· Y menos se le pudiera considerar a López Obrador, “paladín de la democracia”
· Se avizora triste panorama de una política de represión contra la milicia civil
Blas A. Buendía
Ante la cercanía de que más de 130 millones de mexicanos pudieran liberarse de los peligrosos tentáculos del socialismo que luego se transmuta en un criminal régimen comunista, la presencia del rostro mesiánico del cuerpo de los militares es también un riesgo para la democracia del país.
La administración de Andrés Manuel López Obrador se le puede caracterizar como un gobierno fallido, del cual muchos esperaban un verdadero cambio para beneficio de los connacionales, sino que al muy estilo Luis Echeverría, si bien éste fue el pecador principal de presentar una “alternativa populista”, pecó en lo más ruin de las intentonas de conducir a México por la vía del comunismo.
Generaciones anteriores ya hubieran protestado por este mecanismo de desgobernanza, cuyo objetivo en la actualidad es la de omitir el cumplimiento de normas y decisiones que exige la sociedad, “que para su peor es nada…”, deja a un lado la interacción de las leyes, soslayando la estructura de comunicación directamente con el gobernado.
La masa social siempre se ha preguntado “¿por qué el comunismo no respeta las leyes? La respuesta es sencilla.
…Porque esos caudillos que lucharon para conquistar el poder, ya en sus manos, no cumplen con la encomienda social, sino más bien, se transforman en auténticos monstruos de la democracia, en perseguidores contra políticos que también hayan abusado del poder; o en contra, también de opositores partidistas que mal utilizan los podios de los Congresos populares para atacar verbalmente a quienes manipulan el poder presidencial constitucional.
Obcecado por la transformación estructural de un comunismo criminal, el Presidente de México entiende muy bien los preceptos de que con ese sistema político, que con un modo de organización socioeconómica, entre otras de sus “virtudes” es la de destruir la propiedad común para dejar en pañales a las clases sociales.
El comunismo incluye una variedad de escuelas de pensamiento, y la más plausible del régimen obradorista, es la de seguir recreando universidades a modo, con la falsa visión filosófica de una sociedad comunitaria que atienda los antecedentes platónicos desde el comunismo primitivo, hasta su regeneración o degeneración.
A través de los siglos, el ideario comunista se convirtió, a comienzos del siglo XIX, en un complejo proyecto económico, gracias a las diferentes corrientes del llamado socialismo utópico, del anarquismo y de las ramas obreras del socialismo y comunismo cristiano, rompiendo esquemas el orden social, destruyendo —como lo ha hecho hasta hoy en día—, de todas las instituciones formales.
El peligro que siempre ha prevalecido desde épocas remotas, se cierne en los disfraces de los militares. Ese conjunto de ciudadanos vestidos de verde-olivo, tras bambalinas, están de acuerdo de asestar un golpe de Estado militar, porque con López Obrador —jefe de la mafia del poder rojillo—, existe un aparente acuerdo de que los civiles pudieran transferir el poder al gorilato.
Desde que se tenga memoria, el papel ineludible del lopezobradorismo es modificar el Sistema Político de México, con el establecimiento de una nueva Constitución, a fin de hacer cumplir su arrogancia como máximo jefe de las fuerzas armadas, principal malhechor democrático, y cómplice de la deformación de las instituciones clave del Interior, Defensa y Marina.
Hasta este momento, la Carta de Carranza sigue vigente, y en el último artículo de la Constitución de 1917, que es el 136, establece que “ante cualquier eventualidad social, no perderá su fuerza y vigor, aun cuando por alguna rebelión se interrumpa su observancia.
“En caso de que por cualquier trastorno público, se establezca un gobierno contrario a los principios que ella sanciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad, se restablecerá su observancia, y con arreglo a ella y a las leyes que en su virtud se hubieren expedido, serán juzgados, así los que hubieren figurado en el gobierno emanado de la rebelión, como los que hubieren cooperado a ésta”.
Pese a ello, a López Obrador se le están acortando los tiempos de su sexenio para derogar la Ley Fundamental de Carranza, cosa que en el futuro inmediato quedará en una algarada.
Es decir, no se podrá aprobar ninguna reformas constitucional ya que se requiere de una mayoría de tres cuartas partes del Parlamento mexicano para, —cuán botín de guerra—, asegurar y mantener en manos de los “rojillos”, gran parte de la riqueza del país.
