El balón no sólo es opio, también sirve para educar

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+La letra, con futbol entra

+El profesor español de bachillerato Víctor Muñiz utiliza el deporte rey como una herramienta didáctica en sus clases de historia

+Y elemento de cohesión social

+Impulsa campañas contra la homofobia y programas de inserción laboral junto al Burgos Futbol Club, publica el diario El País

+En México solía de decirse en buena parte del siglo pasado que la “letra con sangre entra”

BALÓN CUADRADO

Jesús Yáñez Orozco

 

Ciudad de México. En México solía decirse, entre las clases populares, que la “letra con sangre entra”. Era una forma de referirse a los castigos físicos –como la aberración cavernaria de hincar sobre grava  a los alumnos, en casas y aulas, que incumplían sus tareas o eran indisciplinados, con libros sobre los brazos extendidos, una suerte de crucifixión educativa–, durante buena parte del siglo pasado.

Eran experiencias traumáticas.

Recordarlas aún duele.

Pero funcionaban, en muchos casos.

Primitiva forma de educar.

Ahora, insólitamente, esa historia tiene un matiz interesante en la cultura española y el deporte, según un reportaje del diario español El País.

El balón no sólo es opio

También es un eficaz pretexto para enseñar.

En su primer día como profesor en el colegio La Merced y San Francisco Javier de Burgos, Víctor Muñiz advirtió a los alumnos de primero de bachillerato que en la asignatura de Historia se hablaría, sobre todo, de futbol.

El anuncio, recuerda, dividió a la clase en dos bandos. Los que se frotaron las manos con la perspectiva de disertar sobre Messi y Cristiano Ronaldo, estrellas indiscutibles de LaLiga Santander en aquella campaña 2013/2014, y los que no entendieron que el gran tema de conversación en la calle o en las casas fuera a entrar en el aula.

Con el tiempo, todos vieron que estaban equivocados.

Después de conocer que soldados alemanes e ingleses pararon por un día la I Guerra Mundial para disputar un partido o que un equipo de prisioneros ucranianos desafió al régimen nazi, unos y otros recibieron su lección: ni el fútbol se reduce a los 90 minutos sobre el césped ni se puede subestimar su dimensión social, cultural y política, su imbricación con el devenir del mundo contemporáneo.

A su vez, el entonces docente en prácticas se convenció de su capacidad para usar el deporte más universal como una vía hacia el saber y el desarrollo de una mirada crítica, misión que hoy sigue guiando su vida.

En este burgalés de 35 años han convivido desde siempre “una pasión, la historia, y una enfermedad, el fútbol”. En la escuela, por ejemplo, ya memorizaba las capitales europeas asociándolas a los escudos de sus principales clubes. Luego, en la universidad, se fue de intercambio a Italia y terminó enrolado en la grada del Perugia.

Y en el máster de profesorado, como proyecto final, se le ocurrió enseñar Historia Contemporánea a través del balón.

La idea le valió una matrícula de honor y le sirvió de base para la publicación en mayo de Victorias y derrotas, una novela gráfica financiada por decenas de mecenas y pensada para que otros colegas puedan explicar el pasado a partir de momentos donde el “deporte rey se convierte en un vehículo de lucha o reivindicación”.

Muñiz cree que “el docente del siglo XXI debe ser un vehículo para el conocimiento y estimular al alumno a descubrir el dato”. En el colegio donde trabaja, el mismo donde hizo las prácticas, demuestra cómo aplica ese principio en una clase de Geografía con un grupo de primero de la ESO:

En vez de dar una lección magistral sobre los diferentes tipos de mapas y su representación de la realidad, invita a los chavales a comprobar por sus propios medios en una página web que la extensión de Rusia no es mucho mayor que la de Canadá, pese a la perspectiva del mapamundi.

En otras ocasiones, su filosofía implica convertir el aula en un taller artístico para reproducir con arcilla los amuletos de los faraones o sumergirse en la cultura clásica a través de la simbología del fútbol.

“Muy bien, todos sabemos que la Cibeles es donde el Real Madrid celebra los títulos, pero ¿quién era esa diosa? ¿Por qué son unos leones, y no caballos o burros, los que tiran de su carro?”, ejemplifica.

