Miguel Ángel Casique Olivos
La fatal y adversa realidad económica exige la organización del pueblo
El mandatario federal se vanagloria y festeja con “bombo y platillo”, como si fuera mérito suyo y de su gobierno, el aumento de las remesas que los migrantes mexicanos en Estados Unidos (EE. UU.) envían a sus familias, monto que ciertamente ayuda a paliar los efectos de una débil economía, cuya actividad productiva cayó 8.3 por ciento, pero que no es suficiente para superar el grave estado que hoy enfrenta.
En los casi cuatro años de administración obradorista ha prevalecido la incertidumbre con respecto a la orientación real de su política económica; esto ha provocado que muchos empresarios privados ya no inviertan su dinero en el país y que otros simplemente hayan enviado sus capitales al exterior. Pero esta incertidumbre no solo afecta a la clase empresarial, sino también a numerosas familias de escasos recursos que no reciben apoyos del Gobierno Federal, que padecen el rechazo de solicitudes de “rescate” económico y que hoy son agobiadas por el hambre. Por ello, las remesas actúan solo como un paliativo, pero su impacto positivo en la economía debe ser evaluado con mayor objetividad para no sobrestimarlo en relación con las urgentes necesidades de crecimiento económico. Una primera conclusión evidencia que tales apoyos no han sido suficientes para recuperar lo perdido con la pandemia de Covid-19 ni para superar la incertidumbre que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha suscitado en gran parte de la clase empresarial. Este factor ha sido tan determinante de la crisis que, en recientes foros de análisis del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) y del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), se previó que el crecimiento en los próximos dos trimestres será similar al de los dos primeros y que, por ese motivo, el Producto Interno Bruto (PIB) de 2022 será de solo 1.2 por ciento, muy debajo del de 2018, último año del sexenio pasado. El mercado laboral permanece precario, el desempleo es alto y los salarios muy bajos; la inflación es incontenible, como lo demuestra el alza de los precios de productos básicos como el huevo, que llegó a 45 pesos el kilogramo; de la tortilla, que alcanzó los 22 pesos el kilogramo y de la leche, que cuesta 28 pesos el litro. La tasa de inflación es la más alta de los últimos 20 años; en los últimos 15 días, la salud de los mexicanos se ha visto muy afectada por la quinta ola de contagios del Covid-19 y el crecimiento de la inseguridad pública y la violencia delictiva nunca había sido tan alto. Estos indicadores permiten prever que el tétrico panorama no terminará en 2022; que perdurará lo que resta del sexenio morenista debido a la mala gestión económica del Gobierno Federal. Una primera consecuencia en la inflación que hoy afecta a las familias pobres es que el dinero no alcanza para adquirir los productos básicos más indispensables; en contraste, los mexicanos de las clases altas aumentan sus ganancias con el alza de precios. Por ello, los “incrementos” en salarios y en el monto de las remesas de nuestros paisanos en EE. UU. se evaporan “en menos de lo que canta un gallo”. Para que en México exista mayor oferta de empleos y mejores salarios, es necesario un crecimiento sostenido de la actividad económica, la que requiere a su vez más gasto gubernamental en bienes y servicios; más inversión privada en todos los ámbitos de la economía nacional y que el Estado brinde a los empresarios la certidumbre que demandan. Pero nada de esto ocurre en México; a pesar de que los trabajadores de México son los que más horas laboran en el mundo. Hoy, con una inflación del 8.1 por ciento en el tercer trimestre de 2022 -según el Banco de México- y la amenaza de un futuro económico más adverso, urge que el pueblo mexicano se organice para hacer que AMLO y su partido dejen definitivamente el poder, que solo han usado para empobrecer a las mayorías. Por el momento querido lector, es todo.