Miguel Ángel Casique Olivos
Partidos pierden confianza de la sociedad y están en crisis.
Tras la elección del 1º de julio, los partidos están en completa crisis; primero porque en su participación como coaliciones que se formaron por diversas fuerzas políticas se vio que su definición o definiciones ideológicas eran diferentes a pesar de que para elegir al próximo presidente se unieron; y es que, los que controlan los partidos, desde meses antes se dieron cuenta que se verían mermados en la votación o podrían verse en aprietos si no se generaban alianzas.
Segundo; la credibilidad en los partidos políticos es poca y tiende a bajar, incluso, a pesar de que este 2018 electoral la participación de la ciudadanía fue superior al de otras contiendas. Por ejemplo, el que Morena ahora sea el partido que más presencia tenga por haber hecho ganar a López Obrador, por ningún motivo quiere decir que sea un partido en quien la gente tenga entera confianza o credibilidad absoluta.
La resultante, como ya se ha dicho, fue por un voto de castigo hacia el PRI, como una forma de sancionar por “las pocas” acciones del gobierno en turno para atacar los problemas del país y por dejar que en este sexenio, que está por terminar, el fenómeno de la corrupción se incrementara al interior del gobierno federal y de los estados; dos aspectos que fueron muy bien capitalizados por Morena y su candidato.
Ahora, más que nunca quedó demostrado que un partido político fue y es un mecanismo o herramienta que tiene una clase social o un grupo con intereses económicos y políticos para hacerse del poder; y, también, se irá viendo poco a poco, como los partidos se olvidarán de la gente tras la elección. Y es que los partidos políticos, como entes dentro de la sociedad, cuando no hay elecciones no se les ve (dirigentes y activistas) entre la población, trabajando en serio entre los obreros, amas de casa, campesinos, maestros o estudiantes.
Y aunque en teoría, una de las tareas de los partidos es recoger los intereses de la sociedad en su conjunto, lo cierto es que no es así, o si lo hacen, como sucedió en la reciente elección, es generando una percepción falsa o manipuladora de la realidad, como la de hacer creer que el principal problema de la sociedad es la corrupción y que acabando con ese mal se van a resolver todos los problemas del país. Encabezar y tomar en cuenta a los mexicanos en la construcción de una patria mejor y más justa sí debe ser la tarea de un partido político, pero esto, está muy lejos de que se realice.
Ahora que ya se está manejando la propuesta o iniciativa de reducir al 50 por ciento el financiamiento a los partidos parece que una parte de la población está de acuerdo; pero una vez más no se detiene a reflexionar a fondo sobre el tema, incluso, aunque esa fuera la conclusión. Los mexicanos no nos detenemos a pensar que todo el abanico de partidos es “reciente” y que surgieron para mantener la supuesta “democracia” mexicana; es decir, como la credibilidad en los tres partidos de antaño PRI, PAN y PRD venía cayendo, era necesario rescatarla y se ha intentado con la creación de más partidos, pero que no han sido una opción real para elegir “libremente” a los mejores gobernantes.
Un partido político debe tener principios y un programa de acción precisos y bien definidos, que se sustenten y tengan clara diferencia del resto y que representen verdaderamente a sus agremiados y no oculten, tras la manipulación y el engaño, sus verdaderos objetivos de ir sólo por el poder, o que una vez conquistado, no hagan nada por el pueblo que los eligió.
Hoy los partidos, como han pospuesto y cancelado proyectos de país en beneficio de la gente y la traicionan, entran en crisis y dejan de ser de interés para la población y se encaminan a recibir un castigo de la misma sociedad. Si un partido entra en crisis y su credibilidad está por los suelos el principal perjudicado es el ciudadano que votó por él, pero que cada vez está más lejos la posibilidad de resolver sus carencias y problemas sociales. Los partidos actuales tienen dos tareas: reconquistar la credibilidad social y encabezar verdaderamente las demandas de los mexicanos y no sólo salir a la calle cada 3 o 6 años cuando necesitan el voto para llegar al gobierno municipal, estatal o federal.
El clímax no político…
Los primeros desacuerdos. Tras la designación de Manuel Bartlett como director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) por parte del virtual Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, las inconformidades ya se hicieron presentes o al menos esa idea deja; y es que su ex coordinadora de campaña, Tatiana Clouthier dijo que “había mejores opciones” para ese puesto; y, aunque seguramente no pasara nada, pues López Obrador se limitó a decir que respeta la opinión de quien le armó la campaña para que ganara, lo cierto es que esto puede ser el inicio de inconformidades de gente que está acercando a su gabinete.
Y es que además de la declaración de Clouthier, se sumaron más analistas al señalar que esa no es una buena opción para los inversionistas, además de que la incertidumbre va a aumentar; Bartlett también ya calificó de “ridículas las críticas” que ha generado su designación. Por el momento querido lector, es todo.