Nietzsche, el Iconoclasta, un Nihilista aristocratizante

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José Luis Aguirre & Jesús Miranda

 

Más allá del bien y del mal es la negación de los valores la moral, un espejismo retórico que obstaculiza la aproximación a la realidad con la percepción de un pensamiento predispuesto mediante el dogma.

La iglesia, utilizando como instrumento a la filosofía cristiana, se ha encargado de corromper al mundo occidental, el pecado, traducido al atentado contra los valores en el sentido axiológico, es digno de negociación dentro de la posición cristiana, basta con aceptar a Cristo como “tu salvador”, o arrepentirte de los hechos más atroces antes de morir, para obtener la salvación del alma, la iglesia impone el diezmo como parte de la condición para la obtención del perdón y el perdón es la coyuntura ideal como fórmula de corrupción de la conciencia.

Nietzsche (filósofo alemán del siglo XVIII) sostiene que el cristianismo es una religión de los esclavos, es el platonismo para el pueblo.

En todos los tiempos se ha querido mejorar al hombre, en una franca conversión de la bestia para aproximarlo a lo divino, autoproclamándose el sacerdote como consignatario de esa tarea de domesticación a la bestia, para mejorarla y hacerla menos peligrosa.

Si se le debilita se le hace menos peligrosa, imprimiéndole el sentimiento del miedo y del dolor, miedo a la condena y al dolor de la crucifixión, se les convierte en una caricatura de hombre enjaulado en las espantosas ideas del remordimiento y la conmiseración de sí mismo, imprimiéndole odio contra sus instintos (el sexo y los placeres), lleno de desconfianza hacia todo lo que seguía siendo fuerte y feliz, por ende enfermo de la psique, atado a la cruz del sufrimiento, porque su mundo no era este, sino el reino de los cielos y en consecuencia se le condiciona para sufrir la explotación y el dolor, la humillación de ser abofeteado y encadenado a la cruz, por el solo hecho de disentir o contraponerse a las ideas imperantes, todo esto como parte conformadora de un sistema penal, de control y dominación, la misión es enfermar la psique humana, bajo la apariencia de haber vuelto mejor la condición humana, pero en la realidad la atmosfera cristiana ha construido un escenario de hospital y de cárcel en un mundo enfermo, por ende todos los medios por los cuales se ha querido hasta ahora hacer a la humanidad, más moral han sido hasta ahora radicalmente inmorales, ahí tenemos a la cárcel al Derecho y a la religión, expresiones de poder que embrutecen al actuar en pro de la mediocridad bajo el influjo de dos grandes narcóticos; el alcohol y el cristianismo.

Nietzsche propone aprender a ver, a pensar, a hablar y a escribir, es tanto como saber bailar con los pies, con las ideas, con las palabras y con la pluma. Considera que toda moral y religión es un imperativo basado en la idea del pecado original, de la razón y la sin razón inmoral, parte de la ideología del control y dominación, imprimiendo al sujeto una carga de remordimiento para proyectarlo en el roll de un orden, al surgir como la expresión de un acto reprobable para imprimirle el deber de rechazar instintivamente a la sensualidad y al sexo, bajo la exigencia de su rechazo para obtener la virtud.

Se expresa al cristianismo bajo una moral salvajemente recalcitrante o cuando un pueblo se entrega al lujo, camina hacia la perdición, por la necesidad de tener estímulos cada vez más intensos y frecuentes, se agota a la naturaleza, y se traduce en un ser enfermo, sin embargo lo que proyecta la degeneración de los instintos, es el error con digresión de la voluntad, bajo la óptica de una expresión de la voluntad libre, porque para Nietzsche, tener los pies ligeros constituye el primer atributo de la divinidad, y la esclavitud cristiana te aleja del árbol de la ciencia, donde se alza este bosque, se encuentra siempre el paraíso, más allá del bien y del mal las ganas de burlarse son síntomas de salud.

El hombre ha proyectado fuera de él tres hechos internos: la voluntad, el espíritu y el yo, de éste último concepto extrajo al ser y determinó que las cosas existían de acuerdo con la imagen que tenia de sí, mismo y como un entendido en términos de causa, el concepto de cosa no es más que el reflejo de la creencia en el yo.

Sin embargo el error metafísico es la concepción del espíritu en términos de causa haciéndolo como medida de la realidad y darle el nombre de Dios como una causa imaginaria que obstaculiza se averigüe el origen de las cosas, buscando reducir el conocimiento a una explicación psicológica para producir una sensación de poder, porque lo desconocido implica peligro, inquietud y preocupación es preferible contar con una explicación cualquiera, que no tener ninguna, para librarse de representaciones opresivas, las representaciones opresivas en el sujeto son bien aprovechadas por la Iglesia en la creación del infierno y del diablo como amenaza para el ejercicio del control y la dominación con la palabra de Dios.

El escritor Giovanni Papini considera a esos entes como míticos, aunque para la iglesia y la simplicidad de los ministros religiosos, llevar en boca a “Dios Nuestro Señor”, milenariamente han explotado la ignorancia del conglomerado al citar que por “órdenes” de Dios, se debe hacer tal cosa alejándolos del mal. Hasta donde se tenga idea, no existe un Dios antiestético que atente contra la vida de la humanidad, pese a las históricas bélicas batallas europeas.

