Entresemana… El pleito del chico de los seises con el de los dieces

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Moisés Sánchez Limón 

 

Y llegado de “La Chingada”, donde descansó y dialogó con la madre naturaleza y, ¿a poco no?, seguro hasta escuchó recomendaciones de las aves, al mejor estilo de Nico Maduro con el extinto teniente coronel Hugo Chávez Frías convertido en pajarito, el licenciado presidente en vivo y en directo blofea y le responde a…

“Entonces, se le juntaron estas denuncias, no nosotros. Yo no estoy acostumbrado a decir mentiras, siempre digo lo que pienso y doy la cara”. En serio, lo dijo Su Alteza Serenísima antes de las nueve de la mañana del penúltimo lunes de agosto. No se ría, por favor no se ría. Bueno, ¿quién soy para incidir en su estado de ánimo?

¡Ah!, cómo pasa el tiempo y estos personajes no cambian. Traen pleito casado, pero el Duce es dueño del poder sexenal y el otro, Ricardo, solo de sus sueños y de harta lana para la aventura reiterada en busca de ese poder. Mire usted.

Aquel mediodía de 2013 cuando había sido ungido a la presidencia de la Cámara de Diputados, Ricardo Anaya Cortés previó ser un presidente de dieces. Entonces Andrés Manuel López Obrador rumiaba la aplastante derrota que había sufrido frente al joven priista Enrique Peña Nieto, en su segundo intento por la Presidencia de la República.

                                                                (Fotografía Luis Cárdenas)

Ricardo Anaya, joven diputado panista en la LXII Legislatura federal llegó a la presidencia cameral por obra y gracia del oficio político de Manlio Fabio Beltrones, quien hasta le dio el script de lo que debía hacer y decir. “Si señor”, solía responder el llamado “chico de los dieces” que en un suspiro había llegado a las ligas mayores de la política mexicana y avistaba en su futuro la Presidencia de la República.

En contraparte, el derrotado López Obrador también avistaba un tercer intento en busca del Vellocino de Oro, la aventura épica en que para él se había convertido lograr la Presidencia de México. Y en su antecedente escolar, plasmado en su tira de materias de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, sus calificaciones lo ubicaban estudiante de “S”, es decir, de seises.

En fin. Ambos tuvieron su momentum en 2018, impulsados por la ambición-aspiración de llegar a la Presidencia de la República.

Andrés Manuel había descalificado a Ricardo y se burló de él cuando lo llamó “Ricky Riquín Canallín”, en el segundo debate entre los candidatos presidenciales, en mayo de 2018.

                                                                               (Fotografía Forbes México)

El diferendo fue por asuntos de dinero, de posición social, porque Anaya, candidato de la alianza “Por México al frente”, llamó hipócrita a Andrés Manuel, candidato de “Juntos haremos historia”, quien había y ha presumido austeridad y hasta su billete de 200 pesos en la cartera junto con el “detente”, pero tenía a uno de sus hijos estudiando en España.

No le gustó que Ricardo lo exhibiera y llamara hipócrita. Su respuesta fue del nivel bravucón, como una mentada de madre disfrazada del apodo que califica canalla (vil, despreciable) al enemigo. De ese tamaño fue el enojo del Duce.

¿Algo más? Ricardo Anaya fue un férreo defensor e impulsor de las 13 reformas estructurales que, vía Pacto por México, impulsó el entonces presidente Enrique Peña Nieto. Sí, las mismas que se convirtieron en objetivo del candidato Andrés Manuel López Obrador para revocarlas.

Y, bueno, bueno, habría que preguntar quién o quiénes recomendaron a Ricardo hacer campaña en busca de la candidatura a la Presidencia de la República en 2024. Que se sepa, en el PAN no hay una corriente que lo apoye y, en otros partidos, no se ha pulsado nominarlo. Pero, en política todo es posible, tanto que Andrés Manuel ha operado para frenarlo.

                                                                      (Fotografía Cuartoscuro)

Lea usted cómo, en la mañanera, se preparó el terreno para que Su Alteza Serenísima se explayara respecto de la persecución política que Ricardo Anaya dijo ser víctima.

–Gracias. Buenos días, señor presidente. Alberto Marroquín Espinosa, de JF Informa desde Cancún; Frecuencia CAD.com; y desde mi portal de Querétaro EsAhoraAm.com

Presidente, el fin de semana Ricardo Anaya huyó de México y pues él se comparó prácticamente con Benito Juárez y a usted lo comparaba con Gustavo Díaz Ordaz. ¿Qué opinión tiene al respecto, presidente?, dijo el desconocido asistente a la mañanera que ya hasta sabía que Ricardo estaba fuera de México.

