Por: Aquiles Córdova Morán
Para todos los periodistas que, por convicción o por encargo, han atacado al Movimiento Antorchista Nacional (Antorcha Campesina), es algo fuera de duda, una verdad de dominio público, su carácter de grupo corporativo, mercenario y delincuencial. Por tanto, les parece superfluo aportar pruebas de sus propias acusaciones. Quizá por esto también, todos hacen oídos sordos o ignoran olímpicamente las razones, hechos y argumentos que todos los antorchistas en capacidad de hacerlo hemos opuesto puntualmente a cada una de sus acusaciones e injurias, muy repetidas pero nunca probadas por nadie.
Los antorchistas de todo el país hemos sostenido, con hechos y argumentos de buena ley, que el grotesco amasijo de mentiras y despropósitos con que se nos ensucia y desacredita fueron elaborados con la clara intención de usarlos como proyectiles de lodo e inmundicia para emporcar nuestra imagen pública y desnaturalizar nuestros verdaderos propósitos. Sabemos bien que detrás de todo eso están quienes se sienten dañados y ofendidos por los reclamos legítimos de los más necesitados, organizados, concientizados y encabezados por los antorchistas; que es el costo inevitable de la congruencia entre discurso y acción, de la tenacidad y la fidelidad inquebrantable a la causa de los más débiles y desprotegidos de la ciudad y del campo. Por eso decidimos hace tiempo dar la batalla con igual firmeza en el terreno mediático; no ceder un ápice de nuestro derecho a la legítima defensa y desmentir puntualmente cada uno de los ataques mientras podamos hacerlo, seguros de que la verdad acabará imponiéndose tarde o temprano.
Tras la liberación de los galeotes que tan mal le pagaron, y apremiado por su fiel Sancho Panza para que escaparan de la Santa Hermandad, Don Quijote cedió a sus ruegos con estas palabras: “Naturalmente eres cobarde, Sancho, pero, porque no digas que soy contumaz y que jamás hago lo que me aconsejas, por esta vez quiero tomar tu consejo y apartarme de la furia que tanto temes, mas ha de ser con una condición: que jamás en vida ni en muerte has de decir a nadie que yo me retiré y aparté de este peligro de miedo sino por complacer a tus ruegos; que si otra cosa dijeres mentirás en ello, y desde ahora para entonces y desde entonces para ahora te desmiento y digo que mientes y mentirás todas las veces que lo pensares o lo dijeres”. Siguiendo esta lección de entereza moral, nosotros decimos a quienes nos persiguen y calumnian que cuantas veces lo hagan mentirán en ello; que ayer, ahora y siempre han mentido, mienten y mentirán toda las veces que lo digan o lo piensen, y que los desmentiremos una y otra vez, aunque aparenten ignorarnos.
Paso al ejemplo de que habla el encabezado de este artículo. El periodista Jorge Zepeda Patterson, cuya ilustre existencia ignoraba hasta hace poco, en su columna Rehilete de fecha 1 de noviembre, se defiende de colegas suyos que, dice, le cuestionan “con extrañeza y con un dejo de reproche” que se mantenga como “el único columnista que escribe a favor de López Obrador”. Aclara primero que no es exacto decir que elogia siempre al Presidente, que no siempre está a favor suyo, y luego pasa a exponer razonadamente cuándo y en qué casos ha manifestado y manifiesta su coincidencia con López Obrador. Con tal fin, va contrastando lo que a su juicio ha cambiado o está cambiando para bien del país, con lo que ocurría en sexenios anteriores. Es en este contexto que ubica lo que copiaré en seguida: “Pero ¿cómo estar en desacuerdo con alguien que se ha impuesto llevar internet a las localidades rurales y una sucursal bancaria a toda cabecera municipal, para hacer participar a millones de marginados de algo que usted y yo consideramos indispensable? ¿Cómo no coincidir, en lo general aunque no en los detalles, con alguien que se atreve a entregar los recursos a los productores sin hacerlos pasar por los chantajistas de Antorcha Campesina y similares…?” Muchas cosas insostenibles hay en estos breves renglones, pero por ahora solo me interesa hacer notar la forma intempestiva y artera en que lanza el ataque y el insulto hiriente al Movimiento Antorchista Nacional.
Este modo arbitrario de acusarnos e injuriarnos ya ha sido empleado en más de una ocasión anterior por este columnista; y la verdad es que yo ignoro si tiene la experiencia y el conocimiento suficiente, de primera mano, de la realidad del México profundo. No sé si es un verdadero estudioso, por ejemplo, de la pobreza y la desigualdad que reinan en regiones como la Sierra Tarahumara en Chihuahua, la Sierra Negra y la Sierra Norte en Puebla, la Montaña guerrerense o las miles de comunidades indígenas en los Altos de Chiapas y en el Soconusco, donde realizan su trabajo cotidiano los activistas del Movimiento Antorchista. Ignoro si sabe de qué habla cuando asegura que la llegada de internet y la edificación de una modesta casita con el rimbombante título de Banco del Bienestar, donde los miserables acuden a cobrar (no siempre con éxito) una mísera ayuda de 1,500 pesos bimestrales, harán un cambio sustancial en la espantosa miseria de esos lugares de pesadilla.
