Balón Cuadrado
Jesús Yáñez
Estaba en la cúspide de su carrera. Vivía en el paradisiaco reino del balón. Cima a la que pocos tienen el privilegio de ascender. Efímeras deidades. Cuando el estruendo de una bala, a centímetros de su cabeza, lo despertó de su sueño deportivo. Convirtiéndose en pesadilla. Sintió el calor del frío plomo penetrando piel, nervios y cráneo. Después perdió el conocimiento. Onza de plomo que permanece en su cuerpo como recordatorio de un dolor imborrable.
Era 1:27 minutos del gélido 25 de enero de 2010, al sur de la Ciudad de México. El futbolista paraguayo Salvador Cabañas llegó al Bar Bar. Iba acompañado de su esposa y su cuñado. No había fila. Saludaron a los guardias. No pagaron cover. No fueron revisados a fondo por el personal de seguridad. Era parte del jet-set capitalino. Durante 25 años ahí desfilaron figuras como Cuauhtémoc Blanco, Maradona, Thalía, Madonna y Jon Bon Jovi.
Diez segundos después entró José Jorge Balderas Garza, quien más tarde le dispararía. Iba acompañado de «El Contador», su guardaespaldas. Casi cinco horas después, 5:19 de la mañana, cuando se escuchó la detonación en el bar que paralizó a los asistentes. Entonces comenzó el endiablado desasosiego de Salvador.
Regresó de la muerte y perdió todo.
Menos la dignidad por vivir.
Evocó Cabañas, como sintiera aún la mano temblorosa del agresor a centímetros de su cabeza, aquella fría madrugada, hace 11 años:
“Me dijo que pidiera mi último deseo porque me iba a morir. Yo le dije que yo no me iba a morir. Y que no tenía por qué pedir ningún deseo.”
Y suplicó:
“’¡No haga eso!’’’.
Como respuesta escuchó la detonación del arma calibre .38. Escupía muerte.
Pero él, milagrosamente, se salvó. Los médicos pensaban que no volvería a caminar.
De millonario ídolo del oropel del futbol acabó en la miseria: olvidado. Sin un centavo. Convertido en panadero.
Nada sabe de aquella helada madrugada, cuando fue agredido: perdió la memoria a corto plazo. Recuerdo que permanece en su pensamiento como diminuto témpano de hielo.
Desearía que no existiera aquél infausto 25 de enero de 2010. Demoníaco instante que no tiene cómo exorcizar. Vive un interminable averno de sótanos donde no hay final. Aunque él lo ve con filosofía franciscana.
Una sonrisa mortuoria, casi imperceptible, aparece fugaz en su rostro que enmascara una eterna duda que jamás tendrá respuesta:
“’¿Por qué a mí?’”
Sin embargo, en una entrevista con la Agencia Francesa de Prensa AFP –difundida por el diario Debate.com.mx–, el año pasado, en la humilde vivienda de sus padres, en Itauguá, en las afueras de Asunción, capital paraguaya, rememoró:
’Yo estoy bien. Ya me olvidé de eso. Ya lo había dicho públicamente y lo repito: le perdono al tipo que me hizo eso y destruyó mi carrera. No tengo ningún problema en decirlo.”
Palabras que remató con un suspiro:
“Lo importante es que estoy vivo.”
Ese día se terminó la vertiginosa carrera futbolística de Salvador Cabañas. Era de película hollywoodense.
El infierno
Detonó su drama una ácida discusión con José Jorge Balderas –apodado el “JJ”–, operador del famoso narcotraficante preso, Edgar Váldez Villarreal “La Barbie”, en el Bar Bar.
Dejó al delantero entre la vida y la muerte, tras recibir el disparo en la cabeza. Otra versión establece que fue su guardaespaldas, apodado El Contador, quien en realidad jaló el gatillo.
Todo comenzó porque el “JJ”, supuestamente, le reclamó que sólo estaba en el país “para robarle a los mexicanos”. Después, entre la discusión, el agresor le confesó quién era y dijo que pidiera un último deseo.
(Salvador Cabañas de la gloria al infierno)
El entonces afamado crack del América –uno de los clubes más populares del futbol nacional–, superó el episodio tras 37 días de estar hospitalizado. Se debatía entre la vida y la muerte. Perdió la memoria a corto plazo.
No pudieron extirpar la bala. Tenía conciencia que estaba en un hospital. Pero no sabía por qué. Quedó imposibilitado alargar su gloria deportiva en las canchas. Quizá 10 años más.
De novela policiaca, muchas versiones se manejaron sobre los motivos que llevaron al JJ a querer cegar la vida del “Mariscal”, como apodaban a Cabañas. Ninguna se pudo comprobar. También se mencionó que tenían rencillas por una mujer. Pero las autoridades –laxas como siempre en México– no quisieron ahondar en este tema.
Hasta la fecha se insiste en señalar que se encontraron en el baño. Intercambiaron algunas frases. El “JJ” le reclamó, supuestamente, por algunos temas de futbol con el América.
Y sin más le disparó a bocajarro.
