BALÓN CUADRADO
Jesús Yáñez Orozco
Ciudad de México.- Sigue en la picota de la prensa mexicana la inmaculada, irrefrenable, intocable, violencia entre las barras del futbol local, importadas hace 30 años de Argentina. Ha sido –y será– un problema difícil de erradicar. Sin embargo, existen ejemplos alrededor del mundo en el que actuar de manera preventiva y tomar medidas. Entre ellas el aumento al costo de las entradas, el estudio de los problemas socioculturales.
Amén de la implementación de leyes sobre actos violentos, la capacitación de policía especializada, la credencialización de fanáticos y el veto de algunos de ellos de los estadios han sido parte de la ecuación para controlarlas tomando en cuenta sus respectivos contextos, publica hoy el diario El Economista.
Mientras que el periódico La Jornada destaca que el primer crimen atribuido a una barra argentina sucedió hace un siglo. En 1924, en las calles de Montevideo, un joven uruguayo fue asesinado con un arma de fuego en medio de una gresca por un partido de futbol.
Ese fue el debut sangriento que derivaría décadas más tarde en La Doce, la organización de hinchas más antigua, peligrosa e institucionalizada del balompié en Argentina.
Fue modelo a seguir para los fanáticos de varios países, entre ellos México, donde fue importada hace menos de tres décadas.
Ingleses violentos
Tras la muerte de 96 aficionados en la tragedia del estadio de Hillsborough en 1989, el futbol británico sufrió una reforma para contener la violencia en el deporte. Cambiaron el modo de gestión de la policía. Tuvieron tolerancia cero con los hooligans.
Crearon leyes que penalizaban con cárcel los actos violentos y, entre otras medidas, se incrementó el costo de los boletos para excluir a las clases populares.
“Es un modelo de gestión que ha sido exitoso en algunos aspectos, pero ha sido excluyente en otros”, dijo el sociólogo del deporte, Fernando Segura Trejo, colaborador de la Facultad Latinoamericana Unipol en México y la ONG Salvemos al Futbol en Argentina.
Aunque en Inglaterra se ha eliminado al hooliganismo visible, estos continúan existiendo en pubs y bares.
Por otra parte, Segura Trejo, que también tiene el grado de Doctor por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, detalla que existen modelos mixtos, como en Alemania y Bélgica, donde se ha permitido a grupos de Ultras a partir de negociar con ellos para que puedan alentar en los estadios dentro de sus respectivos sectores siempre y cuando no se den actos de violencia y, en caso de que estos ocurran, las sanciones son importantes.
La contención de los fanáticos radicales en Bélgica también tiene que ver con la creación de leyes para el ámbito del futbol, con la implementación de sanciones administrativas y legales, con el compromiso de cada club de garantizar su propia seguridad pública, con la credencialización de los aficionados y con el acompañamiento social de aquellos más conflictivos, según la publicación del doctor Fernando Segura, ‘¿Gestión de la violencia en el futbol?: perspectivas críticas sobre Inglaterra y Bélgica’.
Por otra parte, en el escenario latinoamericano algunos lugares de Colombia, como Medellín, tienen un esquema de ‘barrismo social’ en el que se invita a estos grupos a hacer trabajo social y en ocasiones reciben apoyo para realizar proyectos culturales.
Es decir, en vez de estigmatizarlos, se trabaja con ellos “para que esa energía juvenil que a veces se traduce en agresiones se convierta en arte, cultura, música u orquestas, por citar algunos ejemplos”, dijo Segura Trejo, sin embargo, también enfatizó que esto no ha impedido que haya enfrentamientos.
En el modelo colombiano, explicó, “se privilegia la inserción y la reinserción social. Ha habido algunos incidentes en Colombia, es un país donde hay altos grados de violencia, igual que en México, pero el camino que han adoptado ellos es trabajar con las barras”.
Uno de los fenómenos barristas más difíciles de controlar habían sido los de Argentina. En 2013, tras el deceso de un aficionado, los organismos de seguridad y la Asociación del Futbol Argentino (AFA) determinaron que ningún equipo podría recibir a la porra visitante durante los partidos de la liga, medida que se mantuvo hasta el 2021.
