BALÓN CUADRADO
Jesús Yáñez Orozco
Ciudad de México.– A los 54 años de edad, Humberto Chiquita González recuerda –envuelto en el templo sagrado de la nostalgia– cuando salía de su vestidor a mirar el foro del Hotel Hilton, en Las Vegas. Ahí, unas horas después pelearía contra el estadunidense Michael Carbajal. Era marzo de 1993. Se sentía atenazado por los nervios. Le preocupaba que estaba casi vacío el lugar durante las peleas preliminares.
Y temía que fuera un fracaso en el boletaje. Antes de esa noche era impensable que dos pesos pequeños fueran estelares en Estados Unidos. Memorable historia sobre el ring que se decantaría en una célebre trilogía boxística.
Estaban en juego los títulos del Consejo Mundial de Boxeo y de la Federación Internacional en peso minimosca. El público estadunidense no acostumbraba seguir a los peleadores de categorías pequeñas; en aquel país el boxeo más rentable es el de pesos medianos y, sobre todo, los pesados.
“Yo estaba impaciente. Porque había poca gente y nunca habían visto una función de esa magnitud con dos peleadores chicos», recuerda la Chiquita.
Pero lo tranquilizó que conforme se acercaba la hora empezó a llegar el público, y “no sólo los mexicanos, sino muchos estadunidenses sin relación con nuestro país”.
Aquella pelea fue la consagración y la demostración de que dos boxeadores en la escala más baja del gramaje son capaces de dar batallas tan emotivas, o incluso más, que los pesados. El combate fue épico, aunque lo perdió la Chiquita por un inesperado golpe de Carbajal. Pero eso dio origen a una trilogía que hoy se considera todo un clásico.
“Si el sábado estuvieron como estelares Francisco Gallo Estrada y Román Chocolatito González, en parte, es porque nosotros abrimos ese camino”, comenta.
Y detalla:
“No lo digo por presumir, sino porque mostramos la dignidad y calidad del boxeo en pesos menores. Gallo y Chocolatito merecían ese protagonismo y cumplieron”.
No sólo fueron pioneros al atraer la atención de los grandes promotores y de las televisoras de pago por evento. Chiquita y Carbajal también fueron los primeros en recibir un millón de dólares por pelear. Eso era completamente inédito, pues los pagos importantes eran sólo para los peleadores pesados.
“Eso sólo fue por pelear”, recuerda Humberto.
Aparte, precisa, “lo que ganamos del pago por evento, la verdad que fue un salario muy bueno que nunca habían visto peleadores chicos”.
Rememora que lograron innovar con la expectativa que generaron. Con proporción guardada, incluso dice que fueron un antecedente de lo que hoy representa el Canelo Álvarez en el boxeo mundial. El peleador de Neza y miembro del Salón Internacional de la Fama comercializó muy bien su imagen en México y Estados Unidos; vendió todo lo que fuera susceptible de convertirse en mercadotecnia.
¿Fin del César?
Mientras tanto, Julio César Chávez, quizás el más grande boxeador mexicano, habla como si estuviera cansado y melancólico de aquél tiempo pasado que, irremediablemente, no volverá. Hace más de 15 años se retiró de los cuadriláteros.
Pero ha realizado una serie de exhibiciones y asegura que han llegado a su fin. Es como si volviera a despedirse.
Por eso la aparente tristeza.
“No es lo mismo ganarle al costal que subirse al cuadrilátero”, filosofa el legendario ex peleador, quien anunció que ahora sí será su última exhibición, y lo hará ante el hijo de Héctor Macho Camacho, su otrora encarnizado rival.
El combate será el 19 de junio en el estadio Jalisco y con la presencia de público. Una función en la que también compartirán cartel sus hijos Julio César júnior y Omar, quien enfrentará por tercera ocasión al hermano del Canelo, Ramón Inocente Álvarez.
“Todas las pelas de exhibición que hice fueron de beneficio para diversas causas. Esta ya es para mí. Ya me tocaba”, bromea al aludir las que hizo ante otro campeón mundial retirado, Jorge Travieso Arce.
“Ya será la última, mi cuerpo no da para más”, dice como si le pesara despedirse.
“Es un homenaje a Macho Camacho (asesinado en 2012) y será para que recuerden lo que vivimos aquellos años. Ya no queda mucho de eso, la verdad”, afirma con palabras bañadas de añoranza.
Pelear en Guadalajara, el territorio original del Canelo, hace inevitable que muchos los comparen. Uno por su fama incomparable; el otro por su condición de ídolo indiscutible.
“Yo respeto mucho al Canelo por lo que ha conseguido”, aclara.
“Nadie se lo ha regalado y las comparaciones van a existir siempre entre él y yo”, reflexiona.
Julio César Chávez júnior aprovechará esa noche para reinvindicarse, pues admite que los años recientes han sido muy difíciles para su carrera. Advierte que sólo le queda un tramo como peleador.
Pero que serán los mejores momentos en la división de los medianos.