Las desigualdades matan; la inacción debe terminar

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Los datos presentados este año por la OXFAM en su informe “Las desigualdades matan”, son verdaderamente escalofriantes. Aquellos que se la pasan proclamando la “igualdad de oportunidades” de que gozamos los seres humanos, los cuales según ellos “navegamos todos en el mismo barco llamado Tierra”, no creo que puedan compaginar esas proclamas de ventura y prosperidad universales con los datos donde se exhiben las grandes y escandalosas fortunas incrementadas obcenamente en plena pandemia y que son la contraparte del crecimiento inhumano y mortal de la pobreza.
En el informe de OXFAM, publicado en el contexto del Foro Económico Mundial de Davos, leemos cosas indignantes como estas: “Los 10 hombres más ricos del mundo duplicaron sus fortunas durante la pandemia mientras el 99% del mundo se empobrece. Las fortunas pasaron de 700 mil millones de dólares a sumar unos 1.5 billones durante los casi dos años de pandemia, según datos obtenidos de varias fuentes, incluido el Banco Mundial. Al mismo tiempo que ´se creaba un millonario cada 26 horas´, un 99 por ciento de la humanidad se empobreció y 160 millones de personas más cayeron en la pobreza”. Al leer esos párrafos es imposible no pensar en la asombrosa actualidad de aquellas palabras lapidarias, publicadas en 1859 en un diario norteamericano: “debe de haber algo podrido en el corazón mismo de un sistema social que aumenta su riqueza sin disminuir su miseria” (Karl Marx, artículo “Población, criminalidad e indigencia”, publicado en el New York Tribune). Y en efecto algo está podrido en este sistema, y después de 160 años apesta aún más: “La desigualdad económica y social contribuye a la muerte de “al menos 21 mil personas cada día, o una cada cuatro segundos”, por falta de acceso a la sanidad, por estar expuestas a violencia de género, por el hambre o por la crisis climática, se lee en el Informe de Oxfam, el cual estima que 5.6 millones de personas mueren cada año por la falta de acceso a servicios de salud en países pobres. En un mundo de abundancia, el hambre mata, como mínimo, a 2.1 millones de personas al año. En todos los países, las personas en mayor situación de pobreza viven vidas más cortas y mueren de manera más prematura que el resto. ¡Así están las cosas en este mundo “de igualdad de oportunidades” donde 252 hombres ganan más que mil millones de mujeres en África, Latinoamérica y el Caribe!
Todos los que no estamos cegados por el sectarismo, vemos con claridad que México no se escapa de esa realidad mundial de mala distribución de la riqueza, sino que es un vivo ejemplo de pobreza galopante de la inmensa mayoría y de riqueza insultante de unos pocos. Y es verdad que cambiar esa realidad que nos rodea de cerca exige diagnósticos correctos y medidas técnicas, pero aplicar correctivos a fondo tiene como requisito una fuerza social formada por un gobierno progresista y un pueblo que haya entendido el problema y esté dispuesto a respaldar mayoritariamente que la riqueza se distribuya, entre otras formas mediante mecanismos fiscales. Esos requisitos están ausentes en nuestro país, tanto porque el gobierno de la 4T no se propone cobrarle más a quienes más tienen y con eso financiar en buena medida el desarrollo del país, como porque el pueblo está desinformado y desorganizado.
La propia OXFAM ha propuesto reiteradamente como una de las herramientas fundamentales para combatir la desigualdad una reforma fiscal integral, o sea mecanismos legales mediante los cuales el Estado obligue a pagar más impuestos a quienes más tienen, y con los recursos adicionales se impulse el desarrollo económico y se financien los servicios públicos, la educación, el deporte, la ciencia y todos aquellos aspectos que tienen que ver con el bienestar de las personas en el siglo XXI. Los argumentos para justificar esa medida son fuertes, por ejemplo: “El Estado mexicano es un Estado pobre. Los ingresos que recauda por impuestos hoy equivalen al 13.1% del PIB. Esta cantidad es muy baja para hacer frente a los problemas socioeconómicos que nos aquejan como la falta de crecimiento y el número de mexicanos que viven en situación de pobreza (43.9% en 2020) (CONEVAL, 2021)… Esta anomalía es y siempre ha sido uno de los retos más grandes para el desarrollo del país en el último siglo”, leemos en un informe recientemente presentado en nuestro país, en donde se analiza la ausencia en todo el periodo posterior a la Revolución Mexicana de una política fiscal progresiva y el sometimiento del Estado a los poderes de los grandes capitalistas, situación que no ha variado con Andrés Manuel Lopez Obrador, lo que explica el gran número de marginados y pobres que hay en México, situación que tiende a agravarse, entre otras razones, por el envejecimiento de la población mexicana, lo que implicará que habrá más personas de edad avanzada que paguen menos impuestos y requieran mayores servicios de salud y cuidados, lo que hará inviable seguir aumentando las pensiones indefinidamente y disminuirá aún más los recursos públicos para disminuir la pobreza, si no hay una reforma fiscal general.
Los grandes poderes económicos del mundo, los hombres y mujeres pertenecientes a esa clase que concentran millones de dólares por segundo, no se inmutan ni preocupan ante esos datos que los exhiben como aprovechadores voraces de una situación que padecen miles de millones de personas. Los llamados que se hacen a la buena conciencia de esas personas siguen cayendo en el vacío y tal vez hasta provoquen sonrisas despectivas a pesar de la elocuencia y profesionalismo de la OXFAM y otras instituciones igualmente serias. Y aunque hay sectores de la clase pudiente que sí ven con preocupación el grado de polarización social y estarían dispuestos a aceptar medidas de redistribución a costa de su riqueza, no tienen el poder suficiente para imponer ese cambio que evite una confrontación social de grandes dimensiones. Por esa razón, aun con lo valioso que resultan los informes y argumentos como los que aquí comentamos, la distribución de la riqueza mediante una reforma fiscal o cualesquiera otro de los mecanismos para repartir la riqueza generada por los trabajadores, por ejemplo un salario verdaderamente suficiente para vivir dignamente, no será conseguido más que a través del despliegue de fuerzas sociales formadas por millones de marginados y pobres; fuerzas que en México y el mundo aún se hayan dispersas, engañadas y aún con la esperanza en santos laicos que les prometen repetir el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Tiene razón la OXFAM, la desigualdad mata; pero debe terminar la inacción y la tardanza en concientizar y organizar a los pueblos para hacerse cargo de su presente y su futuro.

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