En los Estados Unidos no es fortuita la agresión a Donald Trump.

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Por: Raymundo Medellín

Por donde quiera que se vea, un atentado a la vida de un ser humano es despreciable, sin embargo, en muchas ocasiones son los políticos los que crean las condiciones para que la tragedia suceda; el caso de Donald Trump es muy representativo de lo que digo, primero aquella invasión al Capitolio, lo que provocó que se formara una comisión integrada por republicanos y demócratas, algunos republicanos aceptaron colaborar e la investigación, pero otros de los más cercanos a Donald Trump, se han resistido, argumentado que poseen privilegios ejecutivos, que es un principio legal que protege las comunicaciones informales entre los presidentes y sus asesores.

Luego de ello, el discurso de odio y separatista fueron elementos que contribuyen a la violencia incontrolable.

Volviendo al caso del atentado, sucedió mientras Trump hablaba ante sus seguidores en Butler, Pensilvania, el republicano apenas había comenzado su discurso cuando se escucharon detonaciones, Trump se estremeció y se tiró al piso ante una audiencia escandalizada, en medio de la confusión. Luego, agentes del Servicio Secreto saltaron al escenario para ponerlo a salvo. Trump se levantó rodeado por agentes, con sangre que le escurría de la oreja derecha hacia el rostro.

Hay quienes aseguran que el expresidente cerró su puño y lo levantó aparentemente diciendo a sus seguidores “peleen”.

Luego los agentes lo escoltaron a su vehículo y fue trasladado a un hospital local. Miembros de su campaña sostuvo que el exmandatario se encontraba “bien” tras el ataque que calificaron como un “acto atroz”.

El fiscal de distrito en Butler, Richard Goldinger, dijo a la agencia AP, que el presunto atacante fue abatido y que otra persona que asistía al mitin murió.

Los acontecimientos de ayer en los Estados Unidos deben llevar a la reflexión, ya que, desde hace varios años, en México, incluso antes de la presente administración federal, el discurso ha sido separatista entre buenos y malos, entre neoliberales y conservadores.

En los Estados Unidos no es fortuita la agresión a Donald Trump, antes ha habido una serie de atentados, algunos culminaron con asesinatos entre los que se cuentan: el expresidente Theodore Roosevelt, al igual que Trump, intentaba recuperar su antiguo puesto durante la campaña de 1912, un tabernero le disparó cuando se dirigía a dar un discurso en Milwaukee; Franklin D. Roosevelt era presidente electo cuando un presunto asesino le disparó en Miami en 1933. El atacante Guiseppe Zangara, no alcanzó a Roosevelt, pero mató al alcalde de Chicago; Harry Truman, que asumió la presidencia tras la muerte de Roosevelt, fue tiroteado frente a la Casa Blanca; el gobernador de Alabama George Wallace, segregacionista que se presentaba por tercera vez a la presidencia en 1972, fue tiroteado tras un acto de campaña a las afueras de Washington DC; Gerald Ford sufrió dos intentos de asesinato en 1975; Ronald Reagan fue tiroteado en 1981, frente al Hilton de Washington, DC, tras pronunciar un discurso.

Cuatro presidentes estadounidenses fueron asesinados a tiros: Abraham Lincoln fue el primer presidente que murió asesinado. Recibió un disparo en la nuca en 1865, en el Teatro Ford de Washington, a manos de John Wilkes Booth, actor de la obra esa noche y simpatizante del Sur. Booth huyó del lugar y fue abatido cuando fue capturado semanas después en Virginia; James Garfield fue tiroteado en una estación de tren de Washington, DC; William McKinley fue baleado en septiembre de 1901 en Búffalo, Nueva York; John F. Kennedy fue asesinado por un francotirador, Lee Harvey Oswald, en Dallas;

El hermano de JFK, Robert F. Kennedy, era senador por Nueva York cuando se presentó a las elecciones presidenciales de 1968; fue tiroteado en el Hotel Ambassador de Los Ángeles la noche en que ganó las primarias demócratas de California.

El discurso de odio y confrontación debería ser motivo de reflexión por parte de los políticos mexicanos, porque la tragedia está latente.

Hay quienes aseguran que la política es la continuación de la guerra, sin embargo, cuando hay discurso de odio o separatista, la guerra continua en la política y la tragedia está a la orden.

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