Vladimir Galeana
Sin lugar a dudas Andrés Manuel López Obrador es el político con mayor vocación de poder en el país, y aunque muchos no lo quieran aceptar, para tener esa vocación también se requiere mucha ambición.
Pero además, además de vocación de poder y ambición se necesita una alta cuota de valemadrismo, porque para alcanzar el poder por la forma y fórmula que sea, todo pasa a segundo plano, es decir, nada tiene importancia más que el poder mismo, y lo podemos ver en la lucha que se ha desatado entre el tabasqueño y los demás.
Cuando alguien ambiciona el poder como lo ha demostrado Andrés Manuel, todo lo demás resulta accesorio, y si en el camino se tienen que quedar algunos, poco importa porque la finalidad tiene que ser alcanzar la preciada meta.
Así funciona la lógica de quienes participan en las luchas por el poder, y así funcionan también las leyes de la economía que al fin y al cabo está ligada permanentemente al poder.
Por eso poco le importa al señor López Obrador que en el camino se tengan que perder 120 mil millones de pesos que se han invertido en el nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de Mexico en lo que alguna vez se denominó el vaso de Texcoco.
El valor y la magnitud de la obra poco importa, y menos tratar de pensar en la protección del hábitat, y tampoco que los ecologistas lo consideren un desastre natural provocado por las ambiciones humanas.
En estricto sentido político, Andrés Manuel López Obrador no tendría nada que argumentar para realizar una revisión de los proyectos y los gastos que en la zona de Texcoco se han implementado, pero después de la forma en que impactó su balandronada de “a ver quién amarra al tigre”, como lo dijo en la pasada Convención Nacional Bancaria, entendió cuán grande es el temor que representa su candidatura entre los hombres del dinero, pero también entendió que colocándolos de su lado puede arrinconar al gobierno y obtener mayor peso en sus reclamos.
Si se tiene que detener la obra de infraestructura más grande de los últimos 50 años, se detendrá, porque el costo del poder es más grande, y el tabasqueño lo sabe muy bien. Hasta ahora no ha realizado ningún reclamo a las estructuras gubernativas del país, y menos a los actores involucrados en el proyecto. Todo lo que ha alcanzado en las últimas semanas ha sido hablándole a los hombres del dinero, involucrándolos indirectamente en su lucha a través de sus reclamos y amenazas. Y lo peor de todo es que se han plegado a sus disposiciones.
Aunque a muchos les cueste aceptarlo, el poder tiene un precio, y en ocasiones resulta muy alto. Andrés Manuel lo sabe, pero ha sido el hombre más hábil de todos los tiempos para obtener dinero público y convertirse en la más grande amenaza que ha tenido en su historia el sistema político mexicano surgido del movimiento social y armado de 1910. Para decirlo más claro, el antisistema que representa el hombre de Macuspana puede ser la siguiente etapa de nuestra vida como país, y lo peor, miembro de una nación distinta, aunque usted no lo crea. Al tiempo.