chiapas, en el rubro de ayuda en efectivo, estos superaron los 6.7 millones de dólares. La mayor parte de estos recursos (85%) ha sido canalizada, por los gobiernos y otros donadores extranjeros. El 13.3% de los recursos fue administrado por embajadas en México y el 1.7% restante en cuentas bancarias que el Gobierno Federal abrió para este propósito, para tal efecto, se dijo que eran más de 50 cuentas abiertas por las representaciones de México en el Exterior con un total de 330 millones de dólares.

El problema de las inundaciones en Tabasco fue el eje de la presentación del presidente Enrique Peña Nieto, en su primera visita a la entidad en enero de 2013, quien instruyó a la Comisión Nacional del Agua (Conagua) a colaborar con las autoridades locales para desarrollar un programa preventivo y generar infraestructura que ayude a los tabasqueños ante las contingencias meteorológicas derivadas de la temporada de lluvias.

También ahora se reviven las promesas de que desde la Cámara de Diputados Federal, ahora sí, pelearán porque se destinen los recursos necesarios para construir esas obras, que se suponen, ayudarán a mitigar los estragos de las torrenciales lluvias de cada año, no a desaparecerlas, pero al menos, reducir su impacto en los sectores productivos, económicos y que además sirvan para proteger el patrimonio de los pobladores.

Sin embargo, dado que en este momento los ojos del país y del mundo están depositados en la reconstrucción de los estados donde golpearon los sismos del 07 y 19 de septiembre, para lo cual se ha dicho se necesitarán más de 38 mil millones de pesos, no menos 45 mil millones de pesos, los tabasqueños no tienen otra opción más que resignarse a que este tema, siga durmiendo en el sueño de los justos.

No es un reclamo egoísta de los más de 2 millones 385 mil tabasqueños hacia los hermanos mexicanos. Nosotros, al igual que ocurrió hace un mes, contamos de forma inmediata, con la solidaridad nacional y mundial, en aquella ocasión, la ayuda no se hizo esperar, de eso estamos muy agradecidos. Las aportaciones fueron realizadas por los gobiernos de Alemania, Bélgica, Canadá, China, Chipre, Dinamarca, Estados Unidos, Irlanda, Italia, Japón, Polonia, Reino Unido, Suiza y hasta Venezuela. Así mismo Australia, Corea, España, Estados Unidos, Nueva Zelanda y la Santa Sede, ofrecieron donaciones adicionales que sumaron 1.1 millones de dólares.

También contribuyeron organismos internacionales y ONGs como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), la Corporación Andina de Fomento (CAF), la Organización de los Estados Americanos (OEA); el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); Cáritas Internacional, el Club de Rotarios de Queensland en Australia, Cáritas Polska de Polonia, la Fundación Wells Fargo y el Instituto de las Américas de Estados Unidos.

De lo que no se vale, es tanta hipocresía barata del gobierno federal, que solo le interesa, destruir políticamente hablando a un paisano, por ser esta su tierra tropical. ¿Cuánto valemos como mexicanos para el peor gobierno que tiene actualmente este país? Es mucho más lamentablemente que académicos, que se interesaron no solo en documentar la catástrofe, sino en hacer una exhaustiva investigación y que incluso plasmaron su trabajo de varios años, en libros, después de lo ocurrido del 2007, no se les valore, ni se les tome en cuenta sus recomendaciones al grado de que se prácticamente, casi los han expulsado de Tabasco.

A propósito cobra relevancia, el libro “Inundaciones, dos contexto, dos respuestas”, de la Dra. Amelia Acosta León, quien plantea los casos de Saguenay, Québec-Canadá (1996) y Tabasco-México (2007). De todo lo malo, lo bueno es que ustedes ya adoptaron allá por la Ciudad de México, a tan brillante Doctora en Ciencias Políticas y Sociales. Me atrevo a considerarla brillante, porque su talento la ha llevado a escribir varios libros con investigadores argentinos, chilenos, cubanos, canadienses y estadounidenses.

Una de las recomendaciones que plantea, se refiere precisamente a la necesidad de establecer talleres permanentes de capacitación en las comunidades, donde la situación causó un caos, en su gran mayoría colonias populares o asentamientos irregulares. Para ello propone la elaboración siete manuales sobre el manejo de recursos sólidos urbanos y rurales en inundaciones, la salud, alimentación, entre otros. Para la Dra Amelia Acosta, en su trabajo de investigación que duró cerca de cuatro años y que finalmente fue presentado en su libro en 2013, el discurso de los políticos y funcionarios públicos ha sido reiterativo, sin innovación alguna. Se escribe y oraliza retóricamente, además de la deficiente e ineficaz administración de los recursos del Fondo Nacional de Desastres y el enviado por las asociaciones internacionales públicas y privadas de todas partes del mundo.

 

El desprecio y miseria humana, que les ha tocado enfrentar a muchos investigadores en Tabasco, aseguran, no la han vivido en otras partes del país ni siquiera en el extranjero.
Otras investigaciones también han aportado mucho a tratar de encontrar las “causas de un desastre” como el trabajo elaborado por María Perevochtchikova y José Luis Lezama de la Torre, ambos del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales, del Colegio de México (CEDUA-COLMEX).

Eso, si, mientras tanto seguirán siendo una promesa de campaña, que usaron como bandera electoral, primero el PAN y luego el PRI. Hace algunos días, académicos e instituciones dedicadas a la investigación de este y otro fenómenos, organización un foro, en donde precisamente se preguntaban: ¿A 10 años de la inundación, podemos hablar de resiliencia?, es decir, esa capacidad de las personas, para adaptarse a un cambio, derivado de un problema. Se supone que las investigaciones, deben servir para diseñar estrategias y mejores políticas públicas, que en los hechos, aún están ausentes. ¿Qué tanto habremos aprendido de aquella lección?. A pesar de ello, no perdemos la fe ni la esperanza, de que un día, no muy lejano, se puedan concretar esas famosas obras hidráulicas.

Hoy se reportan 51 comunidades de 11 municipios con afectaciones informó Protección Civil. Por supuesto que no  se compara con lo vivido hace 10 años, pero no debemos echarnos a la hamaca o campanas al vuelo. En Tabasco, es así como ajustamos unos 18 años, escuchando con más insistencia de obras que mitiguen los efectos de las inundaciones y sin sorprendernos de la danza de miles de millones de pesos canalizados para tal fin. Acaso seguiremos condenados los tabasqueños a pasar las de Caín.

1 COMENTARIO

  1. Extraordinario artículo de fondo de periodista tabasqueño Fernando Morales. Felicidades por esta Investigacion periodística de gran calidad.

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