Carlos Ugalde Sixtos
En días pasados volvió a salir a flote el autoritarismo del presidente de México. Ahora fue con motivo de la destitución de Gonzalo Hernández Licona como Secretario Ejecutivo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Resulta que dos meses antes de que eso ocurriera, se había estado negando a llevar a cabo una serie de medidas de “austeridad republicana” que emanaban de la presidencia y…como no se acató, lo renunciaron.
Dichas medidas consistían básicamente en despedir a 18 directores generales adjuntos y recortar 20% de la estructura del organismo autónomo lo cual equivalía al despido de 64 personas. A lo cual él declaró, en entrevista con el semanario Proceso, que “si aplicamos la austeridad exactamente como dicen, el Coneval va a tener graves problemas de operación”. Cuestionó el recorte al programa de estancias infantiles, la eliminación de Prospera y la “abierta desconfianza hacia estructuras de la sociedad civil que, sumadas a la austeridad, podrían afectar a los más vulnerables e ir contra la política de “primero los pobres”, impulsada desde el gobierno federal.” Estima que para que el gobierno no solo transfiera recursos a los beneficiarios de los programas sociales, sino también invierta en salud y educación (y en Obra Pública le agregaría yo), se necesita una “política redistributiva más agresiva”, que consistiría, en otras palabras, en la realización de una reforma fiscal progresiva. Ésta última idea, está integrada, por cierto, en el modelo económico que plantea el Movimiento Antorchista desde hace ya algunos años y constituye uno de los cuatro ejes fundamentales que se proponen para levantar la economía mexicana.
Por otra parte, Hernández Licona menciona que sería un grave error desaparecer al Coneval, ya que, argumenta, se parece en algunos aspectos al INEGI, pero sus funciones son muy distintas aunque acepta que son complementarias. Si desaparecen al Coneval, el gobierno de la 4T se estaría privando de una medición exacta de la pobreza en sus diferentes manifestaciones, lo cual le impedirá dar tiros de precisión en el combate a la pobreza, si es que realmente quiere hacer realidad aquella frase de “primero los pobres”.
En síntesis, para mi humilde y modesta opinión, la destitución de Hernández Licona evidencia que el autoritarismo de AMLO sigue avanzando. Y si en los próximos meses se consuma la desaparición del Coneval, el presidente ya no tendrá que repetir una de sus frases célebres: “yo tengo otros datos”. Y así podrá decir en sus mañaneras las cifras que a él más le plazcan, sin dar oportunidad a nadie de poder rebatir sus dichos con la información objetiva de un organismo como el Coneval. En fin, todo esto apunta, como podrá concluir el amable lector, a que el gobierno morenista encabezado por AMLO se dirige, de manera acelerada y muy diáfana, hacia posiciones nada democráticas, sino más bien autoritarias y dictatoriales en donde lo que diga el Sr presidente será ley universal absoluta. Algo así como el relato aquél que nos contaba que un gobernante preguntaba la hora y uno de sus asistentes le contestaba la que usted ordene señor. Si AMLO escuchara las críticas que han hecho los funcionarios que le han renunciado, como el del IMSS y el de la SHCP y los que él ha despedido como Hernández Licona, y modificara, aunque sea en un porcentaje mínimo, su política económica de acuerdo a esos señalamientos concretos y argumentados, otro gallo nos cantaría. Pero para ello AMLO tendría que hacer a un lado su vanidad y su prepotencia, lo cual realmente creo que está en chino. Es como pedirle peras al olmo.