Aquiles Córdova Morán
Desde estas mismas páginas he informado a mis posibles lectores de las agresiones a mano armada que han sufrido, en las últimas semanas, los dirigentes antorchistas en el estado de Puebla. He mencionado como ejemplos relevantes el asesinato de Manuel Hernández Pasión, presidente municipal antorchista de Huitzilan de Serdán, y el intento de linchamiento de nueve jóvenes activistas en el poblado de San Pedro Zacachimalpa, una junta auxiliar del municipio de Puebla conurbada con la capital del estado. Aunque poco, también he hablado de la otra vertiente de los ataques y agresiones que sufren los antorchistas poblanos. Me refiero, en concreto, a las acusaciones falsas, adventicias y hasta ridículas de una buena mayoría de los medios informativos poblanos; a las versiones distorsionadas, exageradas o simplemente inventadas que propalan sobre los sucesos e incidentes en que se ven involucrados los antorchistas; a la descarada parcialidad con que recogen y publican todo lo que dañe su imagen pública y su reputación personal, al mismo tiempo que niegan un espacio mínimo, a veces incluso pagado, a la réplica y al derecho de legítima defensa de los acusados. Finalmente, me refiero también al odio con que presionan a las autoridades para que, tomando como verdad incontestable su versión de los hechos, repriman y encarcelen a esa “plaga social” que es el antorchismo.
Para ilustrar esto que digo, permítaseme retomar el caso del condenable asesinato (tan condenable como el de Manuel Hernández Pasión y de cualquier ciudadano que pierda la vida a manos de criminales) del señor Aarón Varela Martínez, precandidato de MORENA a la presidencia municipal de Santa Clara Ocoyucan, Puebla, según el dicho de los medios, quien fuera encontrado muerto en el interior de su vehículo el 1° de marzo del año en curso. Pues bien, bastó que alguien dijera que se trataba del precandidato a la alcaldía de Ocoyucan (cosa que nadie se ha ocupado en documentar hasta hoy) para que todos los medios a una se lanzaran contra los antorchistas, acusándolos de ser los responsables del crimen y exigiendo al Gobierno del estado su encarcelamiento. Sus escasos correligionarios encabezados por el candidato morenista al gobierno de Puebla, Miguel Barbosa, y seguidos por algunos vecinos y familiares, también se han sumado a la acusación con la misma exigencia: ¡cárcel para los asesinos antorchistas!
Como prueba elocuente (pero no única) de lo que afirmo, entresaco algunas perlas del artículo de Pablo Ruiz Meza, director de Milenio Puebla, publicado el 6 de marzo de los corrientes y titulado “Sospechosismo”. Luego de aludir a los asesinatos de Manuel Hernández Pasión, presidente antorchista de Huitzilan de Serdán, y de Aarón Varela Martínez, precandidato en Ocoyucan, dice Ruiz Meza: “Casualmente, en estos dos casos violentos, está involucrada Antorcha Campesina, organización que gobierna ambos municipios”. O sea que, para Ruiz Meza, no hay diferencia entre uno y otro crimen; no importa nada que Manuel Hernández sea antorchista y Varela, según él, enemigo de Antorcha; tampoco importa que los asesinos de Manuel estén plenamente identificados y en la cárcel, mientras que en el caso Varela está lejos de probarse el “involucramiento” de nadie en el asesinato, puesto que su esclarecimiento está lejos de haberse concluido. Su lógica es irrefutable: Antorcha “gobierna” en ambos municipios; por tanto, está “involucrada” en ambos crímenes. O dicho con más claridad, es la culpable de ambos asesinatos. Aristóteles se volvería a morir de envidia si resucitase para conocer las brillantes deducciones del director de Milenio Puebla.
Pero eso no es todo. Palabras adelante Ruiz Meza asegura que Antorcha aparece “invariablemente involucrada en hechos de violencia en municipios que gobierna…”. ¿Cuáles municipios? ¿De qué hechos de violencia hablamos? ¿Por qué no se aportan siquiera unos cuantos casos concretos, que deben existir en abundancia según el dicho de Ruiz Meza, para tranquilidad de su conciencia y de la de quienes creen en sus infundios? Pues no, no se aporta uno solo. La ausencia de pruebas llama más la atención que el carácter amarillista de la acusación. Pero esta calumnia ridícula le era necesaria al periodista para dar sustento a su acusación en contra de los nueve jóvenes que estuvieron a punto de ser linchados. Dice Ruiz Meza: “Recientemente, una ocupación ilegal de terrenos en la junta auxiliar de San Pedro Zacachimalpa, en la ciudad capital, provocó violencia. Los habitantes del lugar se enfrentaron con el objetivo de evitar que los antorchistas se apoderaran de un predio”.
