Hidalgo: ¿Pobreza eterna?

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Laura Castillo García                                                                                                                                                  

 

Uno de los recuerdos más impactantes de mi infancia son los niños del Real del Monte, Hidalgo. Sobre su tez blanca se alzaban dos intensos círculos rojos en sus mejillas, los cuales me parecía que eran chapitas que adornaban sus caritas.

Pero de ninguna manera era así: mi mamá -oriunda de ese pueblo minero-, me dio una explicación tan clara que cada vez que los veía se me estrujaba el corazón: no son chapitas, me dijo, tienen partida la piel, por eso su carita está roja, hasta parece que los cachetes les van a sangrar. Al ver mi cara de sorpresa, mi madre, que ni siquiera terminó la primaria, continuó diciendo: es que pasan mucho frío, no solo en la calle sino también en sus casas, ya ves que aquí somos muy pobres, muchas casas son de madera y el frío se nos mete hasta los huesos; además, fíjate, siempre estamos expuestos a la tierra y a los minerales de por acá y eso, junto con el frío, les parte la piel a los niños que son más delicados.

A esos pequeños hidalguenses los recuerdo con ropa raída y descolorida, pantalones y vestidos zancones, suéteres adelgazados por el uso constante y los zapatos gastados, algunos rotos y otros no, pero siempre sucios de tierra o lodo.

Esos niños del pueblo minero del Real del Monte, de mejillas partidas y enrojecidas, pedían dinero, un pan o ropa a todo aquel que visitaba su pueblo minero, marginado y olvidado por quienes llegaban al poder gubernamental dizque a resolver los problemas de la gente más pobre. Esos niños de cachetes partidos me enseñaron a los siete años lo que era la pobreza y hoy, que son padres y madres, me siguen estremeciendo porque continúan vistiendo ropa raída, padecen hambre y sus hijos, y otros niños, son igualmente sufrientes de pobreza.

En el año 2004 el Real del Monte pasó a formar parte de los pueblos mágicos del país y cambió la infraestructura del empobrecido pueblo minero: desde lejos vi que el centro histórico fue remodelado; sus magníficas casas tipo inglés y francés -construidas en la época de auge de la minería-, fueron pintadas y embellecidas; muchas de sus calles, antes con peligrosos empedrados, fueron pavimentadas; se promovió la comida típica del lugar, los pastes mineros, y empezó el auge de los comercios de venta de joyas de plata en remembranza de la antigua explotación de las minas locales, y empresarios pudientes abrieron bares y hoteles… en fin, el Real del Monte se convirtió en un pueblo turístico y los habitantes del otrora pueblo minero empezaron a vivir del sector servicios.

No obstante el aparente progreso del Real del Monte, la gente sigue empobrecida dado que los bares, hoteles y comercios no son de su propiedad; únicamente trabajan en ellos por un salario que, como en el resto del país, es tan mísero que no les alcanza ni para comprar los productos de la canasta básica. Por ello, en esos pueblos mágicos, sus habitantes, desde niños hasta ancianos, venden todo tipo de chatarra alimenticia o artesanías que a veces tienen poco valor artístico.   

Durante quince años el Real del Monte vivió el auge turístico que, a pesar de todas sus deficiencias, le proporcionaba a sus habitantes acceso a mínimas cantidades de dinero, pero que era más que lo que antes les ofrecía el suelo en que nacieron. Ahora ese relativo auge llegará a su fin con el gobierno de la cuarta transformación que encabeza el presidente López Obrador pues, gracias a la tan llevada y traída austeridad republicana, el gobierno federal que dice velar por los intereses de los más pobres, decidió cortar el programa de los pueblos mágicos y, por tanto, el presupuesto asignado, pero sin dar alternativas de fuentes de trabajo para sus habitantes.

A esto hay que sumarle la actitud del gobernador del estado de Hidalgo, Omar Fayad Meneses, quien, en clara alianza con el presidente López, niega obras a los habitantes de las comunidades más empobrecidas de su estado; por ello, 343 mil menores de edad padecen rezago educativo y 54 por ciento de los hidalguenses (más de un millón y medio de habitantes) vive en pobreza.

¿Qué pasará con los miles y miles de hidalguenses que viven en la miseria si Omar Fayad y López Obrador se niegan a elevar la calidad de vida de la gente a través de construir obras para que tengan acceso a servicios básicos? ¿Es fatal que los hidalguenses, y los mexicanos en general, vivamos en pobreza por los siglos de los siglos? No, no podemos ni debemos conformarnos con eso.

Pueblos enteros, como el chino, muestran que podemos construir una sociedad mejor para todos siempre y cuando su gobierno no defienda y proteja los intereses de los ricos, como actualmente sucede en México y, por supuesto, en Hidalgo. La gran lección que nos ha dado el gobierno popular chino está en que, en tan solo 45 años, sacó de la pobreza a 700 millones de chinos.

¿Cómo lograr eso en nuestro país? Al igual que los chinos, debemos unirnos, organizarnos para que el pueblo tome el poder político del país en sus manos y, con ello, sentemos las bases para construir una patria más justa y más equitativa para todos.

Laura Castillo García               

Vocera del Movimiento Antorchista en el Estado de México

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