La realidad desmiente el discurso de la 4a.T

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Laura Castillo García 
 
Estamos a punto de celebrar el segundo aniversario del Covid-19 en nuestro país, el cual se ha manifestado con furia en cuatro olas que han contagiado a más de 4 millones 390 mil mexicanos y arrastrado a la tumba a más de 301 mil, de acuerdo con cifras oficiales. No obstante, el presidente de la república y sus correligionarios siguen manejando un discurso tranquilizador que está haciendo que la gente se confíe y los contagios se multipliquen cada vez más y, por tanto, que no veamos la luz al final del túnel; es decir, el fin de la pandemia o, como dicen infectólogos experimentados y de reconocida trayectoria, que no veamos el día en que podamos convivir con el virus.
Una de las primeras cosas que se deben hacer en una crisis es tranquilizar a los afectados, ya sean trabajadores de una empresa o a la ciudadanía; darle certeza de que todo estará bien y que la empresa o su gobierno, cual verdaderos Superman con súper poderes, lo arreglarán todo y pronto volverán a la normalidad.
 
Por eso, luego del terrible terremoto que sufrió nuestro país el 19 de septiembre de 1985, lo primero que Televisa transmitió, a su regreso al aire, fueron telenovelas, pues así, mientras los llamados “topos” seguían en su lucha por rescatar gente con vida, o sin ella, debajo de los escombros, millones de mexicanas y mexicanos se sentaban tranquilamente en la sala de su casa a ver la televisión y disfrutar los dramas aspiracionales, superficiales y previsibles de la televisora, pero que metían a la gente en cosas ordinarias. Con ello, trabajaban junto con el gobierno federal para mandar el mensaje de que todo estaba bien. Claro que existían los noticiarios y eran vistos por miles de personas, pero las telenovelas le ganaron el rating a cualquier otro producto televisivo.
 
El mismo objetivo tranquilizador, y manipulador, persiguen los discursos sobre la pandemia que emiten tanto el presidente López como sus cercanos, entre los que se encuentra la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.
 
Todos sabemos que la variante Ómicron es la que domina esta cuarta ola y que la 4ªT solo se atiene a lo dicho al principio por organismos internacionales de salud acerca de que “es más contagioso, pero menos peligroso”, pues es lo que más le conviene. Pero, lo que ya no dice es que el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, enfatizó que Ómicron “está provocando hospitalizaciones y muertes y que incluso los casos de menor gravedad desbordan los centros de salud”.
 
Tiene razón la OMS: actualmente hospitales de CDMX, Estado de México, Guanajuato y Nuevo León ya están al 80 por ciento de ocupación y, a pesar de eso, los mexicanos ya no pueden hacerse una prueba rápida gratuita para aislarse si resultan positivos. Y es que los gobiernos solo se las hacen a la gente con síntomas, todos los demás tienen que pagarlas, incluso si van a instituciones públicas.
 
El gobierno federal tampoco toma en cuenta que, entre el 12 de abril del 2020 y el nueve de enero del 2022, el país acumuló 244 mil 364 contagios de SARS-CoV-2 en niñas, niños y adolescentes, y que son ellos los que ahora están padeciendo más la enfermedad.
 
No obstante, siguen los discursos tranquilizadores de la 4ªT: no es raro escuchar al presidente López decir que el Ómicron se cura, entre otras cosas, con caricias ¡Válgame Dios!, como dijo Sancho Panza. Él sabe que los contagiados con Ómicron deben estar aislados y no pueden andar dando o recibiendo caricias porque así contagiaría a más gente. Por otra parte, los adultos mayores no se curan con tés, paracetamo o VapoRub, como recomendó el secretario de Salud, un hombre de 75 años y de ciencia, supongo.
 
La conducta del presidente y sus funcionarios no ayudan a frenar la pandemia, más bien la fomentan.
Aquí algunos datos en los que vemos que la realidad desmiente el discurso de la 4ªT: 1) durante la semana del 11 y el 16 de enero, Ciudad de México, Estado de México, Guanajuato, Hidalgo y Nuevo León registraron una ocupación hospitalaria por COVID-19 superior a 80%; 2) más de 50 mil trabajadores del IMSS han tramitado incapacidades por estar contagiados; 3) en el Estado de México, resultan positivas ocho de cada 10 personas y la asistencia a las escuelas ha bajado 40 por ciento. Es más, la demanda de tanques de oxígeno se está incrementando lo que pondrá en riesgo la vida de los enfermos porque habrá un momento en que ya no haya disponibles.
 
En fin, hay alto riesgo de que Ómicron ponga nuevamente al límite el sistema de salud mexicano; no obstante, el gobierno federal sigue con el discurso que le conviene y, por tanto, deja al Ómicron a la libre, al fin y al cabo sabe que millones de mexicanos le son fieles gracias a las raquíticas cantidades de dinero que entrega a jóvenes mayores de 18 años y a adultos mayores.
 
En México, como en el mundo, es necesario construir un sistema económico más humano, con políticos de nuevo tipo, salidos del pueblo, quienes verdaderamente atiendan las necesidades e intereses de los trabajadores. Para lograrlo, hay que quitar del poder federal a los responsables del sufrimiento de millones de mexicanos, quienes cada día más empujan a México al precipicio.

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