Por: Raymundo Medellín
Hoy seguramente, como lo anunció Andrés Manuel López Obrador, se reunirá en una comida con la presidenta electa Claudia Sheinbaum, hablarán de temas importantes para los dos; por parte de ahora presidente, de sus anheladas reformas y Claudia posiblemente, sí posiblemente, le hable de la importancia que tienen los mercados para la economía mexicana.
Lo anterior porque Ignacio Mier, especialista en crear infiernitos, indicó que se iban a llevar a cabo las reformas, lo que ocasionó una depreciación del peso ante el dólar, luego, para tranquilizar los mercados, Claudia se reúne con un personaje importante de la economía mundial, luego de haber anunciado que Rogelio Ramírez de la O seguirá al frente de la Secretaría de Hacienda, lo que tranquilizó momentáneamente a los mercados, posteriormente, López Obrador en una de sus mañaneras insistió en sus reformas, ocasionando nuevamente una depreciación del peso ante el dólar.
Esperemos que en la reunión esté por encima de la intransigencia, el conocimiento de la importancia que tiene la economía en estos momentos, porque la fluctuación del peso no puede estar subiendo y bajando.
Hace unos años, creo que fue a fines del siglo pasado, Jorge G. Castañeda escribió un libro llamado “La herencia”, Arqueología de la sucesión presidencial en México, sería bueno que se releyera con el fin de entender en su dimensión el cambio del poder presidencial en México; en el texto cuatro expresidentes: Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo y Pacheco, Miguel de la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari, ofrecen su versión de las sucesiones en las que participaron; de la contraportada del libro en mención, editado por Alfaguara, extraigo el siguiente texto:
“En una de las más irónicas y fascinantes paradojas del mecanismo sucesorio, el instante de mayor poder del presidente, es también el momento de su ceguera máxima. La suma expresión de su poderío consiste en la imposición del sucesor de su agrado, pero ese acto, culminación de años de preparativos, de empeños, de artes y mañas, se consuma en la noche más oscura de su vida: cuando nada ni nadie ilumina el camino ni los escollos por venir.
“La sucesión presidencial mexicana desata toda clase de afanes y codicias descomunales por muchas razones, pero sobre todo por una: hay demasiado poder de por medio. La Presidencia de la República es, o ha sido, la oportunidad única de detentar todo el poder, en todo el país, todo el tiempo, durante un sexenio. Por ese poder -de decisión, de colocación, de enriquecimiento, de transformación, de figuración- bien vale la pena pelear, engañar, robar y matar, y en todo caso, conspirar sin tregua, La única manera de refrenar las pasiones y los intereses en juego, sería limitando el poder en juego; logrando que no se justificaran ni se compensaran tanto empeño, tanto daño, tanta desesperación. Mientras éste no sea el caso, cualquier mecanismo alternativo arrojará las mismas consecuencias y desatará los mismos furores y delirios”.
Un texto que, sin lugar a dudas, cobra vigencia en estos días de confusión en nuestro querido México.