La pulsión futbolera incluso le llevó, el lunes 24 de mayo de 2021, a comparecer frente a sus pupilos con la camiseta blanquinegra del Burgos CF. Aunque ese caso no se trataba de ninguna estrategia didáctica, sino una sincera muestra de alegría por haber visto culminar la noche antes, en Almendralejo (Extremadura), el regreso del equipo al fútbol profesional, tras 20 años en Segunda B y Tercera División.

Al igual que en Fiebre en las gradas, la novela en la que Nick Hornby explora su obsesión con el Arsenal, Muñiz forjó su educación sentimental en un estadio. Paseando alrededor El Plantío, aún recuerda el lugar donde aparcaba el coche su tío, ya fallecido, cuando empezaron a ir juntos a los partidos, sentados en una tribuna de madera.

También le vienen a la memoria personajes como Claudio, encargado de cambiar manualmente los números del marcador.

 O esa eterna madrugada de 2008 que pasó pegado a la radio junto a una veintena de aficionados, después de varios días de movilización en el feudo burgalés, hasta saber que un grupo empresarios locales, liderados por Juan Carlos Barriocanal, se haría cargo de las deudas de la institución tras el descenso a Tercera.

Esa experiencia de lucha, iniciática para un chaval de veintitantos, hizo que Muñiz creyera aún más en la unión que genera el fútbol y en su poder para lograr “otros fines no meramente deportivos”.

Años más tarde, en 2015, fue uno de los impulsores del área social del club de su vida, hoy convertida en la Fundación Burgos CF.

Como en el instituto, quiso demostrar que el fútbol puede abrir caminos, como luchar contra la homofobia llevando la bandera arcoíris en el brazalete, crear cultura mediante la publicación del periódico En Blanco y Negro o lograr la inclusión laboral de personas con discapacidad intelectual de la fundación Aspanias, una de las muchas entidades locales con las que inició un acuerdo de colaboración.

“Más que el futbol, me gusta todo lo que le rodea. Me gustan las gradas, me gustan las aficiones, lo que mueve el fútbol, lo que puede hacer el fútbol”, incide.

Pese a haberse desvinculado de la entidad en 2019, Muñiz sigue acudiendo religiosamente cada 15 días a El Plantío, su segunda casa, para sentarse en el fondo sur.

De la misma manera que no abandonó a la escuadra castellanoleonesa en los tiempos difíciles, cuando la seguía por pueblos como Almazán, de cerca de 5.000 habitantes, ahora disfruta de la alegría que supone vivir la segunda temporada consecutiva en LaLiga SmartBank.

“Mi abuelo me hablaba de la época de Juanito, cuando le ganábamos a los más grandes, pero yo nunca había visto a la gente tan volcada”.

Si la Historia siempre se repite, como se suele decir, su mayor deseo es que esa profecía se cumpla para ver de nuevo a su equipo en la élite.

Victorias derrotadas

12 lecciones de futbol e Historia

En los 12 capítulos de ‘Victorias y derrotas’ el profesor burgalés Víctor Muñiz propone un viaje por algunos de los principales acontecimientos del siglo XX –las Guerras Mundiales, la Guerra Civil española, la desintegración de Yugoslavia o las dictaduras militares en Latinoamérica, entre otros– a través de personajes y episodios relacionados con el balón.

Uno de los protagonistas es Sócrates, futbolista brasileño de los años setenta y ochenta. En el Corinthians impulsó un modelo asambleario en el que directivos, entrenadores, utilleros y jugadores tenían la misma voz y voto a la hora de gobernar el club. Asimismo, con sus celebraciones con el puño en alto se convirtió en un símbolo de la lucha para restablecer la democracia en Brasil.

En el relato también aparecen héroes anónimos, como los soldados ingleses y alemanes que disputaron un partido en la Navidad de 1916, durante la I Guerra Mundial, o políticos como Benito Mussolini. El líder, explica Muñiz, convirtió la victoria del combinado italiano en la Copa del Mundo de 1934 en una operación propagandística para legitimar y exaltar el régimen fascista.

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