Por: Vladimir Galeana Cuando la mendicidad se hace presente en los hombres y las mujeres que dicen dedicarse al ejercicio político, el daño ocasionado nunca lo asumen ellos, sino las instituciones. Hay quienes afirman que esas instituciones son ya arcaicas y que no sirven de mucho para los álgidos tiempos que estamos viviendo en el país, pero en lo personal disiento de ello, porque si de algo podemos vanagloriarnos es que quienes se encargaron del diseño y operatividad de dichas instituciones, después de la etapa conocida como Revolución Mexicana, fueron hombres de Estado con una clara visión de futuro.
La historia del México que conocemos ha tenido sus mejores episodios cuando sus hijos decidieron arrastrar las consecuencias antes que permitir que los males o las desgracias cayeran sobre sus hermanos. Son muchos los actos de heroicidad que registran las páginas de nuestra historia, y en la mayor parte de las veces los hombres y las mujeres que los protagonizaron estuvieron dispuestos a perder la vida para evitar que otras fueran arrancadas por la tragedia.
Nuestro sistema de justicia ha dado muestras de ser imperfecto desde hace mucho tiempo. Y no es que tenga intención de hacer un señalamiento en específico, simplemente es que la justicia en México es una entelequia porque solamente existe en nuestra imaginación y en la de aquellos que la reseñan, porque la verdad es que cada día nos enredamos más y pocos resultados a satisfacción de los mexicanos encontramos en las decisiones de quienes debieran protegernos y que solamente se contentan con dejar pasar las cosas.
Sin lugar a dudas vivimos tiempos difíciles para una sociedad que pasmada observa como algunos grupos organizados buscan provocar caos en algunas regiones del país, porque la finalidad es combatir de forma permanente a las estructuras gubernativas de los tres órdenes de gobierno. Su militancia partidista esta muy bien documentada y los servicios de inteligencia del Estado Mexicano conocen a la perfección la identidad de quienes planean, ordenan y ejecutan los actos provocadores, y que subvierten el orden público.
Muchos especialistas del tema se han referido ala Escuela Normal Rural Isidro Burgos,Ubicada en el paraje de Ayotzinapa en Tixtla, Guerrero, como el mas acabado semillero de la guerrilla en el país, y tienen razón. Pero también hay que señalar que quienes dirigen la escuela, quienes la manipulan, y quienes ahí estudian, hacen todo por seguir manteniendo el epíteto. Los guerrerenses saben y padecen las actividades que se les diseñan a los alumnos de la normal, que entre otras cosas, es uno de los grandes dolores de cabeza para la zona centro de laentidad y para el Gobierno.
El inicio del sexenio despertó esperanzas en muchos sectores de la población. Pero también escepticismo en aquellos que observaron el regreso del Partido Revolucionario Institucional como la reinstalación del régimen hegemónico y de partido único que distinguió el periodo de 1929 al 2000. Lo cierto es que marcó el inicio de una nueva etapa con un