Blas A. Buendía
Los agoreros del desastre una vez más se presentaron en el Congreso de la Unión para reformar, ahora, la Ley de Seguridad Nacional, y dotarle el mayor poder a los militares que ante la incapacidad del Ejecutivo de trazar un control civil policiaco, el país entró a una espiral de inseguridad total.
Le permitió al Señor Secretario General Luis Cresencio Sandoval, despojarse la máscara de “honestidad”, “honorabilidad” y “lealtad” en el ejercicio de sus funciones, para romper el protocolo de sometimiento democrático ante el poder presidencial, toda vez que la propia Cuarta Transformación lo cristianizó en otro de los tantos traidores a la Patria que deambulan en las esferas del poder.
La mascarada congresista “democrática” tiene una diversidad de lecturas, pero la más exacta, se centra en que los 399 votos a favor de MORENA (a la que se sumaron algunos priistas y perredistas), sobre los 155 en contra y dos abstenciones, avalaron los cambios hechos por los senadores para aprobar la minuta a fin de mantener a las Fuerzas Armadas en labores de seguridad pública hasta el año 2028. El dictamen, en consecuencia, ya fue enviado a los 32 congresos estatales para ratificar la reforma constitucional.
Pero la sociedad acusa y lamenta que ¡la Constitución ha muerto!, tan igual como cuando el 5 de febrero de 1903, los patrióticos hermanos Flores Magón (Ricardo y Enrique), colgaron sobre el balcón de las oficinas del periódico anti-porfirista El Hijo del Ahuizote —localizado en la calle República de Colombia 42, en el entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México—, una manta con la leyenda “la Constitución ha muerto”, acompañada con un moño negro, fotografiándose junto a sus trabajadores del rotativo de tendencia anarquista y socialista, siendo uno de los actos más emblemáticos de protesta en pleno auge del porfiriato. El suceso se enmarcó como un claro desafío democrático, enmarcado en la máxima expresión reeleccionista de Porfirio Díaz Mori.
En aquella histórica escena, “la Constitución ha muerto”, se cumplían 46 años de la Promulgación de la Constitución entonces vigente. Valientemente, los Flores Magón se tomaron una sifiel, bajo el retrato del presidente Benito Juárez, en una abierta protesta que tomó un rumbo dramático porque el dictador oaxaqueño Porfirio Díaz, ordenó una inaudita persecución en contra de sus paisanos hasta el encarcelamiento, conllevándolos a la muerte, extrafronteras.
Hoy día, la abrumadora forma de mal gobernar a la nación por parte del actual Jefe del Ejecutivo Federal, en zapatos polvorientos del político tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, ha creado una cadena de zozobra e incertidumbre, toda vez que para catedráticos universitarios e investigadores de la máxima casa de estudios, avizoran que el Peje, si bien lo supo, o actuó por Omisión, atreverse a conceder mayor poder a los militares, muy por encima del Máximo Jefe de las Fuerzas Armadas, podría detonar en el malestar social, y el inicio de una nueva escena trágica en la ciudadela.
Necesario precisar que en muchas de las democracias actuales, el hombre de poder que manipula la jetatura del Ejecutivo y que se desempeña como Jefe Máximo de las Fuerzas Armadas, en México se reduce esa diligente decisión. Es decir, un bumerang que estúpidamente delegó responsabilidades a los militares sobre el poder civil.
México, lamentablemente, teje a velocidad idiotizante, actos que desde la época de José Victoriano Huerta Márquez, conocido como Victoriano Huerta —un ingeniero, militar y dictador mexicano, desempeñándose como Presidente de México del 19 de febrero de 1913 al 15 de julio de 1914 como resultado de un Golpe de Estado—, ahora se está viviendo otra crisis constitucional que detonará en la gobernabilidad, que en cualquier momento, esos esbozados militares traidores, sigilosamente están a un paso de proyectar un terso Golpe de Estado.
