Me choca decir: “se los advertí”, pero se los advertí. En este mismo espacio el lunes 3 de marzo de 2014, hace nueve meses, escribí en la Columna: “Fuera de control las guardias comunitarias” en Michoacán, y como “bajada” “Riesgo innecesario para el país civiles armados autorizados”… y el tiempo dio la razón.
Con la autorización de Enrique Peña, de Miguel Osorio Chong y del Gobernador de facto, Alfredo Castillo, emisario de Peña y amigo personal, pomposamente a las guardias comunitarias les dieron derecho de corso para portar armas, incluso de grueso calibre, para “ayudar” a las fuerzas policiacas estatales, constitucionalmente instituidas, ante la ola de inestabilidad y masacres contra la población, en aquel entonces y ahora también, para contrarrestar las incursiones de Los Templarios y de la Familia Michoacana.
El mandatario “habilitado” desde Los Pinos, con la anuencia de Bucareli, Alfredo Castillo, se ufanaba de que de manera conjunta “los autorizados” y las fuerzas de seguridad michoacanas contrarrestarían los ataques de los guerrilleros y asesinos que tenían –y tienen- en la ingobernabilidad a Michoacán, pero como siempre, los priistas, criticaron y se mofaron de la guerra fallida de Felipe Calderón; la incapacidad se les revirtió y ahora en Michoacán, con Castillo Cervantes, al frente del Estado, su guerra también falló, y apenas hace una semanas, en La Ruana, 11 muertos, en un tiroteo de grupos insurrectos, se confirma que ni Castillo, Los Pinos, Bucareli, ni la Gendarmería, pueden contra el crimen organizado en la tierra de “Tata Lázaro”.
Y digo 11 muertos, de hoy, pero son miles, muchos miles más, con familias destrizadas, viudas, huérfanos, etc. el resultado de una incapacidad que ha enlutado a miles de familias.
Entre los 11 muertos referidos, se encontrón a Manuel Mora, hijo de Hipólito Mora, Comandante (autorizado por el Gobierno Federal) de la Fuerza Rural de Michoacán, en el enfrentamiento entre la Fuerza Rural y sicarios de Luis Antonio Torres, “El Americano”, líder del Cártel H3, en La Ruana.
Bueno… mientras esto sucedía, en la Ciudad de México, el gobernador de facto de Michoacán, Alfredo Castillo, de manera despreocupada, irresponsable, “valemadrera”, anda de shopping, en la exclusiva Avenida Mazaryk –la 5th Aveneu mexicana- comprando ¿qué cree?, ¡acertó!.. un Rolex, en la lujosa joyería Peyrelongue de Mazaryk, en Polanco.
Mientras el Gobernador 1 de Michoacán, pues el 2, creo que se llama Salvador Jara, un cero a la izquierda, paseaba de lo lindo de compras, le valió un cacahuate la masacre, pues sabía la existencia de rencillas personales entre Hipólito, padre y “El Americano; Castillo Cervantes jamás hizo nada para evitarlo.
Pero no sólo es la masacre de La Ruana, la presencia y acción de la Familia y los Caballeros Templarios, el desquiciamiento social, económico y la inseguridad en la entidad que colocan a Michoacán en el segundo lugar de miedo, temor, desestabilización e incluso ingobernabilidad, detrás de Guerrero/Acapulco, que los tienen al borde de la quiebra de los prestadores de servicios turísticos y el comercio.
Muchos amigos michoacanos, entre ellos colegas periodistas como los hermanos Hidalgo, Ricardo y Jorge, me dicen que no sólo es el pavor de cubrir sus actividades profesionales, o pasear y caminar por las calles de Morelia con la familia, la causa de su temor por un eventual ataque de grupos subversivos, o de las hordas irracionales de los “maistros” de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), o de quienes se han colgado de la desaparición de los mercenarios de la Normal Rural de Ayotzinapa, que sin medir consecuencia agreden a la sociedad, ante la pasividad de la autoridad.
De que le sirve al PRI tener 2 gobernadores en Michoacán: Alfredo Castillo y Salvador Jara, pues de los dos no se hace uno, sólo basta con mirar el rostro desencajado, demacrado, de miedo y terror del mexiquense, pues la entidad “está que arde”, se incendia un día sí, y otro también, y la dupla nada hace por apaciguar los problemas.
Desde marzo de este año, en que desde Los Pinos se ordenó la desaparición de poderes en Michoacán, y se impuso a Alfredo Castillo, con un cargo ficticio “Comisionado para la Paz y el Desarrollo de la entidad”, las cosas no sólo siguieron igual, sino que empeoraron al sumarse día a día muertos, fuga de capitales locales, cierre de comercios y empresas, ausencia de turismo local y sobre todo extranjero, ante la inestabilidad e inseguridad en carreteras, pueblos, comunidades y centros nocturnos. De plano Castillo Cervantes, está perdido y la paz más lejana, incluso cuando estaba en el poder el PRD.
Michoacán desde que el PRI lo recuperó a través de Fausto Vallejo, no sólo se paralizó, sino se vino abajo, pues el enfermizo e incapaz Fausto, lo descuidó; de suyo atractivo, bello, histórico y turísticamente envidiable, el Estado se convirtió en zona del narcotráfico, de grupos subversivos, de luchas intestinas por las plazas, que con la llegada forzada, por la enfermedad de Vallejo, del exprocutrador de justicia mexiquense, amigo y compadre de Peña Nieto, la entidad se transformó en polvorín, en arena de lucha, en donde el cobro de derecho de piso, por vivir, sembrar, transitar, comerciar, etc. era el denominador común de los grupos guerrilleros que ya tenían en su poder al Estado.
Castillo Cervantes es incapaz, pero desde su llegada como Gobernador de facto en Michoacán las muertes por enfrentamiento de los Carteles se ha incrementado; ¡no puede ni podrá con el paquete!, mientras desde el Centro por necedad o indolencia lo mantienen como títere o monigote de un sistema que se resiste a aceptar que Michoacán, además de Iguala/Ayotzinapa, es la piedra en el zapato que no podrán sacarse nunca.
Tampoco desde el Centro quieren aceptar que los michoacanos, la sociedad, los habitantes, no les interesan, pues suena ilógico que un funcionario fallido, como Vallejo y Castillo, convirtieron en “lucha fallida” el control y desaparición de las células de La Familia y Los Templarios; y lo más lamentable, esa necedad ha ridiculizado a las fuerzas federales: Marina, Defensa Nacional, Gendarmería, en labores no propias de su rango y funciones constitucionales, pues la inestabilidad e inseguridad en Michoacán es manifiesta, es real, es lamentable.
Sólo como un ingrediente adicional a la incapacidad de Castillo Cervantes y su trabajo, siendo Procurador General de Justicia del Estado de México, tuvo en sus manos el caso de la pequeña Paulette Gebara Farah, que nunca aclaró, al que dio “carpetazo” para salvar la imagen política de su amigo Peña, entre otros asuntos de muy dudosa solución.
Pero lo que interesa hoy es Michoacán, del que también ha hecho un desastre y las pruebas están ahí. La Tuta sigue campante por todo el Estado influyendo temor, pánico, miedo, no sólo entre la gente, sino a los 2 gobernadores, sembrando muertos, inseguridad, cobros e inestabilidad en el bello Estado.
*Miembro de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión (ANPERT)