Las Amazonas, equipo integrado por adolescentes y sexagenarias, originario de Yaxunah, Yucatán, ejemplo de cohesión social

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BALÓN CUADRADO

Jesús Yáñez Orozco

 

Para Jorge Bermejo, 91 años de edad,

presidente del Salón del Periodista Deportivo

 

Ciudad de México, BALÓN CUADRADO.- Un puñado de mujeres mayas, una de las 68 etnias de México, juegan softbol descalzas –como aquellos niños basquetbolistas triqui oaxaqueños, famosos en el mundo entero–, en medio del verde irremediable de la naturaleza que adorna el bello sureste del país. Manos callosas de tanto cargar el tiempo golpean la pelota con el bat. Mientras, nubes cancinas deambulan enloquecidas por el firmamento celeste bajo intensos rayos del sol caribeño.

Sin uniformes, ellas visten inmaculado huipil blanco de algodón. Adornado con hermosos bordados multicolores, herencia de una cultura ancestral. Solo necesitan unos cuántos arreos de juego: bats –por lo general de fresno–, manoplas y pelotas. No más. Nadie usa tenis. Algunas utilizan cachucha de beisbolista para atemperar el sol.

Lo que comenzó como una necesidad de hacer ejercicio –México tiene el mayor índice de obesidad y sobrepeso infantil en el mundo y comparte la de adultos con Estados Unidos– se ha convertido en un motivo de cohesión social y símbolo comunitario.

Ya no son sólo mujeres rarámuri –originarias del estado de Chihuahua, al norte del país, como la famosa Lorena Ramírez– que corren ultramaratones de hasta 100 kilómetros alrededor del mundo, enfundadas en ropas ancestrales, famosas en las páginas deportivas de periódicos, radio, televisión y redes sociales.

En medio de los océanos Pacífico y Atlántico, en una delgada franja de tierra, en los linderos con Quintana Roo, artesanas, bordadoras, pastoras, estudiantes, amas de casa que todas las tardes se convierten en el equipo de Las Amazonas –nombre de origen griego– mayas.

Salen a jugar softbol en el campo donde horas antes pastaban sus borregos y su sinfonía de balidos, endulzaba su corazón, encendido por la ígnea pasión del juego.

Las plantas de sus pies, cuando corren por el diamante, sienten la frescura del césped como una suave caricia.

A poco más de mil kilómetros de la ciudad de México, a las afueras de la comunidad maya de Yaxunah, se ve caminar a paso veloz a la capitana Fermina Dzib Dzul. Acompañada de sus animales, que lleva a pastorear al campo de softbol.

En la espalda carga un bate, poderosa arma de madera, pues mientras sus animalitos comen hierba, ella entrenará con sus amigas del pueblo, Las Amazonas. Cobraron fama en esa zona del sur de Yucatán porque recientemente ganaron un cuadrangular.

“Vencimos a Las Cardenales y a Las Felinas de Kancabdzonot. Ganamos el primer lugar. Pero nunca nos dieron el premio. No importa, como le digo a mi equipo. Lo importante es que nos divertimos y aprendimos un poco más”, dice, ufana, Fermina al iniciar con el calentamiento lanzando la pelota, un poco más grande que la de beisbol.

Su borrego más grande se llama “Príncipe”. Es el más inquieto. Se resistía a abandonar la zona de bateo. Fermina lo jaló del cuello–enlazada nube blanca cuadrúpeda– con todas sus fuerzas, amarrándolo a un fornido árbol para que pueda comer lejos y ya no interrumpa el entrenamiento.

Sus compañeras –hileras de diminutas losas de mármol adornado su sonrisa–, reían viendo la escena, se acomodaban las mascotas y se ubicaban en sus posiciones.

Desde hace tres años, Las Amazonas practican por su cuenta. No tienen entrenador. Solo dos bates, cinco manoplas -que ya se echaron a perder por el uso- y unas cuantas pelotas que lograron comprar al ganar un concurso de altares por el Día de Muertos –1 y 2 de noviembre.

Entrenan en huipiles y sin calzado. Así se sienten más cómodas. Parecido a los niños basquetbolistas triqui. Están orgullosas de representar a Yaxunah cuando se enfrentan con otros equipos del municipio de Yaxcabá y de otras localidades cercanas al histórico y majestuoso Chichén Itzá.

En sus inicios, como no tenían bates, jugaban con un pedazo de madera y bolas de beisbol. Tampoco tenían acceso al campo. Por lo que practicaban por las tardes, en el parque del pueblo, entre las piedras y el cemento.

