Por: Orlando Franco
Hace unos días en una enriquecedora sobremesa un conocido comensal, por cierto adorador del mesías mexicano, argumentó con fiereza: “la 4T está rompiendo paradigmas”, pregunté entonces que era un paradigma y él contestó de inmediato, son vicios que nos hacen mucho daño, se hizo un silencio muy incómodo y yo entendí que no había materia de debate.
Con una visión reduccionista, no amerita más, un paradigma es un modelo o patrón aceptado por una determinada comunidad. Desde luego existen paradigmas sustentados en la costumbre que eventualmente hacen daño, pero por supuesto que también existen paradigmas que son constantes hilos conductores que nos permiten no perder la cardinalidad.
Un gobernante o un buen líder, que en modo alguno son sinónimos, debe, previo profundo análisis, identificar cuales paradigmas son estructurales y cuales son desgastadas costumbres. Habrá que fortalecer a los primeros y modificar a los segundos. Pensando en los paradigmas que son el basamento del estado, no solo del gobierno, hay que protegerlos y eventualmente fortalecerlos.
Lo que me parece es que el presidente piensa, como su fanático seguidor, que por definición todos los paradigmas son malos, especialmente si nacieron en otras administraciones, si continúa con esa trasnochada visión caerá en una severa desarticulación de instituciones y funciones, está poniendo en riesgo todo el andamiaje del Gobierno.
Por ejemplo, hay que romper el paradigma de que el ejecutivo debe apoyarse en Secretarías con funciones claras y con objetivos determinados, pues así lo hizo, hoy el Gobierno es unipersonal, ningún titular de Secretaría tiene autorización para hacer una sola declaración, todo lo maneja el multifacético Presidente desde la desgastada y aburrida “mañanera”, todo lo sabe, todo lo contesta, incluso temas filosóficos, por ello no es de extrañar que sus intervenciones matutinas, con no poca frecuencia generen risas motivo de espeluznantes improvisaciones, él no es todólogo, y si alguien se lo insinúa es severamente regañado, AMLO es la estrella de la película y no hay espacio para nadie más, es el dueño de todos los reflectores y micrófonos, pero sobre todo es el dueño de la verdad absoluta.
(fotografía Infobae)
Existen muchos otros paradigmas que debe romper, por ejemplo, no debemos pelear contra la delincuencia organizada, a ellos se les vencerá con abrazos, ¿en serio?, la realidad nos dice otra cosa, el país está en manos de los delincuentes, los abrazos no han funcionado y me parece que no van a funcionar. Por cierto, me llama la atención las frecuentes visitas a Badiraguato, una modesta comunidad con menos de 4 000 habitantes, me parece que sería mucho más congruente visitar hospitales con niños enfermos de cáncer o a los lesionados de la olvidada tragedia de la Línea Dorada que le merecieron un rotundo “al carajo”.
¿Y si rompemos el paradigma de cuidar la relación con los EEUU?, obviamente sin ningún tipo de subordinación, la cercanía, en más de un sentido, con los EEUU nos conviene, baste solo mencionar la palabra “remesas”, dinero fresco que mandan los connacionales y que hoy día tanto ayudan a la deprimida economía. ¿Por qué la lejanía con Biden?, ¿de verdad es nuestro enemigo?, ¿en serio le quitamos el sueño?
Y qué tal el rompimiento del paradigma del serio y responsable enfrentamiento al COVID, pues que lo maneje un histriónico y manipulable subsecretario, y no hay que usar cubrebocas y que la aplicación de vacunas, por ciento compradas por el Canciller, sea discrecional; resulta sumamente confuso saber en qué entidades están o a qué rango de edades se están aplicando, o ¿de qué vacuna se trata?, lo puede intentar aclarar López Gatell, o el Secretario. de la Defensa o Doña Rosa Icela Rodríguez, la próxima ocasión podría ser el compañero Fernández Noroña y tal vez nos pueda explicar en dónde están los 20 millones de vacunas que se esfumaron.
(Fotografía Cuartoscuro)
Alejándome de los paradigmas condenados a su desaparición no puedo dejar de mencionar las secuelas de la “consulta”, como lo expresé con antelación, el culpable de este ridículo fue el INE. El risible montaje no funcionó ni con el evidente relleno de urnas, hay múltiples videos que sostienen mi dicho. Aunque López Obrador se diga feliz porque fue un éxito, realmente debe estar preocupado porque la votación de morena y sus aliados en el 18 fue de 33 millones, hace un par de meses bajó como a la mitad y ahora fue de una cuarta parte. Aquello del 40% del Padrón Electoral para hacerla vinculante quedó en la más lejana fantasía.
Entre los paradigmas que orgullosamente dicen que han roto y el ridiculizado “triunfo” de la farsa de la consulta recordé aquella hermosa canción del inolvidable José Alfredo Jiménez en la que, en una de sus estofas aparece; “les diré que llegué de un mundo raro”.
