Laura Castillo García
Con motivo de la inauguración de la biblioteca de su pueblo –Fuente Vaqueros, Granada, España–, en septiembre de 1931, el poeta granadino Federico García Lorca reflexionó acerca de la necesidad de leer y dejar los pensamientos por escrito toda vez que, dijo, “la oratoria es un género en el cual las ideas se diluyen tanto que sólo queda una música agradable, pero lo demás se lo lleva el viento”.
Por eso, cuando daba una conferencia o un discurso, él decía que no hablaba, sino que leía, porque esa “expresión es mucho más duradera porque queda escrita y mucho más firme puesto que puede servir de enseñanza a las gentes que no oyen o no están presentes…”. Se entiende que no están presentes en el lugar en el que el orador pronuncia el discurso.
Y tenía razón, ¿cuánta gente cree Usted que escuchó este discurso de boca del gran poeta? De acuerdo con los datos de Wikipedia, el pueblo donde nació García Lorca, Fuente Vaqueros, apenas tenía 2 mil 832 habitantes en 1930, lo cual es absolutamente creíble porque en 2021 tan solo había llegado a 4 mil 415 personas, de acuerdo con al Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, España. ¡Imagínense cuánta gente acudió a la inauguración de la biblioteca municipal de Fuente Vaqueros! ¿Cuánta gente escuchó de viva voz al gran poeta? Suponiendo que el acontecimiento haya convocado a la totalidad del pueblo, solamente lo escucharon 2 mil 832 personas. Muy pocas; además, hay que tomar en cuenta que seguramente ahí se encontraban niños y recién nacidos; o sea, lo escuchó menos gente de la que estaba registrada en la estadística de entonces.
Nosotros, los lectores actuales de Federico García Lorca, somos la prueba fehaciente de que los pensamientos, las ideas que se plasman por escrito llegan más allá del lugar en donde se escriben y, por lo tanto, trascienden e influyen a los seres humanos a los que les llega el texto, ya sea en forma de artículo, de libro o discurso. A 91 años de que pronunció y escribió el poeta y dramaturgo este discurso lleno de amor a la humanidad, lo podemos leer y disfrutar casi como si hubiéramos estado el día de esa inauguración de biblioteca.
Aunque sabía que su pueblo era pequeño, el poeta y dramaturgo abrigaba la esperanza de que los libros agrupados y seleccionados que formaban parte de la biblioteca municipal de Fuente Vaqueros influyeran a más gente para que pasaran de estar “muertos”, porque así se los impone el rudo trabajo cotidiano, a vivir libre y satisfactoriamente a través del conocimiento que ha alcanzado la humanidad. “En el mundo, decía, no hay más que vida y muerte y existen millones de hombres que hablan, viven, miran, comen, pero están muertos. Más muertos que las piedras y más muertos que los verdaderos muertos que duermen su sueño bajo la tierra, porque tienen el alma muerta. Muerta como un molino que no muele, muerta porque no tiene amor, ni un germen de idea, ni una fe, ni un ansia de liberación, imprescindible en todos los hombres para poder llamarse así.”
Y es que el libro es tan revolucionario, tan rebelde, que bien leído e interpretado deja de ser un objeto de cultura de unos pocos para convertirse en factor social. Así surgió la Revolución Francesa, la cual, considera el poeta, fue la primera obra social de los libros. “Porque contra el libro no valen persecuciones. Ni los ejércitos, ni el oro, ni las llamas pueden contra ellos; porque podéis hacer desaparecer una obra, pero no podéis cortar las cabezas que han aprendido de ella porque son miles…”
“Los libros han sido perseguidos por toda clase de Estados y por toda clase de religiones, pero esto no significa nada en comparación con lo que han sido amados. Porque si un príncipe oriental fanático quema la biblioteca de Alejandría, en cambio Alejandro de Macedonia manda construir una caja riquísima de esmaltes y pedrerías para conservar La Ilíada, de Homero; y los árabes cordobeses fabrican la maravilla del Mirahb de su mezquita para guardar en él un Corán que había pertenecido al califa Omar. Y pese a quien pese, las bibliotecas inundan el mundo y las vemos hasta en las calles y al aire libre de los jardines de las ciudades.”
Los libros, valoraba el poeta, son la manera de cultivar las inteligencias “como único medio de su liberación económica y social”. Pero, para lograrlo, decía, es preciso que “los maestros se esmeren en no enseñar a leer a los niños mecánicamente, como hacen tantos por desgracia todavía, sino que les inculquen el sentido de la lectura, es decir, lo que vale un punto y una coma en el desarrollo y forma de una idea escrita.”
Si el cultivo de la inteligencia a través de los libros es “el único medio de la liberación económica y social” del hombre y si los maestros deben enseñar a los niños el desarrollo y la forma de la idea escrita, ¿qué podemos esperar en México, en pleno siglo XXI, si tenemos que solo el 64% de niñas y niños menores de 10 años pueden leer o entender un texto sencillo?
¿Qué podemos esperar si, como dice la Unicef, los niveles de aprendizaje son “alarmantemente bajos” debido a que hubo países, como México, que prolongaron los cierres de las escuelas, con lo cual se agravó “la crisis del aprendizaje” y trajo como consecuencia un aumentó en el número de niños con problemas de competencias básicas en aritmética y alfabetización.
Para la Unicef, “las escuelas con escasos recursos, los maestros mal pagados y poco cualificados, las aulas hacinadas y los planes de estudio arcaicos están socavando la capacidad de nuestros niños y niñas para alcanzar su pleno potencial”. Esto, desgraciadamente, lo vemos en las escuelas públicas de nuestro país.
Hay que añadir que a la nueva secretaria de Educación de México, Leticia Ramírez Amaya, impuesta por López Obrador, desde el principio se le vio la ignoracia en el área al no saber responder a los cuestionamientos sobre el plan escolar 2022-2023. Los morenistas han manifestado su comprensión por el hecho de que solo 15 días antes había sido nombrada titular del área, pero desde mi punto de vista eso de ninguna manera la justifica porque si se puso a dar entrevistas, supondríamos que preparó la entrevista, que ya se había empapado de los planes de estudios y cómo funcionaba la dependencia federal, pero no fue así. En esas manos, en las de la 4ªT está la Educación en México y, desgraciadamente, nuestras niñas y niños.
Hace 91 años, el poeta asesinado en 1936 por ultraconservadores –el crimen sucedió un mes después del golpe de Estado contra el gobierno democrático de la segunda república, lo cual provocó el inicio de la guerra civil española y el ascenso al poder del dictador Francisco Franco–, estaba convencido de que leer libros, periódicos y artículos, era el mejor camino para la liberación económica y social no solo del individuo sino de la sociedad entera, dado que “….Los humanos no trabajamos para nosotros, sino para los que vienen detrás, pues este es el verdadero sentido de la Humanidad…”
Pero, por lo que vemos, de ninguna manera es así para el presidente López Obrador, Morena y su 4ªT; para ellos la educación del pueblo es lo que menos importa dado que “donde hay ignorancia es muy fácil confundir el mal con el bien y la verdad con la mentira” y, como sabemos, la mentira es la especialidad de la casa lopezobradorista.
No obstante, los mexicanos que queremos un mejor país para todos, debemos seguir trabajando para llevar a la conciencia de la gente nuevos anhelos y alegrías, lo cual también nos llenará de confianza para alcanzar la liberación económica y social para todos, que es por lo que Antorcha trabaja y lucha.
Laura Castillo García
Vocera del Movimiento Antorchista en el Estado de México