Aquiles Córdova Morán
Las acusaciones cargadas de odio visceral y carentes de base (y hasta de lógica elemental) en contra del Movimiento Antorchista Nacional, no son ninguna novedad; vienen de muy atrás, desde el nacimiento mismo de nuestra organización hace 44 años. Pero en estos días saturados de ambiciones políticas, de lucha sin escrúpulos por una candidatura o por asegurarse una posición en los congresos estatales y federal por la vía plurinominal, la guerra contra el Movimiento Antorchista se ha acelerado y profundizado a niveles inéditos, como consecuencia de su crecimiento de masas y el consiguiente incremento (muy modesto e inferior a su fuerza real) de las candidaturas otorgadas a algunos de sus cuadros de mayor prestigio y probada aceptación pública.
Ante la imposibilidad de tocar todos los ataques que hemos recibido últimamente, me limitaré a los tres más significativos y preocupantes. Primero, el martes 10 de octubre del año pasado, un grupo de pistoleros que hizo ostentación de armas, vehículos y ropa de camuflaje, asesinó en la goteras de Zacapoaxtla, en la Sierra Nororiental poblana, a Manuel Hernández Pasión, presidente municipal de Huitzilan de Serdán y líder antorchista de esa zona serrana. Con la velocidad del rayo y una unanimidad que delataba una fuente de información única, los medios poblanos propalaron la versión de que los asesinos de Manuel eran sus propios compañeros por rencillas al interior del grupo antorchista. Por suerte, logramos presentar videos tomados en la escena del crimen y contactar a testigos oculares de los hechos, que aceptaron rendir su testimonio con riesgo de su vida. Esto, y no la diligencia de la Fiscalía poblana (como sugiere el excrementicio ataque de Pablo Ruiz Meza, director de Milenio Puebla) fue lo que permitió identificar a los asesinos materiales de Manuel y establecer pistas seguras para llegar a los autores intelectuales. Y a pesar de las pruebas, la Fiscalía poblana se resistió hasta lo último a detener a los matones; hubo necesidad de amagar con una marcha de 40 mil antorchistas el día del primer informe del gobernador Gali Fayad para lograr su aprehensión.
Pero los autores intelectuales siguen libres y se sabe bien que ya están moviendo sus piezas para perpetuarse en el poder de Zacapoaxtla y para “derrocar” a los antorchistas de la presidencia municipal de Huitzilan. Todo esto prueba que el asesinato de Manuel fue planeado y ordenado por políticos con influencia en el gobierno de Puebla, con propósitos políticos ante la proximidad de las elecciones y como recurso extremo para anular o inhibir la fuerza electoral de los antorchistas. De paso, quedó claro el carácter mendaz de los medios que los acusaron del crimen.
Segundo, el martes 20 de febrero, como relaté en mi artículo de la semana pasada, se dio el intento de linchamiento de nueve jóvenes totalmente inocentes, entre los cuales iba Ovidio Celis, hijo del diputado Juan Manuel Celis Aguirre y de la conocida dirigente antorchista Soraya Córdova. El ataque fue encabezado por un grupo armado dirigido personalmente por el líder de un sindicato de transportistas materialistas que nunca trató de ocultar su identidad, además de que es bien conocido por varios de los jóvenes agredidos. Pero los detalles del plan y la precisión con que fue ejecutado, hablan de que no fue, no pudo ser obra de pistoleros ignorantes, sino de gente con entrenamiento especial. En efecto, quien dirigió todo conocía el celular de Ovidio y pudo ordenar su “robo” con toda precisión entre varios otros iguales; eligió el lugar preciso para montar la provocación (una escuela primaria); designó a la señora “espontánea” que filmó a los “secuestradores” y arengó a la masa para enardecerla contra los jóvenes; puso también a la “maestra Dolores” que los entretuvo mientras se juntaba “el pueblo” y, finalmente, detuvo con un gesto a los asesinos en el momento de mayor peligro para la vida de los muchachos. Repito que esto rebasa con mucho las posibilidades y la inteligencia de un grupo de pistoleros y delata la mano de un equipo de espionaje especializado al servicio de alguien. ¿Del gobierno? ¿De un grupo de poder que busca anular el poder electoral de Antorcha?
Hoy ha quedado muy claro que jamás hubo interés en los departamentos que en un principio se esgrimieron como causa del conflicto, tampoco hubo nunca ningún terreno en Zacachimalpa, lugar del incidente, amenazado de invasión por los antorchistas, como miente flagrantemente Pablo Ruiz Meza, entre otros muchos; y menos hubo un intento de secuestro de alumnos de primaria, como han dicho, destacadamente, Diario Cambio y La Jornada de Oriente, cuyo odio hacia los antorchistas los hace mentir sin recato alguno a la menor provocación. Y si no hubo ningún intento de secuestro, ni litigio por departamentos, ni terreno amenazado de invasión en Zacachimalpa, ¿cuál fue, entonces, el verdadero móvil del intento de linchar y quemar a nueve jóvenes inocentes? Parece que solo queda una respuesta: el móvil fue la lucha política en contra de Antorcha, exacerbada por la pasión electoral de estos días. ¿Quién está de tras de esto? No lo sé con precisión, pero sí aseguro que es gente con poder, y con mucho poder, político y económico.
