El presidente ruso está bajo la creciente presión occidental para no actuar precipitadamente en Ucrania después de la destitución de su aliado, Viktor Yanukóvich, y de la victoria de la oposición. El enojo en Moscú por lo que ve como una traición en Kiev es obvio, igual que el miedo visceral en las capitales europeas a que Rusia reaccione militarmente.