La Ley, escudo de papel frente a gobernantes abusivos

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Por: Aquiles Córdova Morán
 
Ya los mayores sabios del Renacimiento y la Ilustración pensaban que ningún hombre sobre la tierra es lo suficientemente bueno, recto y libre de prejuicios e intereses mezquinos como para decidir sobre la libertad y la vida de otros hombres. Don Miguel de Cervantes, que es uno de esos sabios, lo dice de modo insuperable en la famosa aventura de Don Quijote y los galeotes:
Cuando Sancho Panza vio a 12 condenados a galeras, que iban ensartados en una cadena como las cuentas de un collar y custodiados por una guardia armada, dijo a su amo: “…esa es cadena de galeotes, gente forzada del rey, que va a las galeras”. “¿Cómo gente forzada? –respondió Don Quijote– ¿Es posible que el rey haga fuerza a ninguna gente?”. Aquí tenemos el primer punzante dardo contra la justicia de todos los tiempos. “No digo eso –aclara Sancho– sino que es gente que por sus delitos va condenada a servir al rey en las galeras de por fuerza”. Pero Don Quijote no se deja convencer: “En resolución (…) como quiera que ello sea, esta gente, aunque los llevan, van de por fuerza, y no de su voluntad”. “Así es, dijo Sancho”.
Con permiso de los custodios, el caballero interroga a los primeros galeotes: uno robó un cesto de ropa blanca, otro delató a sus cómplices en el tormento, otro más no tuvo diez escudos “para untar la péndola (pluma) del juez”, otro era alcahuete, etc. “De todo cuanto me habéis dicho, hermanos carísimos (nótese la plena identificación de Don Quijote con los galeotes) he sacado en limpio que (…) podría ser que el poco ánimo que aquel tuvo en el tormento, la falta de dineros de este, el poco favor de otro y, finalmente, el torcido juicio del juez, hubiese sido causa de vuestra perdición y de no haber salido con la justicia que de vuestra parte teníades.” Don Quijote, pues, no duda de que la justicia asiste a los galeotes, que estos son víctimas inocentes de sus circunstancias y culpa por su condena al “torcido juicio del juez”. Añade: “Todo lo cual (…) me está diciendo, persuadiendo y aun forzando a que muestre con vosotros el efecto para que el cielo me arrojó al mundo y me hizo profesar en la orden de caballería que profeso, y el voto que en ella hice de favorecer a los menesterosos y opresos de los mayores”. Así pues, los reos no son para Don Quijote más que “menesterosos y opresos” de los poderosos de su tiempo.
Antes de hacer uso de sus armas, trata de persuadir a los custodios para que los liberen voluntariamente: “…quiero rogar a estos señores y comisario sean servidos de desataros y dejaros ir en paz (…) porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres. Cuánto más señores guardas (…) que estos pobres no han cometido nada contra vosotros. Allá se lo haya cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al malo ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello”. Vemos aquí que el inmenso genio de Cervantes, que corre parejas con su humanismo, niega a los hombres en general el derecho a “hacer esclavos a quienes Dios y naturaleza hizo libres”; apela a la solidaridad del pueblo armado con el pueblo oprimido por el poderoso y afirma que los “hombres honrados” no pueden ni deben ser “verdugos de los otros hombres”. En otras palabras: quienes juzgan y encarcelan a los débiles no son los “hombres honrados” sino los perversos y sinvergüenzas que castigan el delito ajeno mientras cometen los suyos impunemente. Y opina que solo Dios es suficientemente bueno y justo para juzgarnos, premiarnos o castigarnos.
Estas palabras cervantinas tienen hoy plena vigencia en México. El uso faccioso de la ley con fines distintos al de impartir justicia, su aplicación sesgada para cobrar venganzas y reprimir a los opositores políticos, son hechos cotidianos, que brotan todos los días por todas partes y a todas horas. Quienes hacen esto no son los mejores hombres del país, los “hombres honrados” que dice Cervantes, sino, justamente como nos previene, gente perversa y carente de autoridad moral para juzgar. Los antorchistas estamos sufriendo una encarnizada persecución “legal” por delitos inexistentes, absolutamente prefabricados; y aunque no lo haga exclusivamente por su libre y espontánea voluntad, el hecho probado es que Miguel Barbosa Huerta, gobernador (?¡) de Puebla, es la punta de lanza de este ataque artero a nuestras libertades y derechos. Y, ¿quién es Miguel Barbosa visto a través de la lente cervantina? ¿Cuáles son sus credenciales éticas y morales para tratarnos públicamente como delincuentes contumaces?
 
