In memoriam
BALÓN CUADRADO
Jesús Yáñez Orozco
Ciudad de México.- Sentido, apasionado, hondo, texto retomado –con su autorización– del perfil de Facebook de Guillermo Espinoza de los Monteros. Periodista de larga trayectoria, politólogo e historiador, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México. Donde desmitifica el denostado ‘síndrome del Jamaicón’, excelso defensa, jugador de Chivas –cuando era llamado campeonísimo, décadas de los 50s y 60s— y la selección nacional.
Guillermo reflexiona, en retrospectiva, desde la aguda lupa de su pensamiento y, sobre todo, la entraña a flor de piel:
Ha muerto el antihéroe mexicano sin par que fue José “el Jamaicón” Villegas, el 24 de diciembre de 2021, a los 87 años.
Los mexicanos que residimos fuera de nuestra tierra natal tenemos razones de sobra para tenerlo siempre presente, porque no importando nuestras labores en el exterior ni nuestra localidad o estrato social de origen, vivimos siempre bajo el acecho del “Síndrome del Jamaicón”.
Aquel mal que solo los mexicanos estamos en condiciones naturales de padecer: la nostalgia por nuestra gastronomía, herencia de una cultura mestiza que combina lo mejor de la cocina española y europea y la creatividad de los pueblos mesoamericanos.
O dicho de manera más sencilla: el sazón de nuestra casa.
Acá afuera, seamos efímeros compañeros de viaje o casuales vecinos en una ciudad en la lontananza, siempre encontramos el punto de contacto al buscar un ingrediente, una latita de chiles chipotle, unas tortillitas o una cena que a través del paladar nos devuelva por unos minutos a nuestro primer hogar.
O, como dijo un estimado amigo jalisciense, exitoso ejecutivo empresarial en Uruguay, el día que convocó a varios mexicanos para vendernos unos chiles poblanos que su suegro cultivó en su “chacrita”, en su finquita: “el chile nos une”.
Grandes mexicanos han vivido expatriados, pero sólo el “Jamaicón” se atrevió con toda valentía a expresar lo que muchos pudieron haber sentido sin reconocerlo honesta y públicamente: su indisposición a renunciar a la comida que le levanta el espíritu.
Tantos mexicanos que habrán sufrido lo mismo sin dejar testimonio conocido. Qué infortunio el de Porfirio Díaz que en 1911 debió irse de México para no volver jamás.
O Benito Juárez, que vivió exiliado en La Habana y Nueva Orleans por allá de 1853, 1854, sin degustar un buen mole oaxaqueño.
O Diego Rivera y Amado Nervo que salieron de lo más profundo del mestizaje mexicano en Guanajuato y Nayarit para residir por una larga temporada en París.
Y ni qué decir de David Alfaro Siqueiros que vivió un largo exilio en Los Ángeles, Montevideo, Buenos Aires y Nueva York entre 1933 y 1935.
El “Jamaicón”, en cambio, estando en Londres, en 1961, en una gira de preparación para el Mundial de Futbol de 1962, sí lo manifestó, sacando la casta de Jalisco:
“Quiero una birria y unos sopes para cenar”.
Tan poderosos y cultos los ingleses y no podían ofrecerle nada más que “fish and chips”.
Tan sincero el “Jamaicón” y tan recriminado, por inadaptable.
Un antihéroe a la altura de los mejores, dando cuerpo a aquella estrofa de México lindo y querido… “¡Que digan que estoy dormido y que me traigan aquí!”