Guadalupe Orona Urías
Como seguramente recordarán muchos mexicanos, después de la trágica muerte de la gobernadora Martha Érika Alonso y su esposo, el senador Rafael Moreno Valle, Miguel Barbosa Huerta gana la gubernatura de Puebla en una elección extraordinaria. Martha Erika, a pesar del tsunami morenista del 2018, le ganó a Barbosa; en esa primera elección (julio 2018) Barbosa logró 1 millón 31 mil votos y Martha Érika, 1 millón 150 mil, pero ya en la extraordinaria, donde tuvo que ir solo, sin la ayuda de López Obrador en la boleta electoral, únicamente logra 687 mil sufragios; sólo el 15% de los poblanos con derecho a votar (4 millones 588 mil) lo eligieron como gobernador. En sus diez meses de gobierno se encuentra ubicado en el lugar 28 (de acuerdo con la tabla de calificación de gobernadores de la encuesta Mitofsky de junio de 2020) con el 32% de aprobación; es decir, solamente tres de cada diez poblanos lo aprueban; únicamente cuatro gobernadores están peor calificados que él.
Barbosa se ha considerado a sí mismo como político de izquierda, pues muchos años militó en el PRD, pero lo cierto es que los poblanos no lo recuerdan por haber participado o encabezado al pueblo o sus demandas o a algún movimiento social importante; realmente, como muchos otros políticos que hoy están en Morena, Barbosa se formó como político tradicional en el PRI, y es, como lo platican los propios poblanos y sus más cercanos vecinos, de familia de caciques de la Sierra Negra poblana, e inició su vida de funcionario público con un capital de 15 millones de pesos, según su declaración patrimonial. Del PRI brincó al PRD, pero aún conservando su ADN priista: “Aún se le recuerda en aquel 2012 aplaudiendo y apoyando desde la corriente Nueva Izquierda perredista el triunfo de Enrique Peña Nieto”, escribió un destacado periodista.
Puebla es una de las 10 entidades más pobres del país y, aunque aún Barbosa lleva poco tiempo en el poder como gobernador, se puede vislumbrar claramente que no está gobernando con sapiencia ni para la inmensa mayoría de los poblanos; así lo revela la calificación que le dan sus paisanos, que lo colocan como uno de los peores gobernadores de México. Y, estando así las cosas, tenemos derecho a preguntarnos ¿de dónde saca tanta arrogancia para calumniar, maltratar, amenazar y perseguir a organizaciones sociales y a sus líderes? El gobierno de Puebla, como el mismo federal, se han mostrado incapaces y extremadamente irresponsables para enfrentar la pandemia provocada por el Covid-19; no han podido contener los contagios y el número de fallecidos se sigue incrementando dolorosamente; oleadas de desempleo golpean a millones de mexicanos, y el hambre y la falta de salud acechan sus hogares, pero en lugar de atender la emergencia, el señor se está ocupando en perseguir a quienes encabezan a los poblanos para demandar atención y solución a tan graves problemas sociales.
Apenas la semana pasada se giró orden de aprehensión contra la distinguida dirigente del antorchismo en la ciudad de Puebla, Rosario Sánchez Hernández, acusándola de haber robado despensas del gobierno para repartirlas entre la población. La acusación es completamente falsa; es una maniobra del gobierno de Barbosa para empezar la cacería contra los dirigentes antorchistas de esa entidad, ya que las otras acusaciones que ha inventado no las ha podido sostener, mucho menos comprobar; ahora quiere utilizar una gresca, que sus propios funcionaron provocaron, para inculpar a Rosario (Charis como la llaman cariñosamente sus compañeros poblanos).
Esta persecución de Barbosa contra el Movimiento Antorchista y sus líderes no es nueva; sus calumnias y amenazas han sido permanentes, siempre tratando de inducir a la opinión pública a un linchamiento mediático, político y físico contra Antorcha. Asimismo, su injerencia ilegal para que le fuese negado el registro como partido político al Movimiento Antorchista Poblano (MAP) es muestra palmaria de su inquina y autoritarismo, y de los inicios de un gobierno dictatorial; hace algunos meses escribí: “En aras de evitar que al MAP se le otorgue el registro como partido estatal, el gobierno de Barbosa llega hasta el ridículo en sus argumentos y acusaciones; sus despropósitos y abuso del poder lo llevan a violar la ley, a atropellar las instituciones autónomas tratando de echar abajo los avances democráticos que, después de muchos esfuerzos y luchas el pueblo mexicano ha logrado, cierto que aún con muchas deficiencias y de sortear innumerables escollos. Hoy, en los tiempos de la 4ªT, más autoritarismo y más represión…”. Ahora simplemente empieza a hacer efectivas sus amenazas de cárcel y amoldar a sus intereses las instituciones estatales siguiendo el mal ejemplo del presidente López Obrador.
Como he señalado en otras ocasiones, si han arreciado los ataques y agresiones contra Antorcha y sus respetables líderes es gracias a su crecimiento y fuerza política y electoral que ha alcanzado a nivel nacional, pero en particular en el estado de Puebla. Barbosa debe estar seguro que militan en nuestras filas millones de mexicanos dispuestos a defender su derecho a estar organizados, y que responderán si se atropella el derecho y se coartan las libertades y, peor aún, si se atenta contra la libertad y la vida de sus dirigentes.