Arturo Zárate Vite
Es evidente que el Partido Acción Nacional no vive su mejor momento, de otra manera no se hubiera entendido su alianza con el PRI y el PRD en la pasada elección federal. Como toda organización política, no ha estado exenta de escisiones; tampoco ha sabido recobrarse de fracturas.
De la más reciente, sufrida en el proceso del 2018, donde lo abandonaron Felipe Calderón, Margarita Zavala, Ernesto Cordero, Javier Lozano, Vicente Fox, Margarita y Vicente regresaron, a pesar de todo lo que despotricaron contra su propio partido y dirigencia nacional.
Más atrás, también significativa, la salida de Pablo Emilio Madero, José González Torres, Bernardo Batiz, Eugenio Ortiz Gallegos y Jesús González Schmal. Ninguno regresó.
Cierto que en la vida nadie es indispensable, pero al PAN se le han ido cuadros por diferencias internas y decesos, que han dejado espacios que todavía no logran llenar. Se extrañan abogados y tribunos como Juan de Dios Castro y Gabriel Jiménez Remus. La bravura, como la tuvo su padre, de Manuel J. Clouthier. La energía de Francisco Barrio pareció agotarse en el foxismo y en el intento de atrapar los “peces gordos” de la corrupción. Javier Corral comprobó en Chihuahua que no es lo mismo gobernar que estar en la oposición. Germán Martínez se pasó a Morena y ahora ya descubrió que sería mejor senador independiente; se ha caracterizado, por diversos motivos, por dejar a medias sus proyectos. Diego Fernández de Cevallos, si bien sigue siendo influyente, no ha podido eludir el desgaste natural del paso del tiempo y el deterioro de imagen que paga todo político en primera fila, expuesto a la crítica. Tampoco deja de recordarse su actuación como candidato presidencial, su retiro temporal de los reflectores mediáticos, voluntario o involuntario, cuando parecía había rebasado en las preferencias a Ernesto Zedillo.
Santiago Creel se desinfló desde que perdió la candidatura ante Josefina Vázquez Mota; nunca supo aprovechar la ventaja que representaba estar en la Secretaría de Gobernación. A los gobernadores, su dirigente partidista los quiere forzar a que busquen la candidatura presidencial. ¿Desde cuándo es obligatorio ser candidato? Diego Sinhue Rodríguez, no ha podido soltar el lastre que significa la violencia en Guanajuato.
(Fotografía El Heraldo de Chihuahua)
Prueba de la escasez de figuras ha sido el proceso panista para renovar su dirigencia nacional. El actual líder Marko Cortés tuvo que ser reelecto, sin elección de por medio, porque nadie alcanzó la fuerza para competirle.
Hubo críticas hacia su comisión electoral por supuesta parcialidad, nada más que Adriana Dávila y Gerardo Priego no consiguieron ni las 27 mil firmas, mínimo, que se pedían para participar en el proceso interno. En cambio, Marko sumó más de cien mil, incluidas las de los gobernadores azules.
Los panistas están conscientes de que más les vale cuidar lo que todavía tienen como partido, a exponerse a un nuevo rompimiento que sería demoledor para sus aspiraciones en el 2024.
Con Marko a la cabeza podrían volver a considerar la posibilidad de participar aliados en la presidencial, con el PRI y PRD, como lo hicieron en las elecciones intermedias, aunque no les arrojó el resultado esperado. La meta era quitarle la mayoría a Morena en la Cámara de Diputados y no lo consiguieron.
Sin embargo, solos, los saben, el avance hubiera sido mucho más reducido.
Marko, contador público de profesión, ex diputado y ex senador, ya conoce el camino de esta alianza y ha sabido ponerse de acuerdo con Alejandro Moreno (PRI) y Jesús Zambrano (PRD).
Lo que le falta al PAN es candidato. Si no encuentra pronto a alguien más que Ricardo Anaya, que de verdad quiera ser y tenga perfil, sus expectativas por recobrar el poder se alejarán. Es obvio que no es suficiente con apostarle al desgaste del actual gobierno.
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