“…El policía me dijo: si nos denuncias, vamos contra tu familia; ya sabemos cuantos hijos tienes y dónde vives… Y el agente del ministerio público, sin dejarme leer mis supuestas declaraciones me obligó a firmar los papeles con el engaño de que de inmediato me iría a mi casa… Eso fue el 12 de enero 2013… Después, y hasta la fecha, todo ha sido un suplicio… porque ¡Soy Inocente!”. Clama Oscar Villegas Arroyo.
Lo que a continuación se describe, es una de tantas historias de víctimas de los abusos de policías uniformados, agentes de investigación, agentes del Ministerio Público, y supuestos defensores de oficio, que coludidos y, sirviendo a intereses contrarios al de la impartición de justicia, fabrican delincuentes sin importarles desgraciarles su vida y las de su entorno familiar. Todo con tal de justificar ineficiencias o complicidades.
Oscar Villegas Arroyo, conductor de un taxí, en Donato Guerra, relata que todo empezó aquel 11 de enero del 2013, cuando circulaba con su taxi y fue detenido por una patrulla en Villa Victoria, le pidieron que abriera la cajuela para una revisión, no encontraron nada y continuó su camino. kilómetros más adelante, una patrulla estatal y un carro de judiciales lo sometieron a revisión; un policía le hizo la plática mientras que otro metió en la cajuela una mochila que supuestamente contenía marihuana.
Hubo petición de dinero, pero como no llevaba, lo esposaron, lo golpearon y amenazaron. Le preguntaron por los “buenos”, los “pesados” en la zona, por desconocimiento no hubo respuesta y continuaron los golpes. Oscar describe: “Me vendaron los ojos y me dijeron que estaban investigando la muerte de un señor, que tenía que decirles quien lo había matado, como no sabía, me siguieron golpeando”. En la Procuraduría el médico legista preguntó, quién lo había golpeado, que tenía que presentar una denuncia pero como estaban los policías decidió no decir nada.
Al otro día una defensora de oficio, le aconsejó no declarar nada, porque esa acusación era falsa. El agente del Ministerio Público de la Procuraduría, le dijo que estaba libre, que se podía ir. Pero, relata Villegas Arroyo: me llevaron al sótano, donde 4 judiciales 3 hombres y una mujer, me sacaron y me subieron en un sentra verde, en el que me trajeron por varias horas y me pedían que dijera quien había matado a un señor que había ido a tirar a Villa Victoria. Les dije que no sabía nada, me golpearon, me pusieron la pistola en la cara y me amenazaron con matarme”.
“Me llevaron a Lerma, y me dijeron, vas a declarar como te dijeron los policías estatales y lo que te diga la Ministerio Público. Estuve en un cuarto, donde me golpeaban y preguntaban lo mismo, me querían asfixiar con una bolsa, me dieron toques en mis partes me metieron agua por la nariz, quede inconsciente. Un judicial me dijo que subiría a declarar como testigo de esa muerte, y saldría libre”.
El Ministerio Público, le dijo a una licenciada: tú arréglale bien su declaración para que cuando termine se vaya a un hotel; me dijeron, firma estas hojas, sin permitirme leerlas, ni hablarle a mi familia o a un abogado. Terminando, me preguntaron por la muerte del señor Isauro Basilio, repetí que no sabía nada y me bajaron al sótano, los judiciales me preguntaron y les dije que declaré lo que indicó el Ministerio Público y firme unas hojas; otro me dijo “ya te amolaste, vas a un hotel de arraigo y de ahí a la grande”. Pregunté, por qué, si declaré y firmé lo que me pidieron para que me pudiera ir.
Me llevaron a un hotel de arraigos estuve una semana, después el Ministerio Público me dijo que en Lerma, tendría que firmar otras hojas, que eran las mismas, que habían salido mal la primera vez, firme sin leer, y me regresaron al hotel, en donde un perito hizo estudios de mi firma. Hasta el lugar llegó la licenciada que supuestamente fue mi defensora, quien me informó que me trasladarían a Almoloya, en donde me encuentro privado de mi libertad. Fue mi familia, la que buscó en Derechos Humanos la información hasta que dieron conmigo, en el penal de Almoloya.
“Niego las declaraciones que dicen que hice, tanto del día 12 como la del día 15 de enero, de 2013. porque el agente del Ministerio Público me obligó a firmar esas hojas sin saber su contenido y sin la presencia de un abogado que me asistiera, ¡nunca declaré lo que aparece en esas hojas!, pues únicamente me pidió mis datos personales, en dónde trabajaba, en dónde se encontraba la base, quién era el representante de la base, que carro manejaba y su número de placas. El Ministerio Público me engañó, me dijo que sólo le iba a servir de testigo de esa muerte, que firmara las hojas y me iría a mi casa.
Oscar Villegas niega tener algo que ver con el homicidio, y recuerda que el 21 de abril, su carro empezó a fallar, se calentó y se desbieló, lo llevó a un taller mecánico en Donato Guerra, se lo entregaron el 5 de mayo. El 25 de abril de 2012, le avisaron que había una asamblea a las cuatro de la tarde, fue al taller, estuvo con el mecánico hasta las 4 de la tarde, en la asamblea, el secretario de la organización les solicitó una constancia domiciliaria, así consta en el libro de asistencia. Como a las 6 de la tarde y hasta las 8 de la noche estuvieron en la casa del delegado quien les expidió las constancias, que entregaron en la base y llegó a su casa a las 9 de la noche.
Lo relatado indica que Oscar, nunca traslado a la persona que falleció, que no la vio, no la conoció y no condujo su carro a ese lugar en esa fecha, en virtud de que estaba en el taller. Pero también deja ver la miseria humana de esas personas corruptas que hacen daño a otras sin siquiera inmutarse, y con gran cinismo arman un tinglado para afectar la vida, y el prestigio de una persona que nada tiene que ver con el delito que se le imputa… Esperemos que la Procuraduría de Justicia del Estado que gobierna el Doctor en Derecho Eruviel Ávila Villegas, no permita esa injusticia, sería un gran desprestigio.