San Felipe del Progreso, Méx.- Una pequeña casa de madera cubierta por láminas de cartón se vislumbra a lo lejos, los perros aguardan en la entrada del hogar. El día aún no inicia y los primeros rayos del sol no se han asomado en el horizonte, sin embargo, del interior del hogar se puede observar una colina de humo señal de que las actividades han dado inicio.
La familia Castillo se ha levantado de madrugada para que el día rinda un poco más, el olor a café impregna los sentidos, despertando a quienes no lo han hecho del todo.
Don Pedro sale a la calle, el frío le cala los huesos, camina a paso ligero, dirigiéndose al rustico camino por donde pasa el camión que ha de llevarlo a su destino. El trayecto es de difícil acceso, sus zapatos se llenan de lodo debido a las lluvias de los últimos días. Mientras camina recuerda las complicaciones que todos los días pasa; pese de levantarse temprano y de trabajar de sol a sol, el dinero no alcanza para darle de comer a sus cuatro hijos, quienes difícilmente tienen algo que llevarse a la boca.
Don Pedro trabaja vendiendo mercería en los tianguis dominicales de su municipio, obtiene entre trecientos y cuatrocientos pesos a la semana, los cuales no le permiten sostener a su familia. Su hogar cuenta con dos rusticas habitaciones, elaboradas de adobe y láminas de cartón, aún no tiene piso firme, la economía no le ha permitido realizar este lujo.
Su hogar al igual que el de cientos de familias de la comunidad aún no cuenta con drenaje sanitario ni luz eléctrica, el agua les es otorgada una o dos veces por semana y debe ser almacenada en cubetas de lo contrario, no contarán con ella para los quehaceres del hogar.
Pasada una hora de trayecto, y algunos minutos más de espera el camión se asoma a lo lejos, Don Pedro le hace la parada, sube y después de pagar busca un sitio donde acomodarse. Pedro piensa en sus hijos y eso lo motiva a continuar anhelando un mejor futuro para ellos.
Las carencias que Don Pedro y su familia viven día a día, forma parte de uno de los municipios de la zona norte del Estado de México; San Felipe del Progreso, sitio que no cuenta con las condiciones necesarias para dar cobijo a los mazahuas, altamente rezagados.
Aquí el hambre es el pan de todos los días y es precisamente de esa hambre de la que se han valido los políticos para engañar a los mazahuas prometiéndoles obra pública que beneficie a sus comunidades y lleve progreso a los pueblos olvidados. Sin embargo, los años pasan y en San Felipe el progreso solo se ve para las familias de los políticos.
Buscando cobijo y anhelando un mejor futuro para sus hijos, los campesinos se han unido a el Movimiento Antorchista (MA), quien desde hace más de seis años ha enarbolado las necesidades de los pobres en este municipio, otorgándoles apoyos que han contribuido a la mejora de sus condiciones de vida; no obstante, los antorchistas saben que esto no es suficiente y que hace falta una lucha mayor.
Actualmente San Felipe del Progreso está gobernado por Olegario Romero López, un alcalde cuyo slogan es “ORGULLO MAZAHUA” pero esto dista mucho con lo que hace, no apoya a aquellos a los que nombra sus hermanos mazahuas, a quienes hasta la fecha no les ha otorgado beneficio alguno, puesto que para Romero López, Antorcha Campesina, solo busca beneficiar a un reducido grupo de personas. Acostumbrados a luchar los campesinos de San Felipe ‘no se rajan’ siguen en pie de lucha y con la disposición de continuar concientizando a un mayor número de personas a continuar peleando en defensa de sus derechos y de que Olegario Romero López les otorgue lo que por derecho les corresponde “finalmente no tenemos nada que perder porque nada tenemos y mucho que ganar, porque luchamos por darles un mañana mejor a nuestros hijos” pensó Don Pedro, mientras descendía del autobús que lo llevó a la cabecera municipal en donde fue participe de una histórica marcha en contra del mal gobierno de Olegario Romero López.
