Miguel Ángel Casique Olivos
Refinería en Dos Bocas: cuando las cosas salen más caras… ¿de quién es el error?
El martes 29 de enero, la titular de la Secretaría de Energía, Rocío Nahle, informó que la licitación para el proyecto de la nueva refinería de Dos Bocas, en Tabasco, estaría restringida. que solo estarían invitadas empresas especializadas y serias para evitar transnacionales con antecedentes de corrupción; agregó que se trataba de una instrucción directa de la Presidencia de la República. Hoy se sabe que planteada en esos términos, la construcción de esta refinería, ambicioso proyecto del Presidente, es técnica y financieramente inviable, según la evaluación del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP).
El costo de la refinería, cuya construcción inició el nueve de diciembre de 2018, sería de 14 mil 740 millones de dólares, cifra superior a los ocho mil millones de dólares que se calcularon al inicio; casi siete mil millones más que el recurso proyectado. Cuando arrancó el proyecto, se efectuó una inversión de 155 mil millones de pesos (mdp), Andrés Manuel López Obrador (AMLO) colocó la primera piedra, dando inicio a uno de los “grandes sueños” de su tierra natal; pero este proyecto ahora está en entredicho debido a las discrepancias entre lo que originalmente costaría y la inversión que ahora se precisa, según el IMP.
A la colocación de la primera piedra asistieron los gobernadores de Campeche, Chiapas, Veracruz y Tamaulipas e Hidalgo; el arranque se festejó por todo lo alto y se interpretó como el banderazo para la reactivación de la industria petrolera del país.
Antes del 17 de septiembre, el Congreso de Tabasco había aprobado una reforma a las leyes locales para que las obras y proyectos que tienen que ver con la refinería fueran adjudicados de manera directa, sin que tuviera que mediar una licitación pública. Esta propuesta partió de la diputada local Nelly Vargas, quien la presentó a nombre de la bancada de Morena; no hay duda, se trataba de allanar cualquier obstáculo para cumplir la voluntad presidencial; la misma diputada señaló que no se podía esperar tanto tiempo para establecer la refinería en el puerto de Dos Bocas.
Pero ninguno de los paniaguados presidenciales se tomó la molestia de calcular con cuidado el verdadero costo de la obra o si éste variaría; el propósito era otro: la proyección mediática para que, ocho días después de recibir la banda presidencial, AMLO y su gobierno proyectaran la imágen de trabajo eficiente al construir una refinería de “gran impacto para México”.
El IMP contempla dos escenarios posibles: el primero, que se invierta el cien por ciento con recursos públicos; el segundo, que la de inversión pública sea del 30 por ciento y el 70 por ciento se cubra con algún tipo de financiamiento a pagar en 15 años. En el pri-mer caso, la refinería no sería viable para un periodo de 20 años de operación, porque los ingresos por venta de productos no cubrirían los costos de inversión, operación y mantenimiento y tampoco cubrirá los impuestos ejercidos por la operación de la infraestructura.
La alternativa podría ser que la obra no genere pérdidas y se reduzca la inversión a 13 mil 808 millones de dólares (mdd), pero se tendría que ubicar en Tula, Hidalgo, donde el gobierno de Omar Fayad es cercano al Gobierno Federal. El segundo escenario tiene viabilidad limitada; aunque de alguna forma hace partícipes a entes privados con algún tipo de financiamiento, el proyecto debe contar con estudios técnicos, económicos y ambientales que avalen la probabilidad de éxito. Esto implicaría mayor tiempo para el desarrollo preoperativo y reduciría el margen de rentabilidad.
El proyecto requiere un año de pla-neación y cuatro de construcción, por lo que la refinería arrancaría en 2024. La Secretaria de Energía anticipó que la construcción tardará tres años, pero la experiencia dice algo distinto: la refinería que se construyó en Brasil y comenzó a operar en 2014 tuvo atraso de más de 10 años y sobrecostos; situación que podría replicarse en México.
El Gobierno Federal deberá elegir la mejor opción, pues todo parece indicar que se necesitarán más recursos; sin embargo, como dijo AMLO, no se ve que el “tianguis gubernamental” (sic) le vaya a resolver todos los problemas que ha ido provocando por no hacer una buena planeación de proyectos, asegurando previamente su viabilidad, ejecución y operación de fondo.
Cuando los proyectos rebasan el costo proyectado la culpa es del gobierno en turno, pero quien paga los platos rotos siempre es el pueblo mexicano; ¿estará éste dispuesto a seguir aguantando?
* Columna publicada hoy en la revista de análisis político: Buzos de la Noticia