En esta parrafada no hay siquiera una brizna de verdad. La alquimia verbal de Ruiz Meza trastoca y desmiente, incluso, las versiones del resto de la prensa, que habló de “desalojo de unos departamentos ilegalmente ocupados por los antorchistas” y de un “intento de secuestro” de alumnos de la primaria Mariano Matamoros de Zacachimalpa, pero nunca de ningún intento de invasión de predio. Y en efecto, no hubo ni hay ni habrá tal predio; todo es fruto de la mente perturbada de Ruiz Meza, que así justifica el intento de linchamiento de nueve jóvenes inocentes, para cumplir la encomienda de sus patrocinadores.
Sigue Ruiz Meza: “No hay casa, edificio de departamentos, terrenos ejidales, urbanos o bienes intestados en el estado (¡ojo! en todo el estado) que no sea objeto de una ocupación ilegal por militantes de esta agrupación”. Otra vez provoca asombro cómo es que, habiendo casos y ejemplos de sobra, en todo el estado, de los delitos denunciados, no se mencione uno solo de ellos para probar tan escandalosos abusos. Esto es bazofia mediática, deshonestidad desvergonzada o una vaciedad cerebral que debería llevar al director de Milenio Puebla a solicitar unas prolongadas vacaciones.
Sigue otra estulticia (¿o tal vez locura?) sobre las “flotillas de vehículos de lujo” en que se mueven los dirigentes antorchistas, para culminar con otra perla: “Solo en Tecomatlán, la cuna del antorchismo, un helipuerto está dispuesto para el ascenso y descenso de los máximos dirigentes”. Mucha gente, literalmente mucha, incluidos algunos gobernadores, funcionarios y candidatos que han arribado en helicóptero a Tecomatlán, saben bien que allí no hay ningún helipuerto, pues ellos han tenido que aterrizar en una cancha de futbol o en un campo de beisbol, que esos sí existen para educación y recreo de los jóvenes que estudian en la cuna de Antorcha. Y bueno, ya metidos en gastos, no está de más preguntar a Ruiz Meza: ¿y qué pasó con los helicópteros señor Ruiz Meza? Porque es del más elemental sentido común que, si hay helipuerto, debe haber aeronaves que lo utilicen. ¿O es que debemos creer que los líderes antorchistas tienen helipuerto pero no helicópteros? Mentir así, señor Ruiz, es no tener el mínimo decoro personal y ni siquiera sentido del ridículo. Pues ¡que le haga buen provecho!
Pero, como dije, Ruiz Meza es solo un ejemplo, bastante representativo eso sí, de lo que ocurre con la gran mayoría de la prensa poblana. Esa prensa, con su distorsión de los hechos, con sus acusaciones descabelladas sobre departamentos invadidos y “secuestradores antorchistas”, tendió una cortina de humo para ocultar a los sicarios que estuvieron al frente del operativo, para enlodar a jóvenes que tuvieron que cargar con ese estigma cuando aún no se reponían del trauma por su secuestro, y para mandar un mensaje intimidatorio a sus padres. Y al culpar a las víctimas, también justifican y encubren la inacción de la justicia poblana, que hasta hoy no ha movido un dedo para descubrir y castigar a los agresores.
Esta alcahuetería mediática no es inocua; da sus frutos envenenados, el más obvio de los cuales es la impunidad, que alienta a los criminales a repetir sus agresiones. Ovidio Celis y varios de sus compañeros han recibido nuevas amenazas contra su vida y la de sus padres si persisten en su labor humanista y social. Estas amenazas han creado una atmósfera asfixiante en las familias de los muchachos, y es eso lo que me empujó a ocuparme nuevamente del tema. En otro artículo dije que no tengo certeza sobre los autores intelectuales de los ataques y esa es la verdad. Pero conforme pasa el tiempo, queda cada vez más clara la intención política de las agresiones. Se busca intimidar a los concursantes antorchistas, desprestigiarlos y derrotarlos de antemano para evitar que accedan a la representación popular. Si a esto sumamos lo que se conoce sobre los diarios que más nos atacan, Cambio y La Jornada de Oriente como he dicho, no es pecar de “sospechosismo” al estilo Ruiz Meza, pensar que son los intereses políticos de sus directores y propietarios los inspiradores de la guerra de intimidación.
El gobierno de Puebla nos sigue debiendo al Antorchismo Nacional el castigo de los asesinos intelectuales de Manuel Hernández Pasión. El ataque a los nueve jóvenes fue perpetrado por sicarios cuyo líder es bien conocido por sus amplias relaciones con el poder público. ¿Qué espera la Fiscalía para proceder conforme a derecho en este caso? Los antorchistas nunca hemos sido partidarios de la venganza ni de la justicia por propia mano; pero sí somos tercos y persistentes en la defensa de nuestros derechos. A eso nos atendremos también en esta peligrosa coyuntura.