Por Fernando Belaunzarán
(Fotografía Smart Speakers)
Claudia:
Nos conocemos hace más de treinta años y compartimos trinchera en la defensa de la universidad pública, así que, aunque ahora seas jefa de Gobierno, me permitiré hablarte de tú, como siempre lo he hecho.
Te escribo porque me parece inconcebible que respaldes las infamantes declaraciones de Andrés Manuel López Obrador contra nuestra universidad, mismas que representan una seria amenaza contra su autonomía. No es cualquier cosa que el Presidente la descalifique con pruritos ideológicos y que, desde su cargo, llame a darle una “sacudida”.
Sólo desde la ignorancia se puede sostener que la UNAM es “neoliberal” o se ha “derechizado”. Que el titular del Ejecutivo muestre tal desconocimiento de lo que es y representa es lamentable, pero lo que más preocupa es que los dislates mañaneros alienten su desestabilización con el objetivo de subordinarla a su proyecto político. Contra eso luchábamos siendo estudiantes. ¿Ya se te olvidó? ¿O únicamente valoras la autonomía cuando son otros los que están en el poder?
No es necesario recordarte que la autonomía es una conquista histórica, conseguida por un movimiento estudiantil en 1929 y abrazada por el conjunto de la comunidad universitaria como salvaguarda para pensar, crear, investigar, enseñar, dialogar, debatir y difundir con libertad, ingrediente fundamental para que florezca el conocimiento. En distintos momentos ha sido necesario defenderla ante los embates del presidencialismo autoritario —el régimen que ustedes están restaurando— porque el saber es poder y el monarca sexenal pretende controlarlo todo. Si Díaz Ordaz satanizó el marxismo e inventó una conjura comunista para justificar la represión y descalificar a la universidad y a su insigne rector, Javier Barros Sierra, López Obrador está haciendo lo propio con el neoliberalismo y sabemos que lo suyo es alucinar complots.
La UNAM debe seguir siendo respetuosa de la pluralidad, gozando de libertad de cátedra e investigación, lo cual es incompatible con el maniqueísmo de la propaganda oficial. Es un despropósito someterla al falso dilema de estar con la “transformación” obradorista o ser ¨conservadora”, pues eso no sólo reduce el amplio crisol de la labor académica a un estrecho y muy cuestionable esquema ideológico, abre la puerta a la intolerancia del pensamiento único. Es inadmisible que quieran convertir a la universidad en un centro de adoctrinamiento del partido del gobierno.
Desde 1933 que la UNAM se resistió a servir a una ideología particular, la han presionado con el presupuesto, exactamente lo que tú acabas de poner en la mesa para avalar los exabruptos presidenciales. Sí, el dinero público viene del pueblo, pero éste es muy diverso y ningún gobierno lo representa en su totalidad. A mi maestro Adolfo Sánchez Vázquez le gustaba decir que la universidad es de y para la sociedad, pero sostenía que la mejor forma de cumplir su cometido era siendo autónoma y abierta a todas las ideas.
No estamos sólo ante un desplante, de por sí grave, en el que el Presidente descalifica a los universitarios con prejuicios. La Fiscalía está persiguiendo científicos por disentir de la directora del Conacyt, desaparecieron los fideicomisos que permitían fondear investigaciones, castigan presupuestalmente a la educación, cesan al doctor Alejandro Madrazo, del CIDE, por pedir seguridad laboral para jóvenes investigadores, entre otros muchos agravios.
¿Qué cambió? ¿Por qué ahora estamos en bandos opuestos? Fue una decisión importante apoyar a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988. Pero el ingeniero se reveló al dedazo y ahora tú estás esperando beneficiarte del reciclamiento de ese vetusto mecanismo. Tapados o corcholatas, para el caso es lo mismo. Estás más ocupada en complacer al destapador que en cumplirle a los capitalinos.
Hoy hay más pobreza, desigualdad e injusticia que cuando llegaron al poder y la corrupción e impunidad siguen rampantes, como se acaba de demostrar con la tragedia en la Línea 12. Lo único que les importa es hacerse de todo el poder y no soltarlo.
Me vienen a la mente los cerdos de La rebelión en la granja, de Orwell. Terminaron convertidos en lo que combatieron.
Sinceramente, Claudia, por esto no luchamos.