Sin punto y coma
Vladimir Galeana
Andrés Manuel López Obrador aprendió muy bien las mañas empleadas por los gobernantes populistas del Cono Sur del Continente para engañar a la gente con
predicas reivindicatorias, y alcanzar el poder por el poder mismo. Para decirlo de otra manera, el populismo no se trata de un movimiento de justicia social, por el contrario, es una nueva forma de dictadura con el beneplácito del pueblo, que utilizando el recurso de la propagación del odio y rencor contra los regímenes pasados, se ha enquistado en varias partes del Continente.
Eso fue lo que hicieron Hugo Chávez, Cristina Kirchner, Evo Morales, Juan Orlando Hernández de Honduras, Luiz Inacio Da Silva “Lula”, y otros más en el sur del Continente y en la región Centroamericana. Caso especial merece la permanencia de Daniel Ortega en Nicaragua, quien encabezara una parte del llamado Ejército Sandinista de Liberación Nacional y que cuando llego al poder rompió con sus compañeros para quedarse tres mandatos. Por desgracia de los nicaragüenses sigue siendo el hombre fuerte.
Habrá que señalar que el populismo es una tendencia que busca atraer a las clases populares, aunque en algunas corrientes de las ciencias sociales es concebido como una ideología que se basa en la diferenciación y la oposición dualista entre el pueblo y la élite, y tiene una predominancia entre sus principales liderazgos de diversos planteamientos emocionales que operan por encima de los racionales. El término populismo se ha utilizado en este país de forma retórica con la finalidad de denigrar a los adversarios.
Hay quienes señalan que es un término que se utiliza para la definición de fenómenos políticos distintos, y que agrupan a alguien que mantiene un perfil autoritario, misógino, de derecha y xenofobo, como es el caso de Donald Trump. Algunos estudiosos del tema incluyen en la misma referencia a la expresión política española que representa “Podemos”. Pero también hay que señalar que en América Latina el populismo tiene una larga trayectoria y sus principales exponentes no han salido bien librados del juicio de la historia.
Sin lugar a dudas la mayor expresión populista de este Continente es el gobierno chavista enquistado en Venezuela, y los yerros de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro han sido el rasero con el que se ha venido midiendo de la misma forma a otros gobiernos de tinte populista en la región. Hoy los mexicanos hemos tenido que aceptar que el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales le han cambiado el rostro a este país, pero su vocación autoritaria lo ha llevado a la radicalización social.
Por desgracia la siembra del odio es una de las partes más recurrentes entre las huestes incontrolables que acompañan al tabasqueño. El mismo ha promovido durante muchos años esa diferenciación entre unos y otros, al epitetar a quienes no pensamos igual de forma despectiva como “fifis”. El sembrador del odio ha mostrado y demostrado que la polarización social es una parte importante para alcanzar el poder. Así lo hizo durante años y lo seguirá haciendo porque piensa permanecer muchos años al frente del país. La pregunta es: ¿podrá? Al tiempo. [email protected]