BALÓN CUADRADO
Jesús Yáñez Orozco
Ciudad de México.- Es una de tantas historias de la cultura del esfuerzo que caracterizan al pueblo de México. Un año donde todo mundo sufrió lo indecible durante la pandemia. Algunos, pérdidas irreparables. Otros, la ausencia de empleo, confinamiento, incertidumbre, infierno en la tierra… Por eso, habla en plural, Esteban Bermúdez, nuevo campeón mundial minimosca de la AMB. Y los hace –consciente o inconscientemente– por todos los que vivieron momentos difíciles.
Es tal su emoción que los embarga que no alcanza a describir el momento de alegría al conseguir el título ante el venezolano Carlos Cañizales. Ocurrió la noche del viernes en la Ciudad de México.
El trayecto para esta hazaña fue complicado, con incertidumbre ante la realidad. Pensaba en el boxeo. Pero sobre todo en cómo conseguir dinero para la familia.
“No tuve trabajo en el boxeo prácticamente todo 2020”, resume Bermúdez.
“Tenía que conseguir sobre todo para comer. Aquí y Allá. Donde se pudiera. Un poco vendiendo en el tianguis, otro como taxista y también le hago a la albañilería”.
Llegó a la oportunidad de disputar el título como quien llega a una cita con pocas probabilidades de éxito.
Empezó en 2013 y se alejó de los encordados por tres años. Ruta poco común para alguien que pretende convertirse en campeón mundial y tener éxito en este oficio.
Bermúdez explica que fue justo por lo demandante del negocio y las pocas gratificaciones, por lo cual decidió abandonarlo.
Pero volvió.
Y con nuevos bríos.
La pelea fue difícil y en la esquina no podían ocultar el estrés de un combate que se complica en el transcurso de los minutos.
La emoción tras la contienda contrastaba con la angustia durante los asaltos y en los instantes en los que se aglomeraban en una esquina para dar instrucciones y aliento a Bermúdez.
No fanfarroneó antes de ganar. Reconocía que un peleador invicto como Cañizales es difícil de vencer y sería casi imposible por un nocaut.
Pero en el sexto episodio, el mexicano logró lo que pensaba irreal. Y demolió con un poderoso volado de derecha al venezolano.
“Empecé a boxear, porque en el barrio (en la frontera entre Nezahualcóyotl y Ecatepec, estado de México) nos agarraban de bajada a mi hermano y a mí”, recuerda Bermúdez.
Por eso, resume, “me hice de esta disciplina y hoy soy campeón del mundo. También, porque, aunque llegamos sin nada y nos vamos igual”.
Por eso tiene una obsesiva quimera:
“Quiero dejar algo para mi gente”.
(Con información del diario La Jornada)