Ya no pudo recuperar su vida de futbolista como antes. Había jugado en su natal Paraguay, Brasil y Chile antes de llegar a México. Cabañas aseguró que tenía un pre-contrato con el Manchester United, de la liga inglesa, previo a su atentado, en 2010.
En diciembre de 2007 fue elegido Mejor futbolista de América del año por medio de la encuesta que organiza anualmente el diario El País de Uruguay, En ella participaron periodistas de veinte países del continente. De esta manera, se convirtió en el quinto futbolista paraguayo en recibir dicho galardón.
También en 2007, fue elegido Futbolista Paraguayo del año en votación cerrada de periodistas del diario paraguayo ABC Color. El mismo medio, pero a través de su edición digital, le otorgó idéntica distinción en 2008 y en 2009, según la votación de los lectores del sitio web.
En 2009, Cabañas fue de nuevo reconocido a través del sondeo realizado por El País al integrar el Once Ideal de América. Fue internacional con la selección de futbol de Paraguay desde 2004 hasta 2010, con 44 partidos. Marcó 10 goles.
Su carrera al principio en la selección fue opacada por varios delanteros de la talla de José Saturnino Cardozo –quien hizo historia con el equipo Toluca del balompié mexicano– y Roque Santa Cruz el máximo goleador histórico de la selección paraguaya.
Pero al llegar al Club América las cosas cambiaron.
Poder de Televisa
Sus actuaciones fueron más reconocidas, con los reflectores de la poderosa Televisa sobre su cabeza –ambos, equipo y empresa, propiedad de Emilio Azcárraga Jean–. Además Cardozo se había retirado de la selección paraguaya en el 2006 y con esto las posibilidades de Cabañas se volvieron cada vez más elevadas hasta el punto de llegar a convertirse en titular indiscutible en su selección.
Gerardo «Tata» Martino, quien en ese entonces era el seleccionador de Paraguay, confió ciegamente en Cabañas. Y lo convocó para encarar las eliminatorias al Mundial de Sudáfrica 2010. Convirtió 6 goles. El más importante contra Colombia en Bogotá, sublime, desde afuera del área.
Salvador hizo su debut profesional con el club 12 de Octubre de Paraguay en 1998. Después de ser parte del Aduax Italiano de Chile, el ya desaparecido club de Jaguares de Chiapas adquirió su carta en 2003 al delantero, por poco más de 400 mil dólares –unos ocho millones de pesos al cambio actual–, según datos de Transfermarkt.
Después de convertirse en el máximo anotador en la historia de Jaguares, el Azcárraga buscó a Cabañas para llevárselo al América: adquirió al jugador por cerca de cuatro millones de dólares –unos de 80 millones de pesos de ahora–. Dinero que no recuperó.
Cabañas tenía 29 años y era una rutilante estrella de Las Águilas. Él portaba la camiseta 10. Sólo la vestía el jugador más talentoso. La había heredado de Cuauhtémoc Blanco en el 2009, ídolo americanista, tras su salida del equipo.
Nunca ganó un título a pesar de haber llegado a una final en 2007 y se pensaba en que podía ir a Europa. Según versiones periodísticas anotó 98 goles oficiales en 162 partidos. Con ello se convirtió en el octavo goleador histórico del equipo de Coapa.
Ocho días antes del atentado, América debutó en el Clausura 2010 con victoria 5-1 sobre San Luis en el Estadio Azteca. Cabañas anotó dos goles. Sin saberlo, el paraguayo festejó por última vez con los dedos índices apuntando al cielo.
El 22 de junio, 48 horas antes del disparo, Cabañas jugó su último encuentro como profesional con “las águilas”. Perdieron 2-0 frente a Monarcas. Tras la derrota, Cabañas estaba el lunes 25 en el Bar Bar.
Una fracción de segundo cambiaría su vida.
Salvador Cabañas Ortega nació en Itauguá, Paraguay, el 5 de agosto de 1980. Mas su vida se derrumbó en un año, como castillo de naipes. Lo dejó su esposa, María Lorgia quien había soportado un rosario infidelidades cuando él era un futbolista con fama y dinero.
Argumentó que ya tenían severas diferencias. Que la convivencia era complicada. Era como cuidar a un niño que no razonaba. Y se fue, exigiendo una casa en Asunción, capital de Paraguay, así como los pocos bienes que le quedaban.
Admite que está separado de su pareja, quien está a cargo de sus hijos Santiago (18) y Mía Ivonne (14) en su lujosa mansión de Asunción, valuada en cinco millones de dólares. También le atribuye haberse apoderado de sus bienes, durante su convalecencia, en connivencia con su representante y el abogado José María González. Se decía más que un “hermano” y lo defraudó.
Estiman que despojó a Cabañas de aproximadamente 17 millones de dólares –unos 340 millones de pesos–, así como diferentes propiedades. Estuvo preso. Pero el ex futbolista nunca logró recuperar su capital. Aunque en declaraciones recientes afirmó que confía rescatar sus bienes. Porque están a su nombre.