–Bueno, respondió el licenciado presidente, pues también eso sucedió el fin de semana. Es importante que se sepa ¿no?, porque los medios -no todos- no informaron adecuadamente, porque es un asunto que tiene que ver con el bloque conservador que apoyan los medios de información. Repito, no todos, pero la gran mayoría.

¿Qué es lo que da origen a esta situación?, se preguntó Su Alteza Serenísima y se asumió casi biógrafo de Ricardo Anaya, habló y habló de él, largo y tendido.

Refirió que el origen, fíjese usted, fue “pues una denuncia que se presentó desde hace mucho tiempo por sus mismos compañeros de partido en su momento y luego esto se juntó con una denuncia que hizo el exdirector de Pemex, en donde acusa a legisladores y a dirigentes de partidos de que recibieron dinero para la aprobación de la reforma energética”.

Y luego, el Duce López Obrador, lo ofreció desleal, traidor y aseguró que, “entonces, este joven empezó a escalar y empezó a hacer a un lado a sus compañeros, a dirigentes importantes, creo que hasta a Calderón lo hizo a un lado, no estoy tan seguro; pero en ese tiempo abandonaron el PAN muchos dirigentes y lo culpaban de estar muy cercano al presidente Peña, mucho muy cercano, que iba a Los Pinos y que se ayudaban mutuamente”.

“Luego de que ya es candidato, se le voltea al presidente Peña y no sé si se acuerdan que en el debate dijo que iba a meter a la cárcel al presidente Peña. Pues a partir de ahí también se le generaron problemas, porque sintieron que estaba traicionando”. O sea, canijo Ricardo, es un pillín.

Entonces, concluyó el licenciado López Obrador que a Ricardo “se le hizo fácil decir: ‘Me está persiguiendo Andrés Manuel’. Ahora sí que como diría su compañero, camarada del bloque conservador, ¿y yo por qué? Yo no tengo nada que ver absolutamente, pero él, pensando que así, echándome la culpa ¿no?, sintiéndose perseguido, la iba a librar. Muy mal, muy mal ese proceder”.

Luego, Su Alteza Serenísima en el papel de Chabelo, ¿recuerda usted lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer?, recomendó a los jóvenes no seguir los pasos de Ricardo Anaya, porque “no hay que estar pensando en que la política es encaramarse en cargos sin escrúpulos morales de ninguna índole.

“La política no es para trepadores, no es para ambiciosos, la política es para servir al pueblo, no es buscar el poder por el poder. El poder solo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás”, en serio, en serio, pero ríase si quiere.

Como se dará cuenta, al licenciado presidente no le importa lo que diga Ricardo, pero como humanista que se asume, le recomendó presentarse ante la autoridad. “Entonces –dijo el Duce–, él me acusa con un twitter, yo respondo lo que yo creo que él debe de hacer: no irse del país, si no enfrentar su situación. El que nada debe, nada teme, él debe presentar pruebas y hablar con la verdad si tiene su conciencia tranquila”.

Ricardo, Ricardo, por el amor de Dios, preséntate, hazle caso al licenciado Andrés Manuel, no seas rencoroso, él busca tu bien. Es un buen cristiano y dice que “incluso no afecta ir a la cárcel cuando uno es inocente, porque cuando se es luchador social, cuando se lucha por una causa, se puede ir a la cárcel y, al contrario de sentirse mal, se fortalece un dirigente. Cuántos dirigentes han ido a la cárcel y salen; bueno, ahí está el ejemplo de Mandela, nada más que estamos hablando de un gigante, sí”.

¿Le cree usted a Su Alteza Serenísima cuando dice que Ricardo se presente, que dé la cara, porque el que nada debe, nada teme? Lea usted y ríase si quiere.

“Pero que no me eche la culpa a mí, que no sea marrullero. Se les hace fácil ¿no? decir: ‘Me persiguen, me persiguen’. Nosotros no somos represores, nosotros no odiamos, no somos como ellos, somos distintos, nosotros tenemos principios, tenemos ideales, tenemos moral; pero es pues una maniobra politiquera el querer salir así adelante. Mejor que vaya y que declare, y que demuestre que no recibió dinero y adelante”.

Después de escuchar al licenciado presidente, Chayo Robles debe estar carcajeándose en su suite del oriente de la Ciudad de México. Y Emilio Lozoya Austin seguro sonrió mientras le daba un sorbo a su Martini. ¡Entrégate, Ricardo! ¡Entrégate! Andrés Manuel es distinto, bien distinto. Conste.

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