Como dije en artículo anterior, este Savonarola que pide la hoguera para los antorchistas, ha sido señalado como dueño de una mansión valuada en treinta millones de pesos, propiedad que omitió en su declaración patrimonial, lo que constituye un delito según la normatividad vigente. El “testigo colaborador” del momento, Emilio Lozoya, señaló a Barbosa como culpable de haber recibido de su mano un soborno por 100 mil dólares a cambio de controlar a su bancada en el Senado (era coordinador de los senadores del PRD) para que no se opusiera a las “reformas estructurales” de Peña Nieto. Hemos exigido y seguiremos exigiendo que el “señor gobernador” sea investigado con todo rigor por tales presuntos y graves ilícitos. Pero hay más. MILENIO del 20 de agosto asegura que Barbosa “fue borrado” en la declaración escrita de Lozoya. ¿Quién lo borró o quién ordenó borrarlo? ¿Por qué? Sea como sea, esta maniobra gangsteril no demuestra su inocencia sino todo lo contrario: prueba elocuentemente que Barbosa y sus amigos saben que es culpable y lo “borraron” para salvarlo de una investigación judicial que probaría su delito. Pero esto también constituye un delito grave que debería ser esclarecido y castigado.
Suma y sigue. El 21 de agosto, MILENIO dijo que, al enterarse Barbosa de la acusación de Lozoya, “…raudo y veloz, puso en marcha una estrategia de contención que incluyó mensajes directos a los celulares de millones de poblanos. Desde el pasado miércoles, y a través de mensajería instantánea, el gobierno del Estado de Puebla comenzó el envío masivo del video titulado ‎«Barbosa votó contra la reforma energética: Checa el video que lo prueba. NO te dejes engañar»‎”. Sigue MILENIO: “Al mismo tiempo puso a trabajar una pauta publicitaria gubernamental que alcanza los 19.8 millones de pesos, es decir, 25% del presupuesto total de la Coordinación de Comunicación y Agenda Digital del estado”. Así pues, Barbosa se ha gastado, como mínimo, 20 millones de pesos del dinero público para “limpiar” su imagen, o sea, para su promoción personal, lo cual también es un delito que debe ser sancionado con todo rigor.
Y hay más. El diario digital alcancediario.mx publicó el 26 de agosto la nota de Gerardo Pérez, “Florencio Madariaga, encarcelado por asociación delictiva, el operador de Barbosa para armar expedientes vs Esparza, Manzanilla y antorchistas”. El texto empieza así: “¡Que viva Chiapas y la 4T! ¿Por qué…? Por una sencilla razón: «El grupo Chiapas», de dicho y hecho, se apoderó del gobierno de Puebla; ellos ordenan y mandan, gritan, vociferan y cesan a quien no acate sus órdenes; no hay poder que los frene o contenga, pues todo lo ejecutan a nombre del mandatario estatal.” Según el reportero citado, el “grupo Chiapas” es “el grupo compacto de Juan Sabines Guerrero”, ex gobernador de Chiapas y cuya campaña fue coordinada por Miguel Barbosa, enviado por Andrés Manuel López Obrador, entonces dirigente del PRD. “… ahí nace una amistad, que conservan hasta el día de hoy, Juan Sabines-Miguel Barbosa.” Pero ¿quiénes son los “tres reyes magos” que hoy gobiernan en Puebla? Esto dice Gerardo Pérez.
El primero es Yassir Vázquez Hernández, ex presidente municipal de Tuxtla Gutiérrez, quien renunció al cargo acusado de desvío de recursos del erario municipal. Llegó a Puebla para coordinar la campaña de Barbosa en la capital. El premio es la Subsecretaría de transporte del estado a pesar de estar inhabilitado por una orden de aprehensión según la causa penal 153/2015. El segundo es Raciel López Salazar, ex procurador de Justicia y Fiscal General del estado de Chiapas durante 10 años seguidos. Salió del cargo “en medio de señalamientos de corrupción, persecución y presuntas ligas de protección con la mafia de trata de personas.” Hoy está al frente de la Secretaría de Seguridad Pública, designado por su amigo Miguel Barbosa.
El tercero es Florencio Madariaga Granados, ministro sin cartera que despacha en el Edificio Ejecutivo del CIS. Según Gerardo Pérez: “Ahí está el bunker del poderoso dueto chiapaneco: el «secretario sin cartera» Florencio Madariaga y el «secretario con cartera» Raciel López. Don Florencio hace las funciones del –inexistente– Secretario de Gobernación, David Méndez Márquez y del –gris– consejero jurídico Ricardo Velázquez Cruz”. Madariaga fue detenido por la Interpol en febrero de 2006, en Madrid, acusado por el gobierno de Chiapas de asociación delictiva y malversación de 900 millones de pesos. Estuvo preso en España un año y siete meses y, extraditado a México, pasó dos años en una cárcel de Chiapas hasta que lo sacó de ahí su amigo Juan Sabines Guerrero que lo premió, primero, con una notaría, y luego con la presidencia del Consejo Estatal de Derechos Humanos. Hoy, Madariaga Granados es el que “arma e integra las carpetas de investigación contra Fernando Manzanilla, Jorge Benito Cruz Bermúdez, Juan Celis y Soraya Córdova”. “Y le ordena al Fiscal General del Estado Gilberto Higuera Bernal, que los presente y sean ejecutados”.
Hoy sabemos, con toda seguridad, que la solicitud de orden de aprehensión contra la compañera Rosario Sánchez Hernández y otras dos personas, fabricada en este búnker, fue denegada dos veces por el juez ante la absoluta inconsistencia de las acusaciones, y tuvo que concederla en una tercera ocasión por órdenes directas del gobernador Barbosa. Y bien: estos son los “personajes” que acusan, juzgan y sentencian a quienes tienen la desgracia de caer bajo su férula; en estas manos está la justicia que imparte el gobierno de Barbosa a toda la ciudadanía poblana. ¿Tenía, o no, razón Don Quijote al liberar a los galeotes por considerarlos mejores que sus jueces?
 
 

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