Aquiles Córdova Morán
Hace pocas semanas, obligado por las circunstancias, denuncié una vez más la criminal campaña mediática que desde hace 44 años viene librando contra el Movimiento Antorchista una amalgama de fuerzas políticas que se sienten lesionadas, o por lo menos muy incómodas, con nuestra existencia y nuestro accionar cotidiano en demanda de atención a los problemas y carencias de los empobrecidos y marginados por la concentración del ingreso nacional y las consiguientes desigualdad y pobreza que genera.
Puse de manifiesto (y hoy vuelvo a subrayarlo) la curiosa incongruencia de que se nos acuse de agravios contra funcionarios de los tres niveles de gobierno y contra sus respectivas dependencias (chantaje, extorsión, exigencias desmedidas de dinero que siempre se roban –nos robamos– los líderes, toma y cierre de oficinas y secuestro de funcionarios y empleados, etc., etc.) sin que jamás, en ningún caso y bajo ninguna circunstancia, el funcionario o la institución perjudicados se hayan tomado la molestia de respaldar, con las debidas pruebas, la acusación; o de negarla en caso contrario. La prensa hace el trabajo sucio y ellos solo se dejan querer.
Algo semejante señalé en la conducta del PRI, el partido al que hemos pertenecido desde hace treinta años, frente a insultos tales como “brazo armado”, “grupo de choque”, “grupo paramilitar” (¡?), “grupo de golpeadores”, etc., al servicio del PRI. Se antoja lógico pensar, en efecto, que los responsables del partido tendrían que apresurarse a desmentir tales imputaciones; y no tanto por Antorcha, sino porque dañan la imagen del partido mismo. No rechazar infundios como los enumerados, es aceptar tácitamente que en el PRI sí existe ese tipo de estructuras delincuenciales, esos grupos de mercenarios, entrenados y organizados para ejercer el terror y la violencia extralegal contra los opositores. Nadie mejor que el PRI sabe que Antorcha y los antorchistas no somos lo que dicen los medios; y nadie, por tanto, en mejor situación que él para desmentir a los calumniadores. Pero, igual que los funcionarios, han guardado significativo silencio.
La tercera fuente de los ataques, los grupos de “izquierda”, opera con la misma mendacidad y falta de escrúpulos, pero su conducta resulta más congruente y entendible en vista de sus intereses sectarios y excluyentes en el terreno de la lucha política. Por eso, desde el punto de vista que vengo manejando, no hay nada que reprocharles salvo la falta de pruebas y de honradez intelectual de sus ataques. El silencio aprobatorio de funcionarios gubernamentales y del PRI, sumados a la ligereza con que los medios aceptan y publican, como verdades de buena ley, las acusaciones y los descalificativos más descabellados de la “izquierda”, son la base sólida en que apoyamos nuestra conclusión de que no son esos medios, ni sus columnistas, reporteros y opinadores los verdaderos responsables de la guerra escatológica de que somos víctimas, sino precisamente la “izquierda” sectaria, los funcionarios ajenos al interés de los más necesitados y los priistas más conservadores.
Para nosotros, defendernos de estas calumnias, denunciar su falsedad desvergonzada, poner en claro su verdadero origen, sus causas e intenciones, ha sido siempre una tarea de primerísimo orden, un deber irrenunciable en la lucha por asegurar nuestra supervivencia, es decir, nuestro derecho inalienable a existir y actuar, en el marco de la ley y en el escenario nacional, como una fuerza social legítima y representativa de los intereses populares. Y hoy, ante los cambios actuales, ante la presencia en la nueva administración de algunos de los más dogmáticos y ciegos detractores de Antorcha, esta tarea de autodefensa cobra una importancia y una vigencia mayores.
Es en este contexto y con la vista puesta en dicha tarea, que recibo como una bocanada de aire fresco un artículo del Dr. Julio Huato, un distinguido economista mexicano radicado en EE.UU., profesor de economía en el John Jay College de la City University of New York. No es la primera vez que me ocupo de un trabajo del Dr. Huato. Hará unos dos meses lo leí por primera vez en un artículo cuya factura, ponderación y capacidad de penetración del tema, me parecieron extraordinarios y dignos de un comentario que me permití hacer en este mismo espacio. Hoy me vuelvo a encontrar (con cierto retraso) con otro interesante artículo del Dr. Huato aparecido en el portal Medium, con fecha del 11 de junio de 2018; y nuevamente su escrito respira mesura, ponderación y una tenaz voluntad de razonar con rigor y fundamentar con rigor sus conclusiones. Vale la pena leerlo completo. Desgraciadamente, el espacio no me permite glosarlo por entero y tengo que conformarme con tocar la parte conducente a mi tema de hoy.