Tercero. En la madrugada del jueves 1° de marzo, fue ultimado a balazos Aarón Varela Martínez que, ahora nos enteramos por la prensa, era precandidato de MORENA a la presidencia municipal de Santa Clara Ocoyucan, municipio gobernado por Antorcha vecino a la capital del Estado y, también según los medios, acérrimo crítico del gobierno antorchista. Por las diligencias practicadas en el lugar del crimen, se sabe que Varela fue encontrado muerto en el asiento del conductor, con el motor de su camioneta en marcha y los cristales de la cabina intactos. Los tiros, según el peritaje, fueron hechos a quemarropa. De estos hechos se desprende que los asesinos de Varela no eran sus enemigos declarados (por ejemplo, los antorchistas, según los medios) sino conocidos suyos a los cuales permitió acercarse a su vehículo para dialogar (o a reñir) con ellos, lo que les permitió dispararle a muy corta distancia. La policía recogió también el celular de Varela en el que debe haber más indicios sobre sus victimarios.
Ahora bien, a estas horas todo el mundo sabe ya que, según la prensa poblana, el antorchismo es el responsable del crimen y exige al gobierno que proceda con toda energía en su contra. Para respaldar su acusación, sacan a colación, de la manera mentirosa y distorsionada que ellos mismos inventaron (como lo hace Ruiz Meza) el asesinato de Manuel Hernández y el linchamiento frustrado de Ovidio Celis y sus compañeros, que demuestran, según ellos, el carácter violento y la proclividad innata de Antorcha a cometer delitos de sangre. Este manejo abusivo de la tribuna mediática vuelve a poner en evidencia el interés (poderoso interés) que hay de enlodar a Antorcha, desprestigiarla y anular toda posibilidad de victoria electoral de sus candidatos. Y quizá el deseo de, aprovechando el odio público que buscan generar en su contra, atentar contra la vida de alguno de sus líderes, sea o no candidato a cargo de elección popular. De ese tamaño es la gravedad de la campaña mediática que denuncio. A nosotros, como siempre, solo nos queda el recurso (infalible, eso sí) de decir la verdad simple y llana, y de ceñir nuestros planteamientos y demandas a la honradez y honestidad lógica de nuestros razonamientos.
Por tanto precisamos: si el señor Aarón Varela Martínez era o no precandidato de MORENA a la presidencia de Ocoyucan, los antorchistas nunca lo supimos hasta que su lamentable asesinato lo puso en las páginas de la prensa; tampoco supimos nunca de sus quejas, críticas o señalamientos en contra de Antorcha o del gobierno antorchista hasta el día de su muerte. Sin ninguna intención peyorativa, tenemos que decir que, salvo unos pocos compañeros, la gran mayoría de nosotros no sabíamos siquiera de la existencia del señor Aarón Varela. Si esto es así, como en verdad lo es, resulta un completo infundio, un absurdo, una cosa de locos, salir ahora a decir que Antorcha asesinó a Varela porque vio en él a un peligroso competidor por el poder municipal.
Ante tal contrasentido, a mis compañeros antorchistas poblanos y a mí nos interesa dejar sentadas tres cosas. 1).- Las imputaciones adelantadas, dolosas e infundadas de la prensa, son una confesión involuntaria de que los asesinos eligieron a su víctima con la intención premeditada de culpar a los antorchistas y que la acusación resultara creíble para los interesados. Se buscó asestar un nuevo golpe brutal a la imagen pública de Antorcha con fines electorales. 2).- Nosotros no teníamos, aunque solo sea por ignorancia, ninguna rencilla con Varela. No sabíamos siquiera de su existencia y, por tanto, menos teníamos alguna razón para desear su muerte. 3).- Si sus deudos, amigos y compañeros no buscan sacar ventaja política de su asesinato sino lograr justicia cumplida y a la mayor brevedad posible, les hacemos una proposición muy concreta: puesto que a nosotros también nos urge que se esclarezca el asesinato de Aarón Varela y se castigue a los culpables para callar la boca a los gozquecillos que nos incriminan sin base alguna, les proponemos unir fuerzas y luchar juntos, hombro con hombro, hasta lograr que la Fiscalía General del Estado de Puebla descubra a los criminales y los castigue. A los que de verdad lloran la muerte de Aarón Varela y piden justicia, les tendemos nuestra mano amiga y les ofrecemos luchar con ellos hasta el final, hasta ver en la cárcel a los verdaderos culpables. ¿Qué dicen? ¿Aceptan o no? Esperamos su respuesta.