BALÓN CUADRADO/Agencias
Jesús Yáñez Orozco
Ciudad de México.- Hubo incontenible llanto de felicidad en cancha y tribunas. Esa que cala en el alma. Ninguna sombra opaca que será un día inolvidable: 30 de mayo de 2021 para Cruz Azul y el futbol mexicano. Hoy La Máquina –con América, Chivas y Pumas, uno de los cuatro equipos más populares del balompié local– exorcizó la prolongada maldición de 23 años y cinco meses sin título de liga.
Y, de paso, rompió con el maleficio del vergonzante verbo cruzazulear, en la cancha del Estadio Azteca.
Hubo, eso sí, mucha pasión y poco espectáculo. Y que rubricó un conato de bronca al final del juego.
Incluso el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador –amante del beisbol, deporte que practica a sus 67 años de edad y aficionado de Pumas, como egresado de la UNAM–, escribió un mensaje de felicitación al equipo y su afición.
En su cuenta de Twitter, publicó:
“Felicidades al Cruz Azul, se acabó el embrujo. Abrazos a los de la casa del dolor ajeno”.
Al final, el 25 por ciento del aforo, unos 22 mil aficionados –de 87 mil que caben–, debido al acceso restringido por la pandemia, coreaban triunfales, lacrimógenos. Y sus voces retumbaban las paredes del Coloso de Santa Úrsula:
“¡Azul, azul, azul…¡”
Y fue gracias a un momento fugaz: al minuto 50, en feroz contragolpe por la bandea derecha, Cabecita recibió un bombón dentro del área grande. Jonathan Rodríguez entró como cuchillo en mantequilla, sin rival enfrente, más que el portero. Disparó potente, inmisericorde. Y estalló el glorioso infierno vestido de azul.
Puso el global 2-1 y regresó la esperanza a los cruzazulinos. Aunque parecía fuera de lugar, el árbitro decretó como válida la jugada.
Era el 1-1 parcial.
Al 37 se instalaron los miedos celestes de nueva cuenta: avance por el centro del campo, Alan Cervantes pasó a Diego Valdés, éste encontró un hueco entre la marca celeste. Se acomodó y sacó, con prodigiosa velocidad, un poderoso zurdazo que dejó sin oportunidad a Jesús Corona.
Aparecía, de nuevo, el tenebroso fantasma de la derrota.
Pero los aficionados salivaban con el título desde el gol del Cabecita.
A diferencia de su histórico partido contra Toluca en la liguilla, que hacía décadas no se miraba en el balompié nacional, hubo sólo pinceladas futbolísticas en 90 minutos de juego que, antes del comienzo, auguraba un grato espectáculo.
Pero que dio al traste la pésima estrategia técnico-táctica del estratega peruano Juan Reynoso –campeón con Cruz Azul en aquel lejano 1977– y peor actitud de los jugadores, confiados, consciente o inconscientemente, en la ventaja del 1-0 sobre su rival en el juego de ida.
Y que permitió al equipo santista –con un rival paralizado por sus propios demonios– tener la manija del encuentro el primer tiempo. Porque, con el empate, acariciaba el título.
Agobiado por lo que miró en la cancha, Reynoso no esperó más y movió su banca en el entretiempo: Santiago Giménez y Yoshimar Yotún por Orbelín Pineda y Roberto Alvarado. Con un centro delantero nominal, Reynoso trataría de recuperar la ventaja en el global.
Y por poco le rendía frutos a la primera jugada ofensiva.
En un trazo largo que Santiago ganó en velocidad, sacó al portero Acevedo. Pero quedó en una posición incómoda por la velocidad de la jugada, para disparar. Centró retrasado por la banda izquierda a Romo. Pero su servicio no fue preciso.
Era el golpe de autoridad que necesitaba dar Cruz Azul para advertir que esta noche no sería igual que las otras.
Hoy se reescribiría la historia.
Así fue.
Pese a la falla de Giménez, Cruz Azul se repuso y logró mecer las redes. Yoshimar Yotún se filtró por el costado derecho y envió un centro para que Cabecita Rodríguez rematara a quemarropa y encendiera la euforia en las gradas.
Alentado por una afición dominada por la alegría y el nerviosismo, los celestes tomaron el control. Incluso generaron peligro. Los Guerreros lograron presionar en el tramo final. Pero, a diferencia de versiones pasadas, resistía La Máquina.
La tensión era tan fuerte que cuando faltaban segundos para el final ambos planteles se vieron envueltos en un enfrentamiento que tuvo que ser controlado por el silbante Fernando Hernández. Sacó un par de tarjetas y las aguas volvieron a la calma.
Fue la única mancha en el partido que extendió un minuto el sufrimiento de los celestes, pero con el silbatazo final llegó el título.
El júbilo estalló en las tribunas.
Así, el guardameta Jesús Corona, con 40 años de edad, logró su primer título de liga en el futbol nacional.
Al término del juego, en una oración colectiva sobre el césped, hincados, abrazándose, los jugadores cementeros agradecieron al Dios del balón el milagro de la novena estrella. Para sumarlo a los que conquistó en las temporadas 1968-69, México-1970, 1971-72, 1972-73, 1973-74, 1978-79, 1979-80 e Invierno-1997.
La anterior coronación de Cruz Azul se dio el 7 de diciembre de 1997. Cuando el peruano Juan Reynoso, su ahora técnico, participó como defensa central en la obtención de ese campeonato.
Ignacio Trelles antes de morir, a los 103 años –24 de marzo de 2020, con el récord de siete títulos de liga en torneos largos, considerado tlatoani del balompié–, se lamentaba, en charla con Balón Cuadrado, en su domicilio de la colonia Tacubaya, que no le tocaría ver campeona a su querida Máquina a la que llevó a dos títulos.
Al fin lo es.