Aquiles Córdova Morán Entre nosotros es frecuente calificar a un oponente, rival o «enemigo», sea quien sea, de “fascista”, es decir, de émulo de Hitler. Se hace tal abuso del calificativo que ha acabado por perder toda eficacia, tanto para el público como para el o los destinatarios de la injuria, y se ha vuelto necesario, por eso, ahondar en él para devolverle algo del contenido que ha perdido.