Cabañas perdonó al JJ y cada vez que le preguntan sobre el incidente revive lo sucedido por lo que le cuentan sus familiares y amigos, es imposible que el ex jugador tenga claro lo que pasó aquel día. Porque perdió la memoria a corto plazo. Lo ocurrido aquella noche quedará entre los dos.
Sólo habla el silencio.
El goleador tuvo que regresar a casa de sus padres en Itagúa. Quiso volver a jugar, pero los médicos fueron claros: no debe volver a tener un choque en la cancha y mucho menos golpear con la cabeza. Tiene la bala alojada en la parte trasera del cerebro.
Intentó jugar con el equipo paraguayo “12 de Octubre” y luego con el “Tanabi” de la Serie D de Brasil. Pero apenas duró unas semanas con cada uno para darse cuenta que no estaba apto para una competencia donde puede poner en riesgo su integridad.
Fue auxiliar técnico en el club deportivo Capitá. Pero dejó la profesión para dedicarse a apoyar a su familia con la panadería.
El club azulcrema, propiedad del poderoso empresario Emilio Azcárraga Jean, con el que jugaba Cabañas, literal, lo dejó en la orfandad, pese a su poderío económico.
Es el segundo equipo más caro del futbol mexicano. El portal Transfermarkt lo cotiza en 62 millones 900 mil euros – más de mil 500 millones de pesos— unos 10 millones menos que Monterrey, más valioso de Liga Mx.
(De rey del gol a panadero)
Cuando Cabañas quiso hacer efectivo el Seguro Social –que tiene derecho cualquier trabajador en México, para continuar su costosa rehabilitación–, supo que no estaba dado de alta.
A sus 40 años de edad, Salvador Cabañas solo es fantasmal historia para el América y la selección de Paraguay. Ahora su cuñado Amancio Rojas es quien maneja su agenda. Decide con quién habla. Cobra por las entrevistas y el ex goleador sigue inmerso en la pobreza de su natal Itagúa. Desde 2014 es panadero.
Recientemente, Cabañas reveló que tiene problemas con el ojo izquierdo, donde prácticamente perdió la visión. Como consecuencia del ataque sufrido hace 11 años.
Rodeado de imágenes religiosas en su casa, Cabañas está convencido que ocurrió un milagro.
Narra:
“Hasta los doctores se sorprendieron. Dijeron que nadie sobrevive a esa clase de atentado. Escuchaba que decían que ya no iba a caminar más. Pasó el tiempo y volví a caminar y se sorprendieron todos’.
El Chava, como le conocen popularmente en México, describe que, con el tiempo, creyentes de la fe católica se le ha acercado para pedirle sanación.
Va gente a verlo. Llega en silla de ruedas. Y cree que nunca más va a caminar.
“Hay uno que un mes después volvió a caminar”, asevera ufano.
Como señal de su apego al club azulcrema muestra el anillo por los 100 años de fundación del América que le obsequiaron en 2007, cuando se consagró como goleador de la Copa Libertadores.
Suelta una verdad a medias:
“Ellos hicieron todo para que me recuperara.”
Cabañas sigue las noticias del futbol mexicano y resalta la contratación del técnico argentino Gerardo Martino al frente del Tri hace dos años.
Reconoce que “Tata” fue su “mejor” técnico que tuvo desde que empezó en la selección paraguaya.
Onza de plomo
Cabañas se alejó de la práctica del balompié, su pasión.
Practica volibol con sus amigos del barrio. Los médicos le prohibieron cabecear el balón. Porque el proyectil que tiene incrustado en la nuca se puede mover y hacerle un daño irreparable. Tiene riesgo de quedar paralítico. Está alojada encima de la vena principal.
Hasta hace un par de años jugó en algunos equipos de segunda división de Paraguay, pero “tenía miedo de chocar fuerte con alguien y mis compañeros también de chocar conmigo”, explicó.
“Me convencí y dije que ya era suficiente. Tenía 21 años de vida profesional”, puntualizó.
Once años después de sufrir el ataque, Cabañas está convencido de que llegará a viejo.
“Voy a llegar. Tengo muy buena salud. Trato de disfrutar de la vida y de los amigos”, afirmó.
El hombre que de la cima de los privilegios deportivos y financieros redujo su nivel al de alguien que vive bajo la protección de sus padres dice que su experiencia le hizo valorar más a su familia:
“Ellos son los que hicieron que me aferrara a la vida”, remató.
Salvador se levanta a las cuatro de la mañana para disponerse a repartir pan en una camioneta a los clientes de su padre, don Dionisio, y su madre, doña Basilia.
“La gente me reconoce y me pregunta… sobre futbol, claro. Yo les digo que me divierto mucho”, dijo para enmascarar su dolor.
Vive humildemente sin recordar los años de gloria en que gastaba dinero a manos llenas. Rodeado de decenas de personas que se decían sus amigos.
Hoy no están.
Quizá sea el precio de regresar de la muerte.
(Con información del diario El Universal, portales infobae.com, espn.com, vanguardia.com, baloncuadrado.com)