Eduardo Sadot
Candidatos a la Dirigencia, hay muchos, con suficientes méritos, mujeres y hombres que han acreditado militancia y autoridad moral, si no los hubiera, no sería el Partido que fue, entre ellos, dos peninsulares, Ivone Ortega y Alejandro Moreno, del resto del país, Ulises Ruiz, El Doctor José Narro, José Ramón Martell, más los que se acumulen, el tema es que debe ser una selección, primero de candidatos, de abajo hacia arriba, porque al revés, sería lo mismo de siempre.
Quien encabece la dirigencia nacional deben ser, una mujer o un hombre como presidente y también una mujer o un hombre como secretario, pero qué cualidades deben tener, qué espera México, de un Partido político en este momento y qué liderazgos se necesitan.
Quien encabece al PRI debe ser alguien con calidad moral, honestidad y autoridad intelectual. líder de todos los militantes priístas, que todos se lo reconozcan y además debe entusiasmar a quienes sin ser priístas o que pertenezcan o pertenecieron a otros partidos, vean en ese liderazgo una opción que les represente y encarne las inconformidades de un importante número de mexicanos, electores indecisos que no ven en nadie, quien abandere su inconformidad y opinión. Que le dispute liderazgo moral, a quien se ha autoerigido en el único, investido con el velo de la honestidad.
Quien dirija al PRI enfrentará el desafío de erigirse en el líder de ese Partido y representar a todos los mexicanos que no votaron por el actual gobierno, ello significa que llegará a capitalizar la inconformidad, si lo logra, también pudiera caer en la tentación de ser un candidato presidencial en las próximas elecciones, cuya experiencia histórica, ha demostrado que los líderes de partidos que han sido candidatos presidenciales, no han logrado su pretensión, por ello, debieran haber desde hoy y con tiempo, dos personajes, quien lideré el PRI y quien desde ahora, trabaje por ocupar el espacio de un candidato a la presidencia de México, que pueda disputar el liderazgo, a quien sea el candidato del actual partido en el poder, MORENA, que aproveche la oportunidad, que no tendrá el del partido gobernante, que se encuentra atado a la decisión de López Obrador.
Cualquiera que haya ocupado un cargo de elección popular o haya destacado en un cargo relevante, tendrá el estigma de haber sido beneficiario de los errores del viejo PRI, lo que le colocará desde el principio en candidato vulnerable.
Si se les pregunta a los priístas, quien puede ser ese hombre o esa mujer que pueda lograrlo, curiosamente dicen que existe, más allá de los aspirantes, pero nadie puede decir el nombre de ese personaje, lo que obliga a pensar que no existe, y si de verdad no existe, la sobrevivencia de ese Partido carece de futuro.
Sería bueno saber, qué tan dispuestos estarían todos los aspirantes a la dirigencia, si aún ellos, podrían mencionar o señalar a dos candidatos hombres y mujeres, que puedan ser considerados en su aspiración como el plan “B” y “C” en cuyo caso, estarían anteponiendo a su interés particular el del Partido, y también sería una prueba para conocer, si al menos ellos, tienen en mente los nombres. Hoy por hoy, ningún priísta tiene en mente o puede proponer a nadie más. Si hubiese coincidencias en esos planes “B” y “C” de cada uno de los aspirantes, quizá el PRI estarían en vías de verdaderamente encontrar al personaje ideal, pero si ni ellos mismos lo encuentran o proponen, su propia candidatura estaría cuestionada, pues se podría interpretar que no conocen lo suficientemente a la comunidad priísta o que su aspiración les ciega, al grado de no poder proponer a ningún candidato, o lo que resulta peor, enfrentar la realidad de que no existe ese personaje ideal en el PRI.
El proceso de elección de la dirigencia, enfrenta el problema de que si todos van a la elección general por voto universal, el proceso puede resultar un fracaso y provocar escarnio, de la sociedad y partidos, porque si se desalienta la participación, se pierde la gran oportunidad de entusiasmar a los militantes y también a los mexicanos por un personaje que capitalice la disidencia e inconformidad con las decisiones del gobierno actual. No lograrlo, implica dejar huérfana la expectativa de los electores, de una opción o alternativa viable, que indudablemente demanda la sociedad. Finalmente si la concurrencia a las urnas es escasa y la votación no resulta copiosa, sería contraproducente y podría evidenciarse la perdida de registro, que ya en las próximas elecciones en los estados de Baja California y Puebla, está en riesgo. La imposibilidad de no poder presentar un candidato de unidad de la oposición en Baja California y otro en Puebla, rompió la posibilidad de un frente amplio y se perdió la oportunidad de conservar dos bastiones importantes para la oposición, que hicieran contrapeso a la principal fuerza electoral de MORENA.
Al Partido MORENA también le hace falta un contrapeso para evitar el riesgo de caer en un proceso natural de perversión en el ejercicio del gobierno, como le sucedió al PRI, hoy en riesgo de su extinción, desde luego es un proceso largo, pero puede acelerarse con una sociedad politizada.