Blas A. Buendía
En pleno siglo XXI, Andrés Manuel López Obrador poseído por los siete capitales del mal, ha conllevado a sus antagónicos actores políticos para que lo victimicen. La prensa mexicana lo ha caricaturizado y ridiculizado en todo su esplendor. Pero el tabasqueño lo que aparentemente desconoce, son los grados de la sabiduría para dar un matiz de entendimiento profundo sobre los temas que aquejan a la nación.
El primer grado de sabiduría, es la plena sabiduría de saber callar; pero no, López Obrador utiliza la misma estrategia cuando arremete en contra de sus congéneres enemigos políticos a quienes califica como “chachalacas”, o su tan trillada acusación de la Mafia del Poder que todo mundo se mofa y nadie cree.
El segundo grado es saber hablar poco y moderarse en el discurso, pero tampoco. Andrés Manuel López Obrador no sabe de las ciencias de la sabiduría. Habla por antonomasia, habla para desprestigiar a sus enemigos. Y habla y lanza acusaciones “sin ton ni son”, para hacerse el mártir, del presente que para él, podría reflejarse en “su” futuro.
Y el tercer grado de sabiduría, es saber hablar mucho, sin hablar mal y sin hablar demasiado, pero a López Obrador no se le da esta ilustre tarea. Ataca a todo mundo, como dé lugar y en contra de quien sea. Cree que todavía vive en Macuspana, origen de su nacimiento, donde un pueblo polvoriento, se quedó estacionado en el tiempo, dejando un historial negro cuando murió su hermano menor, José Ramón, a quien le pegó certero balazo en la cabeza.
Una paradoja es que, de forma lastimosa, Andrés Manuel López Obrador imperativamente y con métodos de magnificencia, ha marcado el rumbo de la Agenda Política de la Nación. Pero nadie da cuenta de ello, prefiere la Mafia del Poder priista callar para no meterse en embrollos con el anodino tabasqueño.
La apatía, el desaire, la frialdad, el robotismo, la inflexibilidad, las evasivas y los aires de superioridad, podrían ser parte de la personalidad de tan distinguido actor político que anda en busca, por tercera ocasión, de la presidencia de la República, solo que su estrategia ha ido más allá de las logísticas planeadas.
Andrés Manuel López Obrador se ha placeado con estadistas de su cuño, izquierdosos y autoritarios, que actúan con desdén una vez llegados al poder, por su arribismo y sus ambiciones de enriquecerse ilícitamente a través del erario federal que es el botín de guerra en el belicismo político.
El político tabasqueño, fósil de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aglutina en su acrónimo denominado MORENA (Movimiento Regeneración Nacional), al extraordinario WC del quehacer político mexicano.
La sabiduría, por lo tanto, es la comprensión avanzada que una persona tiene de un asunto. Si un hombre completa una licenciatura en Literatura, obtiene un doctorado en Letras alemanas y asiste a diversos seminarios, es probable que desarrolle sabiduría en materia literaria. Esto querrá decir que sabe mucho sobre la temática. Pero Andrés Manuel lo sabe perfectamente bien, ponerse ese emblemático chaleco de la sabiduría no va más allá de aplicarse con su acento lingüístico y de no saber hablar el idioma inglés. Él ya lo confesó, “yo no sé hablar inglés”.
Entonces, ¿qué sentido tiene elegir a un mortal que a pesar de mantener mareadas y enajenadas a las clases más necesitadas para su peculio, que de ante mano los estadistas anglosajones se lo “comerían vivo” al firmar tratados internacionales de alta responsabilidad? Pues ninguna, porque con Andrés Manuel López Obrador sería el cuarto sexenio perdido, como cuando se inició esta debacle con Vicente Fox, pasando por Felipe Calderón y finalizando con Enrique Peña Nieto.
Ahora bien, volviendo al terreno nacional, MORENA es una Junta de Notables, ungida por auténticas plagas humanas, saturada de pelafustanes y por cartuchos quemados que fueron expulsados del Partido Revolucionario Institucional (PRI), donde conforman una mezcla “prefecta” de materias orgánicas políticas descompuestas que, de forma inteligente, ahora son utilizadas por López Obrador como abono de hostilidad.
Este efecto se refleja por la deserción de traidores y apátridas que solo llegaron al quehacer político por mera coyuntura sin ofrecer mayores elementos o programas alternativos en beneficio de la nación, sino por el contrario, prefirieron “huir cual viles ratas humanas de dos patas” para “respaldar” los oscuros conflictos de intereses del Movimiento Regeneración Nacional, el cual será considerado como el permanente basurero político mexicano y hasta del propio alto Poder de la Mafia del narcotráfico.
No por ociosidad han aparecido a lo largo de ancho de la capital del país y en el interior de la República, degenerando la regeneración de la NarcoMorena que, cuando menos 15 años, ha sido todo un misterio el origen de los recursos con los que se ha mantenido Andrés Manuel López Obrador dentro de la política, sobre todo como “presidente legítimo” con todo y gabinete, y desde hace lo menos 11, una y otra vez el político tabasqueño y su gente han sido vinculados con personajes del narcotráfico; esa industria sin chimeneas generadora de cuantiosas e incomprobables fortunas.
Un puntual trabajo del columnista Ricardo Alemán, acerca a la punta del iceberg del dos veces perdedor a la Presidencia de la República y de los hombres y mujeres que han conformado su equipo y que han estado demasiado cerca de personajes del hampa, como para negar su relación con el narcotráfico, acciones que podrían hacerle perder su posicionamiento en todos los sentidos políticos y judiciales. [email protected]