¿Educación superior masiva?

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Vladimir Galeana

Recientemente Andrés Manuel López Obrador se reunió con Enrique Graue, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, para hablar del proyecto educativo superior que el tabasqueño visualiza para los jóvenes de este país. El encuentro fue cordial, como tiene que ser cuando un virtual presidente electo se reúne con cualquier funcionario que tiene a su cargo la importante labor de la preparación académica masiva, y más en un país como el nuestro, donde la única forma de paliar la marginación es mediante la educación.

Claro está que la reunión se realizó dentro de los parámetros de la normalidad, tomando en cuenta que eso implica que el bono democrático obtenido por López Obrador con una de las mayorías más altas de la historia electoral de este país, le otorga la capacidad de ir más allá en torno a muchos de los temas del rezago sistémico de la nación mexicana. Pero no todo se puede hacer simplemente porque los deseos vayan en el sentido de liberar la matrícula en las instituciones de educación superior.

Que me disculpe el virtual presidente electo, porque el hecho de que él haya utilizado muchos años para terminar su educación profesional y obtener su título, no quiere decir que los controles de calidad que requiere esta nación para ser exitosa se tengan que quitar de la noche a la mañana. Qué bueno que pretende otorgarle una oportunidad a los jóvenes de todo el país, pero que malo que trate de imponer acuerdos contrarios a la calidad educativa de la máxima casa de estudios.

Pero aún así, con la tardanza de 15 años para alcanzar su título profesional, el señor López Obrador es la muestra viviente de que cuando se cuenta con esa peculiaridad a la que llamamos tesón, al final las cosas se logran. Fueron muchos años con el carácter de estudiante, pero finalmente pudo alcanzar la licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública. Fueron 12 años de campaña ininterrumpida, pero logró culminar ese anhelo de ser Presidente de la República.

Durante la reunión con Enrique Graue, López Obrador habló de la circunstancia de abrir la matrícula para todos jóvenes que así lo requieran, lo que resulta una imposibilidad porque no existen instalaciones adecuadas para una apertura de ese tipo. Y no se trata de imponer un capricho simplemente porque se tiene la característica de ser un presidente electo, sino por los parámetros de competitividad que se requieren para enfrentar un mundo globalizado que lo que más exige son competencias.

Qué bueno que Andrés Manuel López Obrador aspire a que todos los mexicanos tengan la capacidad de obtener un título profesional, pero eso no quiere decir que se tenga que someter a la máxima casa de estudios a disminuir el nivel académico simplemente porque tenga que recibir a todo el que se le ocurra que quiere estudiar en la UNAM. Si queremos profesionales de excelencia para competir, hay que formarlos y no hacerlos por decreto, aunque claro está está que cualquier fósil puede llegar a ser Presidente de la República. Al tiempo.

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