Fuensanta Pérez Orona
Muchas veces, los caminantes del desierto han experimentado lo que conocemos como espejismos; después de mucho andar y vagar sin agua, comienzan a tener alucinaciones; muchas veces lo que ven son grandes charcos de agua para poder saciar esa sed que los atormenta; al ver esa imagen, producto de su imaginación, corren hacía ella con la esperanza de seguir viviendo, pero al llegar al lugar, se topan con la horrible realidad y siguen viviendo igual o incluso peor al ver lo último que salió de la caja de Pandora, la esperanza, destruida.
Lo mismo ha sucedido con millones de centroamericanos que intentan alcanzar lo que conocemos como el “sueño norteamericano”; salen de sus países de origen abandonando a sus familias, a quienes quizá no volverán a ver nunca más, con la única ilusión de obtener una mejor calidad de vida; hacen viajes de días, o incluso meses cargando en brazos a niños recién nacidos con la esperanza de darles una vida diferente, mueren muchos en el transcurso y jamás se vuelve a saber de ellos.
Algunos de los países, según American Community Surveys de la oficina del Censo de los EE. UU., de donde salen más inmigrantes son: El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Costa Rica y Belice, que, según la misma oficina, acumulan 3 millones 782 mil inmigrantes. En el año de 1960 se registraron 49 mil centroamericanos en Estados Unidos y en 2019, esa cantidad tuvo un incremento y pasó a ser de 3 millones 782 mil, es decir, aumento en más de ¡3 millones!
Pero esto no es todo. Según datos de la oficina de migración de nuestro país vecino, al día son detenidos en las fronteras más de 5 mil inmigrantes, cifras que realmente asombran a todo aquel que logra comprender el dolor y el sufrimiento de las familias que en primer lugar los hacen salir de su país de origen, y en segundo, todo lo que deben atravesar para llegar a ese gran pero doloroso espejismo.
Todas estas variantes y estos largos viajes tienen una única explicación: la pobreza. La busca de una vida mejor; se basa principalmente en que el ser humano trata de obtener lo necesario ya no para vivir, sino para sobrevivir, y justamente eso es lo que Estados Unidos ha proyectado a casi todo el mundo, o para precisarlo mejor, a los países menos avanzados y menos desarrollados; una proyección que ha permeado fácilmente en muchos de los países gracias al control que tienen sobre los medios de comunicación y que hacen llegar su mensaje de una forma u otra, ya sea a través de su propaganda o de sus invasiones donde se disfrazan de libertadores.
Pero esto, es una gran mentira, una gran pantalla, pues ni Estados Unidos, que se sigue considerando a sí mismo como el país hegemónico puede escapar de la pobreza. La ONG Feeding America dio a conocer que en 2020 eran 46.7 millones de personas las que vivían en la pobreza, 48.1 millones no tenían acceso a una alimentación adecuada, y que de los 10.3 millones que viven por abajo del umbral de la pobreza, el 30 por ciento intenta pagar la renta de una vivienda con un salario por debajo del 30 por ciento de la media del país,
Esta situación ha obligado a miles de familias a vivir en la calle, en pequeñas casas de campaña donde se encuentran hacinadas, sin acceso a los servicios indispensables para una calidad de vida incluso mínima. Son ciudades donde kilómetros de banquetas se ven abarrotadas con estas casas de campaña, con tendederos que intentan sujetar de donde puedan, con botes de basura que les sirven para hacer fuego y así poder sobrevivir a otro día más.
En esta situación se encuentran más de millón de personas, quienes han aceptado el nombre que el sistema y la sociedad les ha impuesto: homeless. Dentro de los estados que registran la mayor cantidad de indigentes se encuentran: California, Oregon, Nevada, Washington, Arkansas, Mississippi, Florida, Texas, Arizona, Colorado y Georgia.
Todo este panorama anteriormente registrado, nos deja ver que el camino de sufrimiento por el que atraviesan miles de migrantes cada día, para alcanzar el espejismo de una mejor vida, es aterrador. La inhumana situación que se presenta en todo el mundo, no exceptúa a Estados Unidos, al contrario, incluso ahí, se ve más agravada. Así que la promesa de un oasis que liberte a todos los pobres del mundo, es un charco de agua en el desierto.