Pero los tentáculos de la corrupción siempre han impedido la aplicación de una democracia plena por parte de los partidos políticos, solo que tanto el Poder del Ejecutivo como el Legislativo, han sido rebasados desde hace mucho tiempo, por la fuerza del pueblo.
Solo se le pide a la población reaccione unánimemente, para dar cauce al nacimiento de una nueva fortaleza civil, que combata con el razonamiento legal, toda incursión del poder del Ejército. Es como plantar en parques públicos “minas antipersonales” que defiendan el orden y la justicia, emanadas de la democracia.
Aun cuando la Fuerza Militar tenga la capacidad de avasallar cualquier revuelta social, desde la quema de viviendas que se consideren principales focos de resistencia y rebelión civil contra los uniformados, para los Estados Unidos de Norteamérica no le convendría por estrategia geográfica, que en México se instalara una estratagema militar rusa, que ponga en peligro la paz del mundo.
El advenimiento ruso y de otras corrientes con un mar de indocumentados, han puesto en jaque mate a la Unión Americana, ya que desde su interior, encabezados por el ex presidente Donald Trump, existe la definición de alterar el orden legal, cuando el comunismo, como avalancha, el presidente Obrador tiene la consigna del Foro de Sao Paulo, acabar con el imperialismo yanqui y la supremacía económica y financiera doméstica mexicana.
El matiz de echar a andar alguna andanada de ataques nucleares con la instalación de misiles rusos en zonas estratégicas de la zona norte de la República, México seguiría cayendo en una profunda crisis política, económica y social, toda vez que hacia su interior, se conjugarían los enfrentamientos entre la fuerza militar contra la insurgencia, aumentando el grado de represión militar contra la oposición civil.
Frente a ese tipo de escaramuzas que vienen sucediendo a diario por parte del narcotráfico que defiende día a día sus parcelas de poder —poder de facto—, el escenario sería caótico porque se presentarían francotiradores del Ejército para atacar a manifestantes, con disparos únicos y mortales en la cabeza.
Aflorarán ante la represión militar, cientos de milicias civiles dispuestas a ofrendar sus vidas por la libertad del país que, pese a ello, estarían organizadas de forma imprecisa en las llamadas fuerzas de defensa del pueblo. En pocas palabras, se avizora un triste panorama de la política de represión lopista.
Si bien la 4T jamás figuró como “guardián de unidad nacional”, el Congreso se rebelaría contra el Ejecutivo, porque habría algunos legisladores destituidos por la oclocracia del gobierno kakistocrático lopezobradorista, los cales saldrían a formar parte de la resistencia civil.
Míseramente y con sentido de valemadrismo, para la juventud, casi insensible, un Golpe de Estado Militar en México, sugeriría el regreso de un pasado casi imaginable, sin Facebook, ni inversiones extranjeras.
El rostro de la catástrofe social está tocando ya la puerta. En todo Golpe de Estado, el poder militar prohibiría el uso revolucionario de las Redes Sociales, se destruiría todavía un tanto más la economía nacional, volviendo atrincherar a toda una nación.
Vale hacer hincapié que los miliares son los más temidos de toda sociedad, los periodistas no tendrían acceso a los tribunales y los abogados de presuntos infractores, tendrían prohibido entablar conversaciones con la prensa.
Las libertades —como lo describiera el secretario general de la ONU, Antonio Guterres—, una vez canceladas, se iniciaría prudentemente una Guerra Civil de proporciones impensables…, que para el gozo del presidente Andrés Manuel López Obrador, su refrán “a mí no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”, le daría “validez” a su bandera como auténtico represor.
Otra de sus rimbombantes frases —que para muchos, es expresión de un auténtico Joker—, “no mentir, no robar y no traicionar”, la sociedad sigue horrorizada por enfrenarse a un mal gobierno, de principio a fin.
“El engaño, la manipulación, la ocultación y el abuso”, son otras de tantas genialidades de este Guasón de Hispanoamérica, cretino de un régimen oligárquico que ha censurado a la prensa y castigado a un pueblo que al conducirlo al poder, sigue practicando un genocidio sin paralelo frente a la globalización, que tarde o temprano, se ordenará el cierre económico del gobierno neo-nazi de López Obrador.
Premio México de Periodismo Ricardo Flores Magón-2021