Pero el apologista lucifereño rechaza toda creación del místico poderoso del cielo, conduce su ideología pragmática en que la maldad es representada por El Diablo. Dios y El Diablo –cómplices para el dominio de la ignorancia terrenal-, jamás han dejado de ser artículos de venta espiritual, imbuidos en la corrupción negociadora de estampitas y crucifijos, frente a escenarios lúgubres que son los interiores de las iglesias. El italiano rompe todo esquema de credibilidad para quienes hayan leído La Biblia, ese decreto celeste milenario que ha sido controversial entre lo que es la realidad y las quimeras religiosas.

El instinto de causalidad condicionado por el sentimiento de miedo, se rebusca una causa que tranquilice, libere y alivie, excluyendo lo nuevo o lo no vivido o extraño, por lo que buscamos como causa un tipo de explicación escogida y privilegiada, para aliviar el sentimiento que produce lo extraño, mediante condicionamientos, la esfera de la moral y la religión ingresan a ese perímetro de causas imaginarias, la moral aparece como una idea envenenadora y calumniadora de la vida, las pasiones y los sentidos aparecen como causas de culpas y malestares, y los sentimientos agradables se afirman determinados por la confianza en Dios, o buena conciencia determinada por la virtud cristiana de fe, esperanza y caridad.

Tal estado de ánimo, son traducciones de sentimientos de placer o de dolor, a un dialecto falso entrando la moral y la religión al campo de la psicología del error y se confunde la verdad con el efecto de lo que se cree que es verdad, así mismo, se confunde un estado de conciencia con lo que causa ese estado.

El error, es el error de la voluntad libre que se basa en todo intento de buscar responsabilidades bajo el instinto de querer juzgar y castigar, atribuyendo a la voluntad las intenciones y a los actos las responsabilidades, por un determinado modo de ser, la voluntad inventada esencialmente con la necesidad de castigar, queriendo encontrar culpables, es una óptica de la vieja psicología de la voluntad que se debe a la existencia del hecho producido por sus autores, pretendiendo de irrogarse el derecho de imponer castigos, por la voluntad divina, siendo Dios a quien dé inicio le confieren ese derecho, precisando que el origen de toda acción se hallaba en la conciencia.

Los inmoralistas iconoclastas como Nietzsche, pretenden con todas sus fuerzas, eliminar los conceptos de culpa y castigo, en contra del mundo teológico, que esgrime la idea del hombre moral bajo una metafísica cristiana de verdugos.

Es absurdo tratar de encaminar al ser hacia un fin cualquiera, porque el hombre ha inventado la idea del fin, pues en la realidad no hay finalidad alguna al formar parte del todo, somos en el todo nada que se pueda juzgar medir o comparar y condenar nuestra existencia, pues ello equivaldría a juzgar, medir comparar y condenar el todo.

No se puede atribuir el modo de ser a una causa primera en que el mundo no sea una unidad, por lo tanto se restablece la inocencia del devenir, debiendo negarse la responsabilidad de ese devenir para redimir al mundo contra todo Dios y contra todo Diablo, evitándose la ilusión del juicio moral, ante la interpretación errónea de la moral sobre determinados fenómenos, porque el juicio moral corresponde a un nivel de ignorancia que no aparece en el concepto de lo real y solo se encuentra en el imaginario, en el pragmatismo de lo irreal.

Por otro lado lo que llaman moral, bajo el discurso de la cría de una raza y especie determinada, no es más que condicionarlo en términos de hospital y de cárcel para neutralizarlo.

En el cristianismo como sistema, conjunto de ideas y de opiniones sobre las cosas, el eje central es la creencia en Dios y si se desvanece esta, todo queda destruido a partir de la idea de que el hombre no sabe ni puede saberlo por si, la idea de lo bueno o lo malo y que solo Dios lo sabe, siendo la moral cristiana un mandamiento de Dios fuera de toda crítica y de todo derecho a la crítica, no debiendo pasar por alto que esta deidad es gran demandante del amor humano y condena a quien lo rechace. Por ende hay una renuncia al libre albedrio, y en ese instinto a la conservación humana, los miedos domestican al hombre para buscar su acercamiento con la deidad. Por eso el poeta Vallejo señala con toda razón “Oh Dios por qué no fuiste hombre para ser mejor Dios”.

El hambre de ser Dios se trastoca en diabólico, pero lo diabólico es Dionisiaco y forma parte de un todo, permitiendo la existencia de lo Apolíneo, Dionisio combate el aburrimiento mediante un sistema emotivo y amplificado, en una perspectiva visual que el hombre Apolíneo no puede comprender ante su falta de emociones, la mixtura de todas las formas y emociones conforman el conjunto universo, en donde lo satánico es tan bello, como la expresión dionisiaca de la música y esa conjunción es una descarga completa de emociones que se complementan: Por eso Baudelaire anula toda carga moral, para construir sus poemas diabólicos con expresiones dionisiacas, debiéndose concluir que nada nos limite, que nada nos oprima, para alcanzar el sentimiento más elevado de potencia y seguridad en el gran estilo que es el hombre, permitiéndonos el lujo del escepticismo, constituyéndonos en los ateos más firmes ante la búsqueda de un “Dios” más superior, mas vagabundo y más flexible que el Dios mismo, porque ser dichosos es la fórmula que Prometeo enseña al mundo y a pesar de sus cadenas a la piedra, luchar por romperlas a cualquier precio para cumplir su consigna histórica de entregar el fuego a la humanidad.

 

(*) José Luis Aguirre Huerta & Jesús Miranda Granados

Abogados de Profesión

Móvil: 55 2261 6525

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