Ese bumerang de la milicia contra los civiles, o viceversa, viene a representar un nuevo “desarrollo” en blindar a los hombres de traje verde-olivo, para asestar en todo momento un dramático golpismo a la figura presidencial, enlistar a México como otra nación latinoamericana absorbida por el poder militar como ha ocurrido en otros lares del Continente, como Cuba, Venezuela y todas esas naciones que conforman el Foro de Sao Paulo, enemigos de los avances democratizadores en toda identidad.
Ciertamente, como diría un iletrado del Bajío que lamentablemente la ignorancia supina se vistió hasta de Presidente de la República —tan igual que ocurrió con el hombre que ahora gobierna a México—, éste tiene un entreguismo que lo convierte en un falso mesías, ataviándose como un contemporáneo traidor a la Patria.
Justamente es urgente y necesario hacerle saber a las nuevas generaciones de todos esos próceres que dejaron un legado que han enriquecido los aires democratizadores de la Nación, como también ocurrió en el primer decenio del siglo XX, con los hermanos Flores Magón, con su periódico El Hijo del Ahuizote, el cual fue uno de los precursores del Movimiento de la Revolución Mexicana.
La Revolución Mexicana fue el movimiento armado iniciado en 1910 para impulsar la culminación de la dictadura de Porfirio Díaz, visualizando la promulgación de la nueva Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, siendo ésta la primera a nivel mundial en reconocer las garantías sociales y los derechos laborales colectivos.
Inexorablemente el tiempo ha pasado. Los movimientos armados y de inseguridad pública han quedado suscritos en las páginas de la historia con manchones de sangre de aquellos mexicanos que ofrendaron sus vidas.
El predio que ocupó El Hijo del Ahuizote se ubica en la calle de República de Colombia 42. Ese inmueble fue recuperado por el gobierno de Ciudad de México por iniciativa de Diego Flores Magón, bisnieto de los hermanos Ricardo y Enrique. En su interior se puede ver la historia de la publicación y del movimiento magonista a través del acervo (cartas, fotografías y periódicos) que la familia guardó por más de un siglo.
Una de las fotografías emblemáticas del magonismo muestra el balcón de la sede del periódico El Hijo del Ahuizote, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, desde donde Enrique y Ricardo Flores Magón comunicaban a los transeúntes que “la Constitución ha muerto”.
Fue un claro desafío al gobierno de Porfirio Díaz, ocurrió el 5 de febrero de 1903. Hoy en día, particularmente son las redes sociales las que se han encargado de revivir los propósitos libertarios democráticos del Hijo del Ahuizote con el sello magonista.
Esos cuarteles de las imprentas que se mudaban constantemente en medio del movimiento revolucionario del 10, si bien algunos quedaron en el olvido, en la época contemporánea, en cada hogar, se vive el espíritu magonista.
Tras la respectiva colérica presidencial autoritaria, que ordenó desde el oscurantismo la persecución y la desaparición de los paladines de las ideas, resurge por enésima ocasión la prensa opositora y combativa, especialmente en contra de cualquiera que lleve ese acento idealista del floresmagonismo en sus filas. Para López Obrador sería un insulto fallarle al sueño de los Flores Magón, pero ya hasta eso, los traicionó.
Sin embargo, El Hijo del Ahuizote permanece en pie como un recordatorio de la libertad de expresión y el deber de exigir a los gobiernos cumplir cabalmente las leyes que procuran nuestro bienestar colectivo, a pesar de las pifias garrafales que ha venido cometiendo el Virrey Andrés, quien en su más dura expresión, “¡México estaba mucho mejor sin López Obrador!”
¡La Constitución ha muerto!, porque todo México rechaza la militarización aprobada por el mal y traidor Congreso de la Unión, más aún, en esta época contemporánea, en cada hogar aún se vive el espíritu libertario y democrático de los hermanos Flores Magón.
Premio México de Periodismo Ricardo Flores Magón-2021
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