Lo que sí es manifiesto en las columnas suyas que he leído, es que Zepeda Patterson es un periodista de ideas claras, de inteligencia despejada y, hasta donde puedo juzgar sobre esto, de rectas intenciones. Me sorprende por eso que no aplique nada de eso al referirse al Movimiento Antorchista Nacional. Creo que, en realidad, no sabe nada ni conoce directamente nada de lo que es y de lo que hace Antorcha Campesina en las comunidades, pueblos y colonias más miserables y olvidadas en todo el territorio nacional. En consecuencia, que nunca ha visto por sí mismo los resultados tangibles y fácilmente comprobables de nuestro trabajo de 46 años. ¿De dónde saca, entonces, la seguridad con que nos califica de chantajistas? ¿Ignora que ese calificativo, aplicado a las organizaciones sociales, no es una caracterización objetiva sino un insulto fabricado en el sexenio de Vicente Fox para criminalizar la protesta popular y justificar su negativa a “tratar con organizaciones”? ¿Ignora Zepeda Patterson que esta postura reaccionaria, que es también la de López Obrador, es una clara violación a las garantías constitucionales?
Por otra parte, es seguro que conoce la definición legal de chantaje; que sabe bien la manera en que la ley tipifica este delito. ¿Qué rasgos propios del chantaje ha comprobado en nuestra conducta para acusarnos con tanta seguridad de chantajistas? ¿Por qué se los ahorró ahora y en sus trabajos anteriores? Parece que Zepeda Patterson no se diferencia mucho de sus compañeros de oficio de cuya incomprensión se queja, pues igual que ellos, basa su ataque en lo escrito o dicho por otros antes que él, sin fijarse en que ellos tampoco presentaron ninguna prueba propia, sino que se apoyaron, a su vez, en lo dicho por otros con anterioridad. Y así uno después de otro, hasta cerrar el círculo, hasta volver al punto de partida, al primero que lanzó la calumnia, que tampoco probó nada. Para una mente despejada como la suya, es fácil entender que ese método de “prueba” no prueba nada; o prueba, cuando más, que todos comparten el odio y el temor reaccionarios al pueblo organizado o que obedecen a las mismas órdenes. Es posible que Zepeda Patterson se apoye en el dicho del presidente López Obrador, que lleva años acusando a la “antorcha mundial” de haber robado parte del dinero de programas anteriores destinados a los grupos más necesitados. Pero este camino tampoco prueba nada si, como es el caso, la fuente originaria no ofrece pruebas verificables de su acusación. Hemos pedido al Presidente, una y otra vez, pruebas de sus dichos; pero hasta hoy no tenemos nada parecido a una respuesta.
En su reciente gira por Veracruz, el Presidente repitió su ataque, y el antorchismo jarocho se preparó para protestar contra el agravio infundado. Para desactivarlos, un alto funcionario de la 4ª T, perteneciente al primer círculo del Presidente, habló con el dirigente estatal de Antorcha para “explicarle” el fondo de la acusación presidencial: al recibir el gobierno y revisar los programas de transferencias de dinero en efectivo como “Prospera”, “Sesenta y más” y otros, descubrimos que más de la mitad de los recursos, es decir, miles de millones de pesos, nunca llegaron a la gente. Entre los operadores figuraba Antorcha Campesina. Pero mi equipo y yo hemos comprobado sin lugar a dudas que a ustedes solo los usaron “de tapadera”, que fueron políticos muy encumbrados los que orquestaron la maniobra y se quedaron con el dinero. ¿Por qué nos sigue atacando el Presidente? preguntó el líder de Antorcha. Es que resulta difícil decirle la verdad después de que se ha comprometido tanto con el error. Pero en algún momento tendremos que decírselo, fue la respuesta.
Respondo de la verdad de lo que aquí digo. Me abstengo de identificar al funcionario porque no fue conmigo la reunión, pero el dirigente en Veracruz lo hará en caso necesario. Antorcha nunca miente, ni siquiera en defensa propia. Sí debo decir que su explicación me resulta absolutamente creíble. Para mí, no es difícil aceptar que haya habido gente capaz de echarnos la culpa para ocultar a los verdaderos beneficiarios del fraude. Tengo dos buenas razones para creerlo. Primera: como hemos aclarado al Presidente, el Movimiento Antorchista jamás manejó ningún programa de transferencia directa de dinero a grupos vulnerables, de donde resulta imposible que nos hayamos robado un solo peso de esos recursos. Segunda: el Movimiento Antorchista jamás ha tenido dueño ni padrino poderoso alguno; nunca hemos sido favoritos ni protegidos de ningún político encumbrado ni de ningún Presidente de la república. Por eso, ningún político encumbrado pudo tener motivos para oponerse a que se nos sacrificara en aras del éxito del fraude monumental de que hablamos. Así que, señor Zepeda Patterson, vea usted que tampoco el “magister dixit” es un método válido para demostrar la verdad de un aserto. Por lo demás, Zepeda Patterson no es el único ni el peor de nuestros enemigos y detractores. Me refiero a él solo porque la forma lapidaria que empleó para infamarnos me parece un buen ejemplo de cómo se pueden prefabricar culpables con facilidad, cuando el poder o la ventaja absoluta están de parte del acusador. No hay más.