Comentario de fin de año del periodista Raymundo Medellín para el programa radiofónico “Hablando Claro” de abc Radio que conduce Manuel Aparicio
La gran maravilla de la creación sin lugar a dudas es el nacimiento de un bebé y la gran esperanza del ser humano es el inicio de un nuevo ciclo; el nacimiento de un año, además de tener valor emocional, representa la metáfora del destino próximo, de aquello que está por venir. Por tanto, nos disponemos ante él con la ilusión de poder hacer realidad deseos importantes, sueños personales y objetivos de felicidad. Del mismo modo, queremos que se quede en el viejo año el sufrimiento, la tristeza, las decepciones acumuladas y los malos momentos.
En años anteriores, al menos por la noche del 31 de diciembre, dejábamos a un lado nuestros problemas y rencores para unirnos y celebrar la llegada de un nuevo año. La cena, un momento mágico que nos permitía soñar y tener fe y esperanza de que el próximo año fuera mucho mejor que el que acaba de terminar.
Hoy una pandemia nos ha dado nuevas experiencias, quizá muchos de nosotros no pudimos celebrar el fin de año como antes lo hicimos, quizá nuestros familiares no estuvieron en un lugar de nuestra mesa, algunos familiares, amigos o conocidos ni siquiera llegaron a ese momento, hay tristeza sí, pero también hay esperanza,
(Imagen El Heraldo de México)
Con el inicio de un nuevo año, se nos presenta una nueva oportunidad para hacer más, dar más y amar más. Un año para hacer las cosas que realmente deseamos hacer en lugar de seguirlas postergando para más adelante, un año para darnos a los demás y ser mejores personas, un año para amar más a todos nuestros seres queridos y demostrarles lo importante que son para nosotros.
A pesar de todo lo que no ha dejado 2020, como la pérdida de más de cien mil mexicanos, la crisis de salud que llevó también a una crisis económica, más sin embargo, también nos deja experiencias que deben trascender a nuestras mentes y corazones, para tener una existencia plena y generar la huella que como humanos, debemos dejar para las generaciones venideras
Debemos rescatar el valor del tiempo para estar con los nuestros, protegiendo de distintas maneras el núcleo familiar, y volviendo, así sea de forma obligada, a compartir momentos de verdad con los seres queridos. Perdimos el valor del tiempo en su mejor expresión: la forma sublime de brindar amor y vida a nuestros semejantes.
La pandemia nos hizo despertar a una realidad más que humana en la cual no deberían importar ni la raza, condición económica y estatus social, para entender que somos iguales ante cualquier situación.
La pandemia nos ha llevado a nuevos hábitos de movilidad y consumo, generando un menor nivel de contaminación, que ayuda a disminuir el sobrecalentamiento global. Despertar nuestro nivel de conciencia para cuidar lo que nos queda de la naturaleza, ya que el universo está en busca de un nuevo equilibrio y sus manifestaciones de catástrofes, incendios y virus son claras.
Quedó demostrado el egoísmo de muchos seres humanos, quienes ahora se sienten amenazados, sin tomar nota del hambre, el frío y el dolor de cada día que hay para tantas personas.
Ha terminado el peor y el mejor año para el ser humano, un año que nos hizo crecer como personas, que nos hizo madurar, que nos hizo más fuertes, que nos demostró que se puede enfrentar cualquier obstáculo que se presente, un año donde de ninguna manera puede faltar Dios, que ha sido el que nos ha dado todas las fuerzas para salir adelante y que siempre ha estado de nuestro lado. Pienso que lo más importante de este año fue, que luego de superar todas las pruebas que tuvimos, estamos vivos, es que aprendimos a creer en nosotros.
La vida de la mayoría de las personas sigue siendo exactamente igual el día 31 de diciembre y el día 1 de enero. Sin embargo, hay algo que cambia: la actitud. Esa actitud que viene acompañada por la energía positiva que aportan los nuevos comienzos. Desde el punto de vista de la higiene mental, la felicidad de un nuevo año viene marcada, precisamente, por esa agradable sensación que aporta empezar de cero y tomar ese momento como una nueva oportunidad.
Debemos recordar que los sobrevivientes de una catástrofe no son precisamente los más fuertes, sino los que se adaptan a las nuevas condiciones que se presentan.
Nada va a ser igual en adelante.