Héctor Silva Islas
Un amigo conocido como “tío wicho” un año después de que se casó, hace 40 años andaba buscando un cuarto donde vivir porque su situación era un poco penosa trabajaba como obrero hasta la vía Gustavo Baz, así que recorriendo la colonia Moctezuma encontró un letrero que decía se renta cuarto de azotea a matrimonio sin niños; aunque el edificio se veía muy deteriorado y lúgubre decidió junto con su esposa que lo acompañaba, tocar el zaguán para ver si se lo rentaban.
Salió la portera a quien saludaron explicándole que deseaban rentar pero ella les dijo aunque rento un cuarto hasta arriba del edificio no puedo dárselos a ustedes porque su mujer se ve que está embarazada y cuando nazca su criatura va a molestar a los vecinos con su llanto, además déjenme decirles que allí espantan, los inquilinos anteriores se han ido por eso aunque dos o tres se han aguantado por un año yéndose a vivir a buenos lugares, no sé de dónde han sacado dinero al parecer la suerte les ha favorecido.
“tío wicho” pensó que esto se los contaba para que desisitieran de rentar pero su necesidad lo obligó a insistir, haciendo que la señora portera aceptara a final de cuentas. Se cambiaron de inmediato llevándose a la suegra de él a vivir a ese cuartito. Su suegra le empezó a comentar que en el transcurso del día, mientras cosía con su máquina de pedal y su hija dormía hasta tarde, miraba sombras en la pared frente a ella que la hacía suponer que alguien pasaba por detrás de ella, le decían que eran imaginaciones, pero después de un mes “tío wicho” al meterse a bañar a las cuatro de la mañana y abrir la regadera invariablemente escuchaba el llanto de un bebé, lo que hacía suponerle que la portera había hecho otra excepción al rentarle a otro matrimonio con un hijo.
Pero algo más inaudito le empezó a suceder, pues el bebé después de llorar un rato se callaba y empezaba otra vez, pero en lugar de llorar hablaba con groserías demasiado fuertes, lo que hacía ruborizarse a “tío wicho”, quien se lo comentó a su esposa, la cual no podía comprobarlo porque el bañito era muy pequeño para que cupieran los dos, más estando embarazada, “tio wicho” tuvo que apechugar estos momentos terribles de escuchar a diario las groserías de un bebé después de llorar. cuando cerraba la regadera, el bebé dejaba de hablar.
Así transcurrió un año y “tío wicho” empezó a tener mucha suerte al grado que pudo cambiarse de domicilio con su pequeña familia a la colonia Jardín Balbuena, donde yo lo conocí y le llegue a preguntar de qué manera le llegó la suerte?… a lo cual evadió responderme.