En un párrafo central del artículo, el Dr. Huato habla de un documental autobiográfico de López Obrador en el cual aparece haciendo una visita a Chimalhuacán, Estado de México, gobernado por Antorcha desde el año 2000, “con resultados para la población trabajadora que, en mi opinión, no solo son visibles y palpables, sino francamente espectaculares”, afirma el Dr. Huato. “En ese documental, AMLO dice que Antorcha es una organización del PRI (cierto) a la que enseguida acusa –principalmente– de clientelismo o favoritismo. Es decir, AMLO sostiene que Antorcha es parcial en su trato, que beneficia a quienes la apoyan políticamente y castiga a quienes no la apoyan. Me resulta difícil racionalizar el evidente fortalecimiento político de Antorcha en el Oriente del EdoMéx en los últimos 20 años como producto del tipo de prácticas miopes que AMLO le atribuye”, razona el Dr. Huato. Añado, por mi parte, que el reciente triunfo de Antorcha en Chimalhuacán, a pesar del famoso “tsunami” morenista, le otorga una legitimidad absoluta al razonamiento aquí expresado.
Sigue un esfuerzo de objetividad muy difícil de encontrar en nuestro medio: “…tengo dos objeciones a esta acusación de clientelismo (moneda corriente del anti-antorchismo) que considero básicas”, previene el Dr. Huato. La primera es que en una sociedad tan desigual económica y socialmente como Chimalhuacán, «…es imposible –repito, imposible– gobernar imparcialmente o “gobernar para todos”». La verdad es, dice Huato, que en condiciones tales, «“gobernar para todos” casi siempre se traduce en gobernar para quienes han estado tradicionalmente arriba en la jerarquía social». Por consecuencia, la queja de que Antorcha ha favorecido a unos haciendo sentirse marginados a otros “…solo indica que Antorcha ha hecho algo diferente a lo que se hacía en el pasado en dicho municipio”. Aunque esto no justificaría marginar a grupos de la población trabajadora, si fuera el caso, aclara el autor.
La segunda objeción se apoya en hechos reales: Parte del progreso de Chimalhuacán es “obra pública y servicios municipales hoy muy a la vista y que antes no existían: calles bien pavimentadas, aceras y camellones de buen concreto, escuelas a todos los niveles, centros de atención médica, centros culturales de muy buen ver, centros deportivos, limpieza, alumbrado público, actividades culturales, una feria municipal con todo tipo de gratuidades, etc.” Pregunta el autor: ¿cómo podría Antorcha garantizar que solo sus partidarios hicieran uso de esta infraestructura, al mismo tiempo que evitar que sus oponentes hagan lo propio? Resulta claro que, en caso de intentarlo, “Antorcha no tendría recursos, ni personal, ni tiempo” para ninguna otra cosa; todo se iría en hacer efectiva la discriminación de que se le acusa. El Dr. Huato no vacila: “Es, pues, creo, una acusación descabellada”.
Luego una experiencia personal. El Dr. Huato recuerda que conoció Chimalhuacán en tiempos de Guadalupe Buendía (alias La Loba), cuyo régimen llegó hasta el 2000, cuando la destronó Antorcha. En esa época, Chimalhuacán “…era –sin exageración– un pestilente basurero cruzado con lodazal. La marginación en todos los órdenes sociales era aterradora”, afirma. “En noviembre de 2014, queriendo cerciorarme de lo que Antorcha publicaba en la red sobre su trabajo ahí, le pedí a un amigo que me llevaba a visitar la Capilla Riveriana de Chapingo que se desviara de la ruta de los Reyes-La Paz hacia Chimalhuacán para andar y mirar alrededor aunque fuera por unos minutos. Como sugerí en mi breve resumen de la obra Antorchista párrafos arriba, el contraste que con mis ojos vi no podía ser más diáfano. ¿Qué sentido tiene cerrar los ojos a esa realidad?”
¡Sí!, digo yo. ¿Qué sentido tiene y cómo se explica que más de uno lo haga? ¿No está clara la falsedad absoluta de todo lo que se ha dicho y se dice de los antorchistas? ¿Que todo es una sucia campaña pagada por intereses ilegítimos a quienes estorba la organización y la protesta de los marginados? La pregunta del Dr. Huato, formulada con todo cuidado, va dirigida, también, al presidente electo de México, lo que le otorga un valor adicional a nuestro juicio. No conocemos ni tenemos por qué suponer la respuesta; pero esto vuelve obvio e inocultable ya que la campaña de excremento y lodo en contra nuestra, y el trato represivo y discriminatorio que se nos ha dispensado hasta hoy, están aupados en una montaña de infamias que un gobierno “democrático y popular” no puede convalidar, si no quiere que sus promesas de renovación sean tomadas por agua de borrajas. Y ¡cuidado con el desencanto de las mayorías! Sus arrasadores efectos los acabamos de presenciar. Que no se nos olviden tan pronto.