Eso sí, siempre hubo público apoyándolas. Los vecinos salían a verlas y a divertirse, vitoreándolas.

“Me caí tres veces en el parque y me lastimé. Ni modos, me gustan los golpes”, cuenta Fermina, quien en su papel de capitana se puso de acuerdo con los integrantes del equipo varonil para compartir el campo de softbol, en donde ahora entrenan los miércoles y viernes a partir de las cuatro de la tarde.

A Fermina siempre le gustó el juego de pelota, desde pequeña. Pero su madre no le permitía practicar ni salir a la esquina de su casa.

Eran otros tiempos. La comunidad era más cerrada con las mujeres. Cuando tenía 40 años, el médico le recomendó hacer ejercicio porque presentaba problemas de salud. Así comenzó su romance con el softbol y la historia del equipo.

“Estaba muy gorda. Necesitaba hacer ejercicio, por eso le pedí ayuda a mis amigas. Les dije: ‘vayamos a jugar softbol’ y aceptaron. Invitamos a otras señoras y muchachas y salimos a jugar. Nos gusta mucho entrenar y ya hasta se me olvidó que estoy enferma”, detalla su voz cantarina.

Son artesanas, bordadoras. Crían animales. Estudian el telebachillerato y realizan labores de cuidado en sus hogares. Por las tardes son las guerreras-griegas-mayas que entrenan durante horas bajo el inclemente sol y que aceptan las “cascaritas” con otros equipos para demostrar su habilidad y fortaleza.

Una de las jugadoras más jóvenes, Esmeralda Chan Pat, es la pitcher. Como ella misma asegura, su labor es “darle batalla” a las bateadoras para evitar carreras.

“Ya aprendí a tirarla floja para que la pelota no se aleje. Ahora estoy practicando tirar con curva”, explica al terminar el entrenamiento.

Esmeralda porta orgullosa una gorra roja con el nombre de su equipo.

La Amazona más joven tiene 14 años y la de mayor edad, Dominga Mex Chan –a quien llaman “La Abuela”–, tiene 63. Es una de las más valiosas. Casi nunca falla al batear y sus impactos son feroces cuadrangulares. Tiene mirada de lince.

Todos en el pueblo la vitorea cuando salta al terreno de juego.

Los entrenamientos están dando resultados, ellas pusieron su mayor esfuerzo para vencer a Las Xibalbas, Las Bravas y Las Panteras de Pisté, tierra de los legendarios Itzáes, con quienes tienen una antigua rivalidad desde tiempos prehispánicos, cuando practicaban el Ulama –ancestral juego de pelota.

“Aquí en el equipo no nos peleamos ni regañamos a nadie. Venimos a divertirnos. Si alguien cometió un error y no pudo atrapar la bola, vemos cómo mejorar. No pasa nada”, sostiene la capitana Fermina. 

Ella siempre está supervisando que sus compañeras se mantengan en sus posiciones y que nunca le quiten la mirada a la pelota.

Lo único que quieren es seguir jugando. Conocer otros pueblos. Enfrentarse con rivales cada vez más poderosas. Recientemente las invitaron a jugar contra un equipo de Playa de Carmen, Quintana Roo. Pero no tienen patrocinadores que paguen el transporte.

Esperan pronto juntar algo de dinero para poder viajar y competir de visitantes en otros lugares.

Pero esa no es su única quimera.

También quieren ir a Mérida para conocer el Estadio Kukulcán, donde entrena el equipo de beisbol Los Leones de Yucatán, de la Liga Mexicana de Beisbol.

Y, por supuesto, disfrutar de un partido y, sobre todo, verlos ganar.

“Siempre estamos pendientes de ellos. Vemos en el periódico si ganaron o perdieron. Hacemos competencia de cómo nos va en los partidos, aunque ellos no lo saben”, revela Fermina entre risas irremediables.

La capitana explicó que escogieron el nombre de Amazonas porque se identifican con aquellas mitológicas mujeres guerreras que destacaban por su coraje y orgullo.

Recalcó que así son las mujeres mayas.

Narró:

“Siempre seremos guerreras con nuestro equipo. No importa que haya quienes se burlen de nosotras, de cómo jugamos, de nuestros uniformes. Siempre daremos la batalla en el juego. No necesitamos de refuerzos para ganar”

Y concluyó con aquella voz cantarina que acaricia los oídos:

“Solitas podemos”.

(Con información del portal piedepagina.mx

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