Mendicidad supina

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Vladimir Galeana

Cuando alguien se distingue por su mendicidad, es porque tiene por encargo provocar daño en los demás, lo que es una deformación del verdadero significado de la palabra. La mendicidad según la Real Academia de la Lengua es la situación de la persona que no posee otros ingresos para vivir que los que le proporcionan las limosnas.

También es la acción de mendigar, es decir, de solicitar el apoyo y la ayuda de los demás. Pero en México tenemos por costumbre señalar a alguien como “méndigo” cuando se dedica a provocar daño en los demás, y eso implica una actitud denostativa producto de la aversión de quienes reciben el maltrato o la vejación, o el calificativo que merecidamente adquiere quien asume ese tipo de conductas.

Provocar daño en los demás es una cualidad que tienen los delincuentes, también los que poco aprecio muestran por los demás, los que buscan aprovecharse de la circunstancia y aquellos cuya finalidad es que los demás padezcan por sus actos o actividades. Por eso me permito en esta colaboración afirmar que la actitud de los miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación es rayana en la “Mendicidad Supina”, que acudiendo al significado de la Real Academia de la Lengua es la cualidad negativa que es muy grande o que está en su grado máximo. No me casaré de  afirmar en este espacio que los presuntos maestros están predispuestos para provocar daño en los demás, y así lo demostraron cuando al intentar recuperar una de las escuelas que los padres de familia decidieron tomar en el Estado de Oaxaca, hirieron con arma blanca a una madre.

El delincuente está identificado, pero las mendigas autoridades del estado, sometidas vergonzantemente por los imbéciles y supuestos mentores, no harán nada que afecte su relación con la delincuencial organización magisterial, o que despierte la ira de las hordas que piensan que todo lo merecen y pueden hacer al amparo de su impunidad. Esto que le pasa a México es producto del temor o de la falta de decisión de quienes nos gobiernan, y que provocan el desgobierno por no aplicar el estado de derecho y fincar los delitos que han cometido para responsabilizarlos de sus actos.

Podrán decir misa, pero lo cierto es que han abdicado de su responsabilidad para someter al arbitrio de las leyes a esas hordas delincuenciales que se dicen maestros. El fin de semana se dedicaron a sabotear a los comercios que se adhirieron al programa impulsado desde la esfera gubernamental y que se realiza una sola vez al año: El Buen Fin. Bloquear el acceso a los comercios para que los mexicanos no aprovecharan las ofertas con la finalidad de dañar a los empresarios, habla de la infinita pobreza de su raciocinio, pues los únicos que resultaron dañados fueron aquellos que guardaron sus ahorros durante mucho tiempo para adquirir a precios rebajados los productos que requieren sus familias. A eso llamo mendicidad supina, a la forma de causar el mal sin mirar a quien, porque de lo que se trata es de causarlo nada más. Alguien me señaló: “desear que se pudran en el infierno es algo que no entra en mi razonamiento, mejor que se pudran en la cárcel”. No me apena decir, que estoy completamente de acuerdo. Al tiempo.

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