Vladimir Galeana
Sin lugar a dudas y como lo señala la sabiduría popular, no hay mal que dure cien años ni pueblo que los aguante. Hasta ahora las cosas han ido viento en popa para el Presidente de la República, pero también ya viene la cuenta regresiva y aunque no le guste tendrá que dejar el poder en menos de tres años. ¿Quién lo sucederá? Es difícil señalarlo en estos momentos en que las definiciones todavía requieren de una amplia madurez antes de soltar nombres de posibles precandidatos, pero de cualquier manera puede usted tener la seguridad de que de ahora en adelante las cosas cambiaran drásticamente.
El manual indica que quienes fueron amigos probablemente dejaran de serlo, y aquellos aliados que durante mucho tiempo privilegiaron las amistades, tendrán que elegir con quien y como en el futuro cercano. Ese es el sino de un sistema político como el nuestro, donde la lealtad comienza a flaquear desde el momento en que se da el banderazo de salida para aquellos que aspiran a la cúspide del poder. Al cabo del tiempo se terminarán amistades duraderas, se dejarán de lado las promesas y los juramentos, pero sobre todo, se acumularán los enconos y se comprarán voluntades con esa valiosa moneda de cambio que significa el poder.
No hay plazo que no se cumpla, y puede usted tener la seguridad de que ese poder presidencial que Andrés Manuel López Obrador ha detentado en estos años comenzará a disminuir aun cuando siga pretendiendo marcar el rumbo del país y la ruta de su gobierno. Si algo podemos decir es de que de ahora en adelante el Presidente de la República cohabitará con otras expresiones de poder antes de definir quien será su sucesor. Siendo sincero, no creo que pueda tener todos los hilos de la decisión, aunque será renuente con aquellos que hasta ahora le han manifestado una gran lealtad.
Pero si de algo podemos tener certeza es de que hará todo lo posible por colocar a alguien que le tenga mucha lealtad y obediencia ciega, porque ese es el patrón que han utilizado sus antecesores, pero también se tiene que preparar para irse a la chingada, a ese pedazo de tierra donde dicen sus hijos que sacarán una inmensa fortuna con su marca de chocolate. Desde luego que tendrán una inmensa fortuna, porque esa fábrica servirá de parapeto para señalar que su riqueza es parte de ese éxito empresarial y no del hurto de los caudales públicos. Lo que no entiende Andrés Manuel López Obrador que la protección será única y exclusivamente para él, no para los hijos, por lo que tendrán que prepararse para responder las múltiples acusaciones que seguramente recibirán.
Ese será el precio de haberlos incluido en las cuotas de poder y en la gestión de negocios al amparo de la administración de su padre. Y desde luego que podemos tener la seguridad de que entre los factores del poder político, empresarial y gubernamental Habrá muchos reclamos por los excesos de los llamados “trivagos”, porque son Tres hijos que nunca han trabajado y que por ahora detentan una
considerable fortuna venida de no sé donde, pero, que nunca han pretendido ocultar, por el contrario, la presunción ha sido la característica principal de los hijos presidenciales.
Como dice el argot popular, en México el que la hace la paga, y quien lo está haciendo con la finalidad de empobrecer aún más a los mexicanos, es el padre de esos muchachos llamados los “trivagos” que de cualquier forma no lograrán evadir los epítetos del vulgo una vez que sean simples ciudadanos. Cada quien llega a tener lo que merece a base de su capacidad para hacer amigos, y hasta ahora Andrés Manuel López Obrador y sus hijos no cuentan con amigos, todos los que los rodean se irán retirando cuando se tenga que rendir cuentas, y podemos tener la seguridad de que la lealtad se les escurrirá entre los dedos de la mano. Al tiempo.
