Fredy López Arévalo
Andrés Manuel López Obrador izó la bandera anticorrupción como el cáncer mayor en México: ‘Corroe a las instituciones’, acuñó en 19 años de campaña por el país.
Pero la corrupción tiene nombre y apellido. Por lo tanto AMLO no puede ni debe ser omiso, porque entonces su principal proclama será letra muerta.
Muchos son los que piensan que ‘El Peje’ pactó con ‘la mafia del poder’ una especie de armisticio político, un punto y aparte en México.
Pero un ‘borrón y cuenta nueva’ equivaldría a un ‘perdón y olvido’.
Y un cambio de régimen exige más que eso.
El hartazgo ciudadano se reflejó en las urnas. El voto por el MORENA fue, también, un voto anticorrupción. Y fuimos más de 32 millones los mexicanos que sufragamos por eso.
AMLO tiene un gran compromiso social. La transparencia y la rendición de cuentas son un imperativo en México. No puede ni debe aplazarse, menos eludirse, porque sería una muy mala señal para el electorado. Algo así como ‘todo cambió para seguir igual’.
Muchos también son los que piensan en una transición pactada, en arreglos debajo de la mesa, sin sobresaltos bruscos.
Pero eso no es lo que los mexicanos esperan.
Chiapas acusa de faltantes multimillonarios, según reportes de la propia Auditoría Superior de la Federación (ASF).
El diputado federal del MORENA, Guillermo Santiago, confía en que sus demandas ante la ASF sigan su curso. Que no se engaveten las denuncias y que se llegue a fondo en las investigaciones.
Pero todo indica a que en el caso de Chiapas habrá borrón y cuenta nueva. Que quien aun gobierna Chiapas será Senador de la República y que muchos de sus colaboradores y allegados lograron cargos de elección popular, como senadores, diputados federales, diputados locales y alcaldes, aún retorciendo la ley. Es el caso del propio mandatario, y de su ex secretario de Hacienda, Humberto Pedrero, y de su secretario Técnico, Roberto Rubio.
Y que el proceso electoral del domingo 1 julio, por lo menos en Chiapas, fue manipulado y ajustado al antojo y gusto de quien se menciona como el ‘factótum’ en la víctoria electoral de AMLO: el gobernador de Chiapas, Manuel Velazco Coello, quien en un solo reformó cuatro artículos de la Constitución local para irse de Senador y retornar a concluir su mandato en Chiapas, ocupando a la vez dos cargos de elección popular.
Es decir, la transición en México es como una silla coja. Adolece de certeza y lo más seguro es que cauce desencanto entre quienes apostaron al cambio. Ahí encaja el escepticismo del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Los indígenas que se alzaron en armas el 1 de enero de 1994, tienen sus reservas respecto al cambio que AMLO oferta. Según su último comunicado, México solo cambió de capataz.
El esceptisismo expreso del EZLN es una señal -válida- que más temprano que tarde el ‘cambio verdadero’ hará agua y causará desencanto y frustración.
Es un hecho histórico el que en un solo día el Senado de la República sesionó en dos ocasiones para otorgar licencia al senador Manuel Velasco Coello.
Desnudó a MORENA, lo exhibió ante la opinión pública nacional como el partido que debuto con una concertacesión.
Esto fue ante los ojos de México y el mundo, tanto como para interrogarnos, desde ahora, si los mexicanos una vez más fuimos engañados…
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Este texto lo publiqué originalmente el 10 de septiembre de 2018.