“No sólo las muertes no disminuyeron, las agresiones tampoco disminuyeron a jugadores, árbitros y directivos por parte de aficionados. Luego hubo otro fenómeno, esto muy propio de Argentina, que se empezaron a pelear las barras por espacios entre sí (…) como no había un rival en la tribuna de enfrente, la atención pasó a la propia barra”, puntualizó Fernando Segura.
La organización Salvemos el Futbol contabilizó que entre 1984 y 2017 en Argentina murieron 210 personas a causa de hechos violentos relacionados con este deporte.
Aunque se trató de endurecer por ley las penas contra las ‘barras bravas’, luego de que se suspendiera la final de la Copa Libertadores en 2018 debido a un ataque de los aficionados de River Plate al autobús de Boca Juniors, no fue hasta después del confinamiento por la pandemia, cuando el regreso a los estadios se hizo de manera cautelosa, que se comenzó a observar un progreso esperanzador.
La provincia de Córdoba comenzó con el ensayo de volver a introducir a la afición visitante y desde entonces “no ha habido grandes incidentes”.
Violencia, modelo
Uno de sus líderes de La Doce de Argentina, Rafael Di Zeo, sentenciado a casi cinco años de prisión por su actividad, dijo una vez que, si encarcelaran a todos los barristas, incluso si los mataran, la violencia no terminaría ahí.
“Porque esto es una escuela, es una herencia. La violencia no la generamos nosotros; sólo sucede, está ahí en el futbol”, consigna el libro La Doce, de Gustavo Grabia.
“Esa herencia se ha adulterado con el tiempo”, opina otro barrista de La Doce, que habla con La Jornada bajo la condición de mantener el anonimato.
Aquel modelo de importación, explica, “se ha degradado a una vil disputa por un botín entre mercaderes y eso la volvió más peligrosa”.
Aun así, este hincha se conmueve con las escenas de violencia en el estadio Corregidora de Querétaro, que extraoficialmente dejó unos 50 heridos.
“Una locura lo que pasó en México, no lo podía creer”, exclama.
Censura:
“Cero código de barra. Eso nunca pasó acá (en Argentina), que yo me acuerde ni en la época de El Abuelo (uno de los líderes históricos). Es muy rastrero sacarle las zapatillas (tenis), la ropa, desnudarlos y golpear a un pibe que está casi moribundo”.
Antes, asegura, los códigos en la barra eran importantes. Para entrar a un grupo como La Doce primero había que demostrar el amor al club. Los ritos de iniciación y de paso exigían superar pruebas que incluso ponían en peligro la vida de los aspirantes.
“Si vos querías entrar a la barra cuando El Abuelo había que robar algún trapo del rival, una bandera, una camiseta. Porque primero entrás como hincha y después, si te aceptan, te hacés barra. No podés saltarte, costaba un montón”, relata.
Se respetaban, explica, las jerarquías y los lugares que les correspondían en las gradas. Al centro y sobre el paravalanchas, los líderes de la barra, detrás y a los costados, los jefes de segunda línea. Y, sobre todo, la rivalidad se daba en la cancha y en los desplazamientos hacia los estadios.
Sigue:
“En un traslado por autopista te cruzás con los rivales y te agarrás a palos, tiros, todo bien, pero no podés hacer lo que se vio en la cancha de Querétaro, ¿entendés? No sé cómo habrá sido, pero parecía una emboscada, ¡hasta las puertas les abrieron! Pegarle al chabón en el piso y sin ropa, eso no, algo nunca visto”.
La evolución de las barras apunta a otro horizonte. Hoy el principal conflicto en una barra como La Doce ya no es contra el rival. Ahora se disputan el poder entre los mismos integrantes y se escinden en una barra oficial y una disidente.
“Un barra hoy no es un hincha. Un pibe piensa más en hacer la moneda que alentar al equipo. No, en la época de El Abuelo si te parabas en el paraavalanchas y no cantabas te tiraban o te golpeaban con un palo. Pero eso ya se acabó”, finaliza.
(Con información de los diarios